Durante el cóctel ofrecido en honor de la Constituyente, brindan el presidente de la República, Gustavo Rojas Pinilla, el expresidente de la República -y presidente de la ANAC- Mariano Ospina Pérez, y el general Gustavo Berrio Muñoz, ministro de guerra. El Espectador - Foto Garrido
Septiembre de 2016
Por :
Carlos Lleras Restrepo

UN GOLPE PALACIEGO

"En mi concepto no se ha realizado propiamente un golpe militar, por lo menos hasta ahora, sino un golpe palaciego cumplido en el seno de las camarillas conservadoras y que naturalmente tenía que tener como instrumento al Ejército. Me parece que Urdaneta arregló con Rojas pinilla el apoyo del Ejército con el objeto de que Laureano no lo pudiera sacar del Gobierno, y ese fue el sentido del discurso de Rojas Pinilla en el reciente banquete, quedando entendido que, si lo sacaba [Laureano a Urdaneta], el Ejército se tomaría el poder. En toda esa intriga estuvieron indiscutiblemente mezclados Ospina y Alzate. A mí sí me había llamado la atención la forma amable como Diario de Colombia comentó el nombramiento de Pabón Núñez para Ministro de la Guerra. Probablemente desde ese entonces estaba ya Pabón mezclado también en el asunto.
Se publicó el proyecto de Constitución para acabar de alarmar al público. Pero es evidente que Ospina no iba a esperar si la Constituyente tenía mayoría laureanista.
La idea central debe de haber sido la necesidad de salvar al régimen conservador; algo que tiene semejanza con el 31 de julio. Debieron darse cuenta de que Laureano insistía inconmoviblemente en dos cosas: hacer aprobar su Constitución y cerrarle el paso a la candidatura de Ospina Pérez. En estas condiciones, la división del partido conservador era irremediable y la fuerza misma de los hechos obligaría al ospinismo a buscar el apoyo liberal y a formar con el liberalismo un solo frente de batalla, como ya estaba ocurriendo tímidamente. Sobre esas bases, la solución para salvar al conservatismo era obvia: apelar al Ejército, con la seguridad de que todo el partido conservador se pondría del lado de quien tuviera esa fuerza en sus manos. Rojas Pinilla satisfacía su ambición presidencial y además quedaba como salvador del partido conservador. Naturalmente había necesidad de rodear de popularidad el movimiento y de hacerle concesiones a la opinión liberal, como en efecto está ocurriendo. Pero el hecho mismo de haber reunido la Asamblea constituyente y la presencia en el seno del gabinete de personas como Pabón Núñez, el coronel Agudelo y el general Gustavo Berrío muestran el carácter cerradamente conservador del movimiento. La complicidad de Urdaneta está demostrada por el apoyo que dio inmediatamente a Rojas Pinilla y por la presencia en el ministerio de algunos de sus incondicionales: Pedro Nel Rueda Uribe, Pabón, etc. Ospina está seguro con Berrío en el Ministerio de Guerra. Alzate logró introducir dos elementos suyos: Caicedo Ayerbe y Rivera Valderrama. Por lo demás, se apoderó del directorio conservador y creo que va a tener una preponderante influencia en el desarrollo de la política.
Falta por saber si Rojas Pinilla le encuentra gusto al ejercicio del mando y quiere quedarse por un tiempo más largo del que Ospina desee. Ese problema lo resolverá la Constituyente, y probablemente le darán dos o tres años de poder, considerando ese período como necesario para tranquilizar al país y hacer elecciones. Ahora, que uno nunca sabe hasta dónde puedan llegar las ambiciones militares una vez desatadas.
Los conservadores harán su constitución. Será algo mucho más suave de lo que quería Laureano. Pero no hay que pensar en que renuncien a introducir ciertas reformas que les faciliten su permanencia en el mando.
Mientras tanto, el nuevo gobierno se ha conquistado el entusiasmo de los liberales, y esto es apenas natural. Ya se podrá suponer usted lo que significó sentimentalmente para todos y cada uno de los liberales el anuncio de la prisión de Laureano, de Leiva y de Andrade. Es indudable además que se entrará en un régimen de mayor libertad; que cesarán o por lo menos disminuirán los atropellos contra los liberales y que la lucha armada se acabará. El hecho que le comuniqué esta mañana, o sea la declaración del gobierno respecto a que los guerrilleros de Antioquia se habían presentado a entregar las armas y que por orden personal de Rojas pinilla se les había dejado libres para que retornaran a sus hogares es muy significativo. Todo esto explica muy bien que los liberales estén felices; se sienten contentos con poder respirar y no se detendrán mucho a pensar en la maniobra política que va por dentro. Usted ya conoce suficientemente el estado de espíritu en que se encontraban y que usted me comenta en la última carta suya que recibí esta mañana. En esas condiciones puede usted estar seguro que les produciría verdadera ira todo acto nuestro que ellos no interpretaran como favorable a lo sucedido.

