Foto: Cortesía Fedesarrollo
Foto: Cortesía Fedesarrollo
23 de Enero de 2023
Por:
Diego Montoya Chica

Ante la llegada de un nuevo Gobierno nacional, Fedesarrollo convocó a 130 expertos para mapear los temas más espinosos en materia económica y social. Luis Fernando Mejía, director de ese centro de pensamiento, resume sus hallazgos en cuatro frentes clave.

¿Cómo enderezar el rumbo?

*Artículo publicado en la edición impresa de junio de 2022.

EL ESTUDIO ¿Qué hacer en...?, elaborado por Fedesarrollo y publicado en una plataforma digital de fácil navegación, e incluso con videos didácticos hechos por los ya renombrados realizadores de Magic Markers, tiene dos ejes: el primero es un diagnóstico público en el que se exponen, con crudo detalle y sinceridad, los lados flacos de la economía colombiana; sus enfermedades, si se quiere, con sus causas identificadas. A juicio de los 130 expertos que participaron en las mesas de trabajo —académicos, líderes gremiales y sindicales, así como exservidores públicos—, se trata de los males que obstaculizan el desarrollo de Colombia en términos macroeconómicos, pero también sociales.

El segundo frente del estudio es el de las consecuentes soluciones, o por lo menos el de las propuestas para avanzar en cada pilar fundamental, consignadas en dicha plataforma. Gracias a ello, el material resulta útil para el Gobierno que toma posesión el 7 de agosto, pero también supondrá una herramienta, un rasero, para que la sociedad civil evalúe el desempeño de la administración entrante en los frentes abordados.

El diagnóstico y las propuestas están divididas en 17 temas: mercado laboral, corrupción, educación, impuestos, pensiones, política social, salud, vivienda y ordenamiento territorial, infraestructura de transporte, comercio exterior, desarrollo productivo, desarrollo territorial, agricultura, sostenibilidad, seguridad y defensa, equidad de género y desigualdad. Reconociendo el contraste en proporciones, este ejercicio se asemeja al que Naciones Unidas adelantó, para la escala global, cuando adoptó los Objetivos de Desarrollo Sostenible en 2015, que no son sino destinos, ‘nortes’ hacia los cuales los Gobiernos a lo largo y ancho del planeta deberían enfilar todas sus fuerzas, con miras a un futuro mejor.

 

REVISTA CREDENCIAL habló con Luis Fernando Mejía, el director ejecutivo de Fedesarrollo, sobre cuatro frentes clave del estudio. El economista, respetado en el actual debate público, reconoce avances sustanciales de Colombia en las últimas décadas, por ejemplo en cuanto a cobertura de servicios de salud y educación. Pero insiste en que ese 39 % de colombianos que están en condición de pobreza, y ese 6 % en extrema pobreza, no la tienen fácil: las cifras indican que la movilidad social, en Colombia, es casi un mito.


ILUSTRACIÓN: CORTESÍA MAGIC MARKERS. 

DESIGUALDAD

Apalancada por el consumo de los hogares, nuestra economía creció bien en 2021: 10,7 %. Pero eso no parece reflejarse en los indicadores sociales. ¿Existe realmente esa desconexión?

No necesariamente. Colombia ha tenido un crecimiento económico destacable en los últimos 20 años, en comparación con un grupo de pares similares en la región. A principios de este siglo, teníamos tasas de pobreza del 50 %, mientras que, antes de la crisis del COVID, llegamos al 27 %. Es decir, casi a la mitad. En términos de desempleo, en prepandemia registrábamos niveles cercanos al 10 %, cuando antes habíamos llegado al 13, 14 o 15 %. Y ni hablar de inflación: antes del año 1999, era común ver ese indicador por encima del 25 % año a año, cuando luego, previo a dicha crisis, la mantuvimos por debajo del 10 %. En ese largo periodo de mejoría, en efecto hubo una consonancia entre crecimiento económico y mejoras en la calidad de vida.

