Avenida Colombia, barrio El Prado, Barranquilla
Septiembre de 2016
Por :
Carlos Bell Lemus

URBANIZACIÓN EL PRADO EN BARRANQUILLA: KARL PARRISH

Hablar en Barranquilla del barrio El Prado es hablar de la impronta urbanística más determinante de su desarrollo físico espacial. Si las ciudades se configuran a partir de los sucesos históricos significativos de su nacimiento, no cabe duda que esta intervención marcó el paso a su posterior normatividad y reglamentación.

Entre 1920 y 1930, cuando la prosperidad económica del desarrollo industrial y portuario de Barranquilla señalaba la diferencia con las otras ciudades colombianas, el empresario norteamericano Karl Parrish propuso construir una nueva ciudad al lado de la existente; una ciudad que aprovechara el adelanto de Barranquilla y a la vez se proyectara como una nueva alternativa de vida para la minoría dirigente de la ciudad que podía costearla y mantenerla, y cuyo imaginario de ciudad estaba prefijado por los referentes estéticos de la modernidad europea y norteamericana.

Tarjeta postal de Raúl de la Espriella, Boston, ca. 1945. Karl C. Parrish, ca. 1922

 

La urbanización del Prado ofrecía así la posibilidad de instalarse en la modernidad material. El cliente podía escoger el lote de terreno para construir su casa unifamiliar dentro de una estructura geométrica abstracta de calles dibujadas en un plano, sobre el compromiso del urbanizador de suministrarle todos los servicios complementarios considerados modernizadores de la vida urbana. En él podía, respetando el rigor de las normas establecidas, desarrollar su proyecto habitacional respondiendo a los nuevos lenguajes del modernismo arquitectónico, entendidos en la época como lo novedoso y lo cosmopolita. Entre las primeras viviendas construidas hubo ejemplos de arquitectura sencilla en un piso, dentro de un lenguaje austero y básico, pero la fiesta de los estilos comenzó más tarde, en los años treinta. Una libre interpretación estilística, propia de las periferias europeas y norteamericanas de comienzos de siglo XX, acompañó el desarrollo arquitectónico del barrio El Prado e hizo posible que, junto a los modernismos asociados a lo considerado internacional, aparecieran proyectos con lenguajes arquitectónicos moriscos, italianos, griegos, franceses, etc.

La configuración final del espacio construido del Prado resultó paradójica, pues si bien su manera de consolidarse fue a través de una gestión moderna de planteamiento previo, normatividad homogénea, inversión en infraestructura, promoción comercial y gestión institucional, sin embargo, las viviendas construidas por sus propietarios produjeron un conjunto de tendencias historicistas, próximo a los modernismos previos al verdadero movimiento moderno. El esquema planteado permitió que dentro de una trama urbana elemental y simple se produjera un conjunto heterogéneo de formas volumétricas y decorativas, que paradójicamente producen un alto grado de homogeneidad urbana.

El planteamiento urbanístico del Prado fue acogido por la dirigencia barranquillera con entusiasmo y, al desarrollarse en una porción muy significativa del territorio de la ciudad existente, fue asumido como guía para la intervención de las áreas circundantes con estructuras urbanas equivalentes. Sobre la misma metodología de planteamiento previo, amplios retiros, sesión de áreas públicas, servicios domiciliarios, cajas de aire, se procede casi inmediatamete a construir barrios como Bellavista, Las Delicias, Boston y El Recreo.

Como legado al patrimonio arquitectónico y urbanístico de la ciudad, el barrio El Prado materializa los primeros intentos exitosos de la dirigencia barranquillera por incorporarse a la modernidad y proporciona una lección de buen urbanismo que hoy, a finales del siglo XX, se está necesitando más que nunca. Visto en perspectiva histórica, el resultado urbanístico del barrio El Prado es percibido como una clara manifestación de la espacialidad moderna y una experiencia pionera en Colombia, por introducir en un formato racional y previsivo el espontáneo crecimiento de los asentamientos colombianos. El planteamiento urbanístico moderno dominó sobre los componentes historicistas del conjunto, y por su aporte al desarrollo urbanístico de las ciudades colombianas fue avalado como Patrimonio Nacional por el Consejo de Monumentos Nacionales, en 1995.