Izquierda: Mariano Ospina Pérez, presidente de la Asamblea Constituyente. A su izquierda el primer vicepresidente, Rafael Azuero Manchola; a la derecha el segundo vicepresidente, Abelardo Forero Benavides. Cromos - Foto Sady. Derecha: Los miembros de la Dirección Liberal se reunieron con el presidente Rojas Pinilla el 16 de junio. De izquierda a derecha Luis López de Mesa; Lucio Pabón Nuñez, ministro de gobierno; el Presidente Gustavo Rojas Pinilla; José Joaquín Castro Martínez y Rafael Parga Cortés.

 

La situación, pues, es bien difícil para adelantar una política que tome en cuenta el porvenir. Rojas Pinilla debe estar sintiendo que cuenta con el apoyo liberal, cualesquiera que sean las reservas que muestren los dirigentes. Hay que trabajar sobre esos materiales. Y hay que trabajar porque de lo contrario el partido liberal corre ahora más que nunca el riesgo de pasar a ser un simple apéndice del Gobierno, sin influencia positiva sobre la vida pública. La consolidación del régimen conservador estaría asegurada para muchísimos años.
En mi concepto, si contemplamos esa situación con criterio realista y trabajamos con los únicos materiales de que disponemos y tomando en cuenta el estado del espíritu público, tenemos que seguir más o menos la siguiente política: a pesar de las características de golpe palaciego que tiene lo que ha sucedido, es evidente que eso responde también a un hondo movimiento del espíritu público que anhelaba un cambio. La habilidad conservadora consiste en buscar la manera de darle satisfacción a ese anhelo sin perder realmente el control de la situación. Pero el péndulo se ha devuelto, como le dije en mi cable de hoy. Al moverlo en sentido contrario al que traía, para darle una satisfacción a la opinión, los dirigentes de la maniobra pueden encontrarse con una fuerza impulsora que lleve ese péndulo hasta más allá de donde ellos hubieran deseado que se detuviera. Es esa fuerza impulsora la que hay que estimular. Me parece, por ejemplo, que las manifestaciones liberales de apoyo a Rojas Pinilla le van creando compromisos para poder conservar su popularidad. Y en ese sentido es bueno que se hayan producido, sobre todo sin que los dirigentes liberales nos hayamos comprometido en ellas. Pero es obvio que si queremos salvar la autonomía del partido debemos dirigir el curso futuro de la actividad liberal. Las declaraciones que le remití son un primer sondeo para saber si hay manera de entrar a influir en la situación. El liberalismo debe ser parte activa en la obra de la paz y pesar con su presencia para que no se retroceda en el camino de volverle a garantizar su libertad. En otras palabras, hay necesidad de que Rojas Pinilla y el Ejército acaben por sentirse vinculados en cierta manera al liberalismo a propósito de las garantías y de conservación de instituciones democráticas” (Fragmentos).

Carta de Carlos Lleras Restrepo al expresidente Eduardo Santos, de 16 de junio de 1953.
Del libro Cartas del Exilio. Edición, prólogo y notas de Carlos Lleras de la Fuente. Editorial Planeta, Bogotá 2005