Pero la crisis de la Covid-19 supuso un choque monumental, con su consecuente contracción en la actividad económica, y sobre la mesa aparecieron las vulnerabilidades que de verdad teníamos detrás de la estructura económica y social. Los avances, entonces, no eran tan consistentes ni tan sólidos, y la prueba es que con ese choque echamos para atrás casi todas las ganancias en pobreza, así como en otros frentes; el modelo resultó siendo bastante frágil.

Ahora bien, 2021 fue un año de recuperación económica, con crecimiento del 10,7 % —el tercero más alto de América Latina, después de Chile y Perú—, y aquí la cosa sí es cierta: ahora sí parece haber un desacoplamiento entre dicha mejoría y los indicadores de desempleo, que llegaron a un promedio de 13,5 % el año pasado. Es decir que la economía retornó a los niveles de producción que teníamos antes de la pandemia, pero con menos empleo.

Y eso es un problema gigante. De hecho, ocurrió igual en el primer semestre de este 2022: también se registró una recuperación importante de la economía, pero el desempleo persiste cercano al 12 %.

Parece irnos mal cada vez que nos comparamos con los promedios de la OCDE. ¿Cuáles son los países ‘pares’ con los cuales sí nos podemos mirar lado a lado?

Cuando están en el Gobierno, a muchos políticos no les gusta que se compare a Colombia con la OCDE. Y es que esa organización, realmente, es un club de países ricos: la gran mayoría tiene un ingreso por habitante sustancialmente más alto que el de Colombia —dos, tres, cuatro veces—. En esa esfera, los países pares de Colombia son los miembros en América Latina: México y Chile. Y cuando tú miras cualquier indicador —años de educación, ingreso por habitante, incidencia de pobreza, etcétera—, los que siempre aparecen peor son latinoamericanos, en parte, repito, porque nos estamos comparando con los más ricos. Si quisieras un análisis más amplio en el que se incluya al grueso en Asia y África, por ejemplo, pues Colombia no va a lucir tan mal. Sin embargo, yo sí creo que el ejercicio comparativo dentro de la OCDE es importante porque es aspiracional y le muestra a uno qué tiene que hacer para llegar a ser un país con mayor desarrollo económico y social.

 

De hecho, se dice que, en Colombia, se requieren 11 generaciones para pasar del 10 % más pobre de la población al promedio, mientras que en la OCDE este fenómeno se da, por lo general, en 4,5 generaciones. Ayúdenos a entender ese concepto.
En efecto, se trata de una trampa de pobreza. Pese a los avances, que son muy importantes, existe una estructura económica y social que replica la desigualdad: para la gran mayoría de personas es casi imposible moverse en términos de calidad de vida. Pero ojo: no estamos hablando en términos absolutos, pues hoy en día, una persona pobre vive sustancialmente mejor que una persona pobre hace 20 o 30 años, gracias a la cobertura en salud, que hoy es universal, así como a la de energía, a la oferta de agua potable y saneamiento básico, etcétera. El problema es la movilidad al interior de la sociedad: es probable que las personas pobres sean descendientes de las personas en esa franja de hace 30 o 40 años.

Algunas claves 

Existe desigualdad territorial, étnica, de género, de ingresos, de concentración en la tenencia de la tierra y propiedad inmobiliaria urbana, y de la riqueza financiera. Esto produce una extrema y prolongada inmovilidad social. Se propone, entre otras cosas, universalizar la educación inicial así como evaluar y formar docentes de colegio; fortalecer los campos educativos en relación con su pertinencia y establecer un currículo nacional base de referencia para competencias transversales. También reformar el esquema de contribución a seguridad en salud y pensión, crear un seguro de desempleo que no dependa de las contribuciones del empleado —para ingresos bajos— y fortalecer la calidad y cantidad de servicios de economía del cuidado. Asimismo, crear una renta mínima de inclusión social para los hogares en condición de pobreza —para adultos mayores y menores de edad—.

EMPLEO 

Ustedes aducen que la tasa base de cotización para la seguridad social es inequitativa y, de hecho, regresiva para personas que ganan menos de un salario mínimo. ¿Por qué?

Para personas independientes o las que llamamos “cuentapropistas” —las que trabajan por su cuenta—, existe una barrera para el empleo formal en la manera en la que el Estado diseñó las contribuciones a la seguridad social en salud y en pensiones. Si esa persona gana un salario mínimo como independiente —un millón de pesos—, el Estado le dice: para que usted sea formal y cumpla con todas las regulaciones de ley, tiene que aportar casi un 30 % de su ingreso: exactamente $290.000. Pero fíjese: dada la base del 40 % sobre la cual se hacen los aportes a partir de cierto monto, son los mismos $290.000 que debe aportar un independiente que devenga $2 500.000 pesos. ¿Y el que gana $500.000 mensuales? ¡Lo mismo! Ese último no puede ser formal si no aporta más de la mitad de sus ingresos. No nos debería sorprender si, ante ese panorama, muchos colombianos prefieran no aportar. Y es que, en Colombia, la informalidad es del 63 %: más de 6 de cada 10 ocupados son informales, y la mayoría son independientes. Aparte, cerca de la mitad de los ocupados ganan menos de un salario mínimo. De manera que estamos ante un sistema supremamente excluyente. Nosotros proponemos reformar esas contribuciones a la seguridad social.

A principios de este Gobierno, una ministra generó polémica tras proponer lo del trabajo por horas. Ustedes parecen estar de acuerdo con esa apreciación. ¿O solamente se refieren a que se pueda cotizar con base en cualquier ingreso, de manera proporcional?

Exacto, ese es el punto. Y acerca del salario por hora le digo lo siguiente: eso existe en Colombia, sobre eso hay mucha confusión; a mí, de hecho, me pagan hora cátedra como profesor. El problema no es que no exista la modalidad, sino que no se pueda cotizar por menos de un salario mínimo. Es que, de los casi 22 millones de ocupados que tenemos actualmente, 11 millones ganan menos de esa cifra.

¿Pero cómo reporta uno ingresos menores que un salario mínimo, para poder aportar?

Es que esto quizá no le vaya a servir a los “cuentapropistas” que manejan una economía informal de subsistencia, vendiendo en la calle, por ejemplo. Pero en cambio sí a aquellos que pueden trabajar en sitios auditados, formales. Por ejemplo, una madre cabeza de hogar que tiene que cuidar a sus hijos y a la que una empresa le paga medio salario mínimo por medio tiempo.

Se habla de 22 millones de personas ocupadas en el país, pero el potencial es de 39 millones. ¿Cuáles sectores podrían emplear más y mejor? En otras entrevistas, usted ha insistido en el frente de la construcción...

En estrategias de corto plazo, sí creo que el sector de la construcción es preponderante, pero tiene el problema de tener un sesgo de género importante: la gran mayoría de ocupados de baja calificación en la construcción son hombres, por lo cual hay que trabajar por mayor equidad de género. Sin embargo, ese sector tiene muchas ventajas: es altamente demandante de empleo y, además, tiene lo que llamamos “encadenamientos productivos”, es decir, que mueve detrás de sí al comercio, al transporte, etcétera: a otros sectores. La política pública tiene un rol importante porque no estamos hablando únicamente de las edificaciones del sector privado, sino también de obras de infraestructura impulsadas desde el Gobierno y las entidades territoriales: vías, colegios, parques, hospitales, etcétera.

Ahora, pensando en el mediano y largo plazo, nosotros enfatizamos en otras cosas, por ejemplo en el tema de la educación. Se requiere de un cambio profundo en la forma en que el país está formando a sus jóvenes tanto en básica como media y profesional, porque existe un fenómeno grave: muchos jóvenes terminan en universidades o instituciones educativas de baja calidad y, cuando salen a buscar trabajo, se estrellan con la realidad de un mercado que está demandando cosas distintas, más transversales o más afines con el mercado productivo.

Ustedes, de hecho, promueven que se refuerce el plano de las carreras técnicas y tecnológicas...

 

Sí, totalmente. Pero ojo: fortaleciendo los sitios acreditados para ello. Es que si miras cuáles son los estudios de educación superior acreditados, 80 % de ellos son carreras universitarias, y no técnicas ni tecnológicas. Hay una falsa percepción de que lo que realmente importa es lo universitario y que el resto es como de segunda categoría. En Alemania, la gran mayoría de personas estudian carreras técnicas y tecnológicas, y tienen los dos pilares funcionando de manera paralela. 

Algunas claves 

Más del 10 % de la población económicamente activa sufre de desempleo. Además, casi 64 % de los ocupados son informales. Y más o menos la mitad de todos los ocupados devenga menos de un salario mínimo. Sin embargo, el trabajo formal es excesivamente más costoso que el informal, y tiene barreras, tanto para empleadores como para empleados. También existen grandes brechas de calidad, cantidad y pertinencia de la educación con respecto al mercado laboral. Se debe, entre otras estrategias, reformar ese esquema de contribuciones y crear un seguro de desempleo no contributivo. 

CORRUPCIÓN 

Una de sus ocho recomendaciones para combatir la corrupción es: “restringir el uso del régimen de contratación por los esquemas especiales y limitar contrataciones no competitivas y las adiciones a los contratos”. ¿Qué quiere decir eso, para uno que es de a pie?

 

La Ley 80, que es la del régimen de contrataciones, dice que toda compra realizada por un ordenador del gasto —sea desde el poder Ejecutivo, Legislativo o Judicial— tiene que hacerse a través de un mecanismo competitivo, es decir, en una convocatoria pública que garantice la mejor relación entre calidad y precio. Pero nosotros encontramos que la enorme mayoría de las compras en el Estado no se hacen así, sino a través de lo que se conoce como “mecanismos excepcionales”: la contratación a dedo, justificada caso a caso y por distintos motivos. La Ley 80 dice que eso puede ocurrir, pero como lo dice el nombre de la modalidad: en casos excepcionales, esporádicos. Y aunque no siempre ocurre como resultado de corrupción, sí genera un boquete grande para que esta tenga lugar. Proponemos entonces que esto se reglamente, de manera que los mecanismos más utilizados sean los competitivos y no al revés.

¿Pero cómo se obliga usted a que esa modalidad de contratación o compra sea realmente excepcional?

La Ley 80 da los lineamientos generales, pero existen también algunos particulares que podrían ordenarse desde el Ejecutivo. Por ejemplo, que no se pueda exceder el 20 % o el 30 % de la contratación —habría que estudiar esa proporción bien— vía mecanismos excepcionales. Pero lo que no puede pasar es que sea ilimitado: eso es absurdo.

Algunas claves 

Existen redes clientelares entre sector público y privado, y el sistema electoral deja esto en evidencia por tener falencias grandes en toda la cadena. Una preponderante es el financiamiento privado de las campañas. Fedesarrollo propone aumentar del 30 al 70 % la financiación pública directa e indirecta a las campañas políticas. Además, sugiere ocho reformas a los organismos de control para incrementar su eficacia, así como modificar la nominación y elección de los magistrados del CNE.

 

COMERCIO EXTERIOR

El estudio de Fedesarrollo dice que Colombia no está en las Cadenas Globales de Valor. ¿Qué quiere decir eso y cómo corregirlo?

Básicamente, que lo que Colombia exporta son materias primas, commodities: petróleo, carbón y algunos productos básicos como flores, bananos, etcétera. El problema con esos productos es que no son sofisticados en el sentido de que no producen mucho valor agregado: la base industrial necesaria para su producción es muy limitada, salvo pocas excepciones. Eso hace que dependamos demasiado de los precios internacionales de esos productos no procesados. Recordemos lo que sucedió en 2014: hubo un choque en el precio del petróleo y la economía se fue ‘para el carajo’: tuvimos un gran déficit, se cayó el crecimiento, hubo que recurrir a una reforma tributaria, etcétera.

Las Cadenas Globales de Valor, entonces, son las que se refieren a la producción de bienes más sofisticados porque tienen un mayor valor agregado, con más etapas de procesamiento. No tendríamos que estar en la punta pero, a hoy, Colombia no tiene la capacidad de insertarse en esa cadena. Y es importante porque esos productos con mayor valor agregado y más sofisticado procesamiento no dependen tanto de las volatilidades de los precios. Además, generan capacidad industrial y soluciones de empleo, entre otras cosas.

