Archivo Particular
13 de Septiembre de 2017
Por:
Carolina Sanín

Son agentes de viaje, pero por la noche salen a hacer trabajos de espionaje: a engañar, a recaudar información y a matar gente. Una serie de espionaje que en ocasiones parece más una historia romántica.

'The Americans', ¿a quién engañan en realidad estos espías?

Philip y Elizabeth Jennings son una pareja de estadounidenses corrientes que viven en un suburbio de Washington, D.C. en los años ochenta. Tienen una agencia de viajes y dos hijos. Salen con frecuencia en medio de la noche, lo cual podría explicarse porque tienen que coordinar su trabajo con el de otros agentes de viajes que viven en otro huso horario. La verdadera explicación, sin embargo, es que salen por la noche a hacer trabajos de espionaje: a engañar, a recaudar información y a matar gente. Philip, bajo otro nombre, tiene otra esposa, que trabaja en el FBI y que le da información sin saber que es un espía soviético ni que es bígamo. Elizabeth seduce a posibles informantes y adiestra a espías jóvenes. Ambos han sido entrenados en Rusia desde la temprana juventud para parecer americanos, para hablar sin acento, para ser otros.

La premisa es lo suficientemente intrigante como para que uno vea una o dos temporadas de The Americans, que tiene cinco en total. ¿Cuántas capas de mentiras hay en la realidad, y cómo esas capas, juntas, forman la verdad? ¿Cómo puede una persona ser varias? ¿Cuál es la “verdadera” personalidad de alguien? Elizabeth y Philip (Nadezhda y Mischa) son padres para sus hijos, amantes para sus amantes, armas para la KGB. Sin embargo, la pareja parece seguir siendo una verdadera pareja a través de muchos planos: son compañeros de trabajo en la agencia de viajes, y efectivamente son una pareja de agentes que trabajan para una misma causa y creen en una misma ideología. Han tenido que casarse para interpretar sus papeles de americanos y, entre tanto, se han enamorado en realidad (pero ¿cuál es “la realidad”?). En los papeles de segundo nivel que interpretan para engañar a sus informantes, a veces fungen también como pareja, pero con otros nombres y otras historias. Además, por una gran ironía, los actores (Matthew Rhys y Keri Russel ─la icónica protagonista de Felicity─) son pareja en la vida real. La unión entre los dos, en la que se sostiene la unión de ambos con el comunismo y con la Unión Soviética, es el único hilo de The Americans, una serie de espionaje que en ocasiones parece más una historia romántica.

El guion, presuntamente basado en relatos verídicos de espías de la Guerra Fría, podría contener cierta audacia, cierta medida de revelación histórica. Sin embargo, los acontecimientos de la Guerra Fría se tratan con demasiada prisa y superficialidad, y la trama política se desperdicia en aras de una trama familiar bastante sosa. El televidente advierte que esta serie solo es posible porque el comunismo se ha convertido en un nombre vacío, casi en un chiste en el siglo XXI. Le es difícil, además, seguir a los personajes durante cinco temporadas sin sentirse alienado por su banal carencia de escrúpulos.

El ritmo de la serie es irregular; los episodios parecen estar mal cortados, y es incomprensible la ubicación del clímax en cada uno de ellos. La trama es repetitiva: los espías reciben una misión y la llevan a cabo, y luego otra y otra igual. Todo lo que podría pasar es que los descubrieran en una de sus misiones, y lo que pasa, una y otra vez, es simplemente que eso no pasa. The Americans carece, además, de verosimilitud: los disfraces no parecen lo suficientemente buenos como para que nadie desenmascare nunca a los espías por accidente. Los personajes secundarios están poco desarrollados y no tienen peso ni incidencia en la historia. 

 

*Publicado en la edición impresa de septiembre de 2017.