Foto de Magnet.me en Unsplash
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24 de Marzo de 2021
Por:
Amira Abultaif Kadamani*

Para el psiquiatra y médico ocupacional Felipe Villegas, la virtualidad agudizó el trabajo en exceso y, con ello, las enfermedades mentales.

La venganza de las pantallas: trabajadores recalentados y aislados

 

*Artículo publicado originalmente en la edición impresa de marzo de 2021.

Un reporte de la firma neoyorkina NordVPN Teams, proveedora de servicios de red privada virtual para empresas, señala que el confinamiento causado por la pandemia elevó en 2,5 horas al día, en promedio, la jornada laboral en Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Austria y Países Bajos. Por su parte, una encuesta de Morgan Stanley realizada en agosto y publicada en The Economist indica que cerca del 25% de empleados en Francia, Italia, España, Alemania y Reino Unido trabajaron más de cinco días a la semana, desde casa.

El trasteo forzado al mundo virtual generó, en su momento, una dosis enorme de incertidumbre, ansiedad, angustia y fatiga en el frenesí de implementar el teletrabajo. Al cabo de un año el proceso está más fraguado, pero los tiempos y los espacios privados hicieron agua y la casa pasó de ser un refugio familiar y lugar privilegiado de desconexión a una zona multifuncional que le abrió las puertas de par en par a la cultura del “siempre disponible”. Ese cambio drástico de estilo de vida tiene ganancias y pérdidas, y entre estas últimas, la más preocupante, es la salud mental. Felipe Villegas, fundador y director de Mutalis, instituto prestador de servicios clínicos dedicado exclusivamente a la salud mental ocupacional, hace un panorama de esta nueva realidad y sus coletazos.

¿Cómo se discierne que una patología mental es laboral o no?

Es un dilema permanente en mi campo porque el límite es muy difuso. Hay que desmenuzar muy bien las causas de la enfermedad, ver cuáles son los factores estresores en el trabajo, qué carga genética tiene el individuo o su correlación con enfermedades familiares, antecedentes psiquiátricos previos u otras patologías. Nuestra labor es determinar qué pesa más: lo intralaboral o extralaboral, y para ello trabajamos en equipo psiquiatras, psicólogos y neuropsicólogos. Además de una valoración clínica, nos apoyamos en pruebas neuropsicológicas y en el análisis psicosocial del puesto de trabajo trazado por el Ministerio de Trabajo. Usualmente lo que se hace es triangular la información: le preguntamos al jefe del paciente, al paciente y a sus compañeros sobre cómo son las condiciones de trabajo.

¿Cuáles son los principales estresores en el trabajador?

La carga laboral excesiva, las relaciones inadecuadas con los jefes o compañeros, el peso cognitivo muy alto del cargo (personas con trabajos de alta responsabilidad y en los que cometer un error genera inconvenientes graves de tipo legal o económico), y la atenciónapúblicos complejos, demandantes, agresivos o quejumbrosos (verbigracia, call centers, entidades estatales que atienden víctimas, trabajadores de la salud). Así mismo, las personas con bajo entrenamiento en su función o que están empezando su carrera laboral tienen un factor de riesgo muy importante. Eventos traumáticos devastadores como la muerte de una persona cercana del trabajo o el secuestro durante su jornada constituyen otro factor.

¿Cuál era el panorama del workaholism y qué cambió con la pandemia?

Antes del COVID-19 las enfermedades mentales iban en aumento y seguían muy estigmatizadas por todos los actores, es decir, no era algo de lo que se hablaba en la empresa. Veíamos el teletrabajo como un factor protector, por lo que a los pacientes con muchos síntomas les recomendábamos trabajar en casa. Con la pandemia, quienes tenían una enfermedad mental previa empeoraron con el encierro, su adherencia a la medicación disminuyó durante un tiempo y el 30 % reportó alteraciones del sueño. Y quienes no tenían antecedentes empezaron a presentar síntomas como dificultades para dormir, ansiedad y depresión, que no necesariamente constituyen una patología. Muchos se adaptaron a la nueva realidad y mejoraron, pero algunos ahora están consultando con cuadros psiquiátricos relacionados con el encierro, la disminución del apoyo o duelos por muertes cercanas, entre otras razones, y eso nos indica un incremento irrevocable de la enfermedad mental en la pospandemia.

¿Cómo se determina que la persona tiene una enfermedad y no que está pasando por dificultades que hacen parte de su crecimiento y formación?

Es muy importante diferenciar síntomas de trastornos, y para eso determinar la duración y la severidad son cruciales. Es normal tener síntomas de ansiedad, tristeza, angustia o alteraciones del sueño o de la alimentación. Pero cuando pasan semanas y sentimos que no mejoramos, que la funcionalidad está disminuyendo, que no nos dan ganas de hacer nada y que las relaciones interpersonales están afectadas, hay que consultar antes de entrar en un estado crónico de malestar.

¿Cómo incidió mentalmente el uso abrumador de la tecnología para el trabajo?

Si previo a la pandemia teníamos un consumo excesivo de redes sociales y pantallas, su uso todo el día es muy riesgoso para la salud mental porque la pantalla no solo genera una gran fatiga al requerir una carga cognitiva y energética muy importante, sino que aísla social y emocionalmente a las personas y desata problemas de atención dada la multiplicidad de estímulos simultáneos. Pese a sus grandes beneficios para mitigar la parálisis de la economía, también ha derivado en pérdida de productividad, pues el común denominador son reuniones infinitas en las que las tareas se posponen y las actividades se reprograman por la facilidad del agendamiento y, en últimas, el cumplimiento de metas se dilata. La virtualidad nos otorga unas facilidades, pero estamos abusando de ella y los síntomas psiquiátricos que hemos apuntado se elevan de forma importante.

¿La mente humana está facultada para el multitasking?

Si es un multitasking de corto tiempo —un par de semanas—, se puede hacer con pausas para que el cerebro descanse y se relaje. El problema es que a mediano y largo plazo el riesgo de error es muy alto, el desempeño es bajo y resulta inviable para el cerebro al punto de causar ansiedad como enfermedad.


¿Cuál sería un escenario ideal de trabajo con respecto a la virtualidad y la presencialidad?

Lo primero es darles la seguridad a los trabajadores de que la empresa hace todo lo posible por salvaguardar la salud en el retorno al trabajo; esta preocupación irá disminuyendo a medida que la vacunación avance. Segundo, la compañía debe analizar muy bien las razones por las cuales sus empleados quieren o no volver a la oficina para determinar quiénes sí y quiénes no deberían regresar. Para aquellos que definitivamente deban quedarse en casa hay que implementar un teletrabajo real, es decir, con pausas activas, horarios definidos y condiciones tecnológicas y ergonómicas adecuadas. Es fundamental establecer sistemas híbridos de trabajo para no perder la flexibilidad ganada y recobrar las ventajas del encuentro con los colegas y jefes, pues hay momentos de creatividad y desarrollo interpersonal que solo se dan con el contacto social. Todo esto redundará en beneficios para el bienestar mental y la productividad. No obstante, ya estamos viendo el aumento progresivo de casos de enfermedades mentales, pues los pacientes suelen llegar un año después de que la patología se califica en una EPS y después la ARL nos los remite. Creo que habrá una avalancha de enfermedad mental.

* Periodista y escritora colombo-libanesa.  Ha trabajado para agencias periodísticas internacionales, y como investigadora y productora de documentales para Discovery Channel, National Geographic y PBS.