¿Y qué productos o servicios tiene en potencia Colombia que sí estén conectados a esas cadenas de valor?

La agricultura, indudablemente, pero pensada como agroindustria. Hoy, buena parte de lo que exportamos son bienes básicos que se procesan industrialmente en otros países. Tenemos entonces que utilizar mejor nuestros suelos, esa enorme disponibilidad de hectáreas, pero cambiando el modelo. Colombia tiene un potencial enorme y subutilizado en ese frente, y en cambio lo que tenemos es ganadería extensiva, con enormes problemas de sostenibilidad ambiental. Además, en general exportamos muy poquito. Tenemos una cantidad de tratados de libre comercio que no estamos utilizando.

¿Y qué hay del turismo? ¿Es conveniente proyectarse como un país volcado a ese tipo de servicios, en todo caso? Parece “sofisticado”, como dice usted, en el sentido de que jalona otros sectores.

Sí, y es fundamental. Antes del acuerdo de paz, recibíamos a uno o dos millones de turistas, y luego pasamos a recibir a cuatro millones. Ese impresionante crecimiento se detuvo con la pandemia, pero incluso en nuestro pico, si nos comparas con otros países —hasta más pequeños, como Costa Rica—, todavía ellos reciben más visitantes que nosotros. Dado el tamaño del país, dada nuestra enorme riqueza geográfica, territorial, ambiental y cultural, la potencialidad del turismo es inmensa y no solo en el tradicional, sino también en el ecoturismo y demás específicos. Además, como si se tratara de una exportación de bienes, es una fuente de divisas y eso ayuda a financiar el déficit externo. Adicionalmente, como dice usted, genera encadenamientos.

Algunas claves

 

Las exportaciones promedio de los países de América Latina suponen un 25 % de su PIB; en Colombia esta cifra no sube del 20 %. Nuestro país no está muy presente en las Cadenas Globales de Valor porque exporta, primordialmente, commodities y materias primas que no encadenan otros sectores de la economía. Además, esos productos exportados están expuestos a la volatilidad de los mercados. Adicionalmente, la productividad en Colombia está estancada desde hace 40 años. Entre otras, Fedesarrollo propone revisar la política arancelaria y evitar excesivos trámites aduaneros; priorizar la internacionalización de la economía colombiana y aprovechar las oportunidades en el frente de la agroindustria y del medioambiente.

IMPUESTOS

Otra comparación odiosa con la OCDE es que recaudamos pocos impuestos: 14 % de nuestro PIB, cuando el promedio en la organización es de 34 %. ¿En dónde debería modificarse sustancialmente la carga?

Por el lado de las empresas, claramente tenemos que eliminar esa gran cantidad de exenciones que existen para ellas. Algunos creen que pagan muchos impuestos porque sus tarifas de renta, aquí, son del 35 %, mientras que, por ejemplo en Estados Unidos, son del 21 % y en la OCDE son del 30 %. Pero es que cuando revisas las tasas efectivas, son mucho más bajas por todas las deducciones que existen si —por ejemplo— haces parte de la economía naranja, o de la agricultura, o si eres una zona franca, etcétera. Tenemos ese mal equilibrio y, en la práctica, el pago de impuestos no es tan alto. Nuestra propuesta es: tengamos incluso tarifas más bajas, pero que realmente se paguen.

Y por el lado de las personas, debemos continuar mejorando en progresividad. Hoy en día, entre más alto sea tu ingreso, tú pagas proporcionalmente más, con la excepción de algo así como el 3 % más rico: ellos empiezan a pagar un poquito menos, porque sus rentas no son laborales, sino de capital. Pueden, además, deducir una cantidad de cosas que los asalariados no, y el resultado es absurdo: que el 3 % de más altos ingresos paga menos impuestos, en la práctica, que personas que están en el 10 % de más altos ingresos.

Con base en eso, se podrá mejorar en algo la recaudación en Colombia. Quizá no para llegar a niveles de la OCDE —eso es imposible— pero sí para cerrar la brecha frente a América Latina, con unos cuatro, cinco puntos más.

¿Es decir para llegar más o menos al 20 % del PIB?

Sí, pero de forma gradual.