06 de diciembre del 2024
 
Salamina Henry Price, 1852
Diciembre de 2019
Por :
Jorge Enrique Esguerra Leongómez * Arquitecto y Magister en Historia y Teoría de la Arquitectura, Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá. Docente de la Universidad Nacional de Colombia, sede Manizales (1976-2004). Miembro fundador de la Academia Ca

SALAMINA

 

Salamina, al igual que el todo el territorio colonizado, por antioqueños, conservó y aún mantiene rasgos de sus costumbres originarias. En esta población , llada cultura "paisa", sin embargo,  comenzó a tener desde muy temprano visos de autonomía en sus manifestaciones literarias y artisticas, los mismos que influyeron en la constitución de los valores caldenses.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La época y el escenario de su fundación

El nacimiento de Salamina, en 1827, dependiente entonces de Antioquia, responde a la gran migración forzada ocurrida en esa provincia desde la Independencia. La llamada “colonización antioqueña”, en su dirección hacia la vertiente caucana media de la Cordillera Central, fue un repoblamiento sobre las grandes extensiones abruptas y selváticas que habían perdido a sus pobladores indígenas en el período colonial. Aunque en el ánimo de los migrantes persistía la tradición de la búsqueda de oro, la impronta del nuevo período y del nuevo escenario era la agricultura y no la minería, y las fundaciones urbanas ya no eran plazas de armas sino plazas de mercado. La finca autárquica inicial de las familias colonizadoras, que les proporcionaba alimento procedente de los sembrados de maíz, fríjol, plátano, caña, cacao y frutales, además de una huerta, un corral de aves y una porqueriza, con el tiempo fue dándoles excedentes que podían intercambiar con la dinámica empresa de la arriería, el transporte de mercancías a lomo de recuas.

 

Una calle de Salamina. FOTO JORGE ENRIQUE ESGUERRA LEON GÓMEZ, 2019

 

 

Para hacer la pausa en los recorridos, los nuevos pobladores labriegos debían escoger entre los profundos cañones hídricos, que eran cálidos y húmedos, y las empinadas serranías aireadas, que fueron las que siempre los acogieron. Encimadas (puestas sobre la cima) fue el nombre del sitio sobre el lomo montañoso donde fue fundada, a 1.812 metros sobre el nivel del mar, porque era la meta saludable para los colonos que, procedentes de Las Aguadas, habían traspasado el cañón del río Pozo-San Lorenzo. En ese sitio surgió la fonda caminera, germen del mercado libre que se abría de forma incipiente en los inicios de la república.

 

Primera casa que,  según se dice, construyó Eliseo Tangarife. Tiene el típico balcón esquinero  que aparece en varias poblaciones surgidas durante la colonización antioqueña. 

 

 

 

 

 

Una fundación comunitaria

La tradición oral de la fundación de Salamina alude a la “roza en comunidad”, allá en Encimadas, que se constituía en el sustento alimentario de pancoger, mientras los asociados ejercían las labores, conocidas desde la Colonia, de delinear la traza en cuadrícula, que tenía la plaza en el centro, y construían, con lo que les proporcionaba el entorno boscoso, las primeras armaduras de guaduas, tierra y cagajón (el tradicional bahareque), así como techos de paja maciega o astillas de cedro, que servirían indistintamente para el culto religioso, las oficinas judiciales o las primeras viviendas urbanas. A mediados de 1827 se estaban realizando esas labores, seguramente bajo la dirección de quienes, según las fuentes habladas, figuran como fundadores, entre quienes se destacan Fermín López, por su protagonismo en los inicios del poblado, y Juan José Ospina, por ser el realizador del trazado y por relacionar el nombre de Salamina con la célebre batalla homónima de la antigua Grecia. También afirman esas referencias que estos dos colonos, junto con otros, y asociados con José Ignacio Gutiérrez, habían intentado dos años antes fundar la población en Sabanalarga, y que después, debido a “los reducidos avances del caserío”, resolvieron trasladarla a Encimadas, hecho que los historiadores han llamado “la traslación”. 

 

Sin embargo, lo que aclaran las fuentes escritas es que Gutiérrez era el comisionado y tío político del supuesto heredero de la colonial Concesión Aranzazu, Juan de Dios, quien había logrado hacerse titular en forma espuria esa merced de tierras realengas en plena República. Además, su padre, Jesús María, quien la había recibido en 1801 del rey de España, había incumplido el compromiso de cultivarla, uno de los requisitos productivos que la Corona imponía a los concesionarios. Como Juan de Dios era parlamentario y residía en Bogotá, había conseguido allí hacer firmar por las autoridades –incluido el presidente, Francisco de Paula Santander– un decreto de fundación para Sabanalarga, en 1825, con el nombre de Salamina y con los mismos límites de la antigua Concesión. Así, Aranzazu fracasó en su intento fundacional personalista en Sabanalarga, porque donde prosperaban las condiciones comunitarias para construir un núcleo urbano era en Encimadas.

 

Contraportón y patio de la Casa de la Cultura. El maestro Eliseo Tangarife realizó los calados en madera inspirado en motios veetales de la región. FOTO FERNANDO URIBE, 2019

 

 

 

 

Inicio de la vida urbana en medio de conflictos

El distrito parroquial de Salamina nace simultáneamente con los conflictos agrarios que caracterizaron a la región en esa época, originados por el despojo de las parcelas de cientos de familias campesinas que las estaban cultivando cuando Aranzazu tomó posesión de esas tierras, en 1824, y las expandió de hecho hasta la frontera sur de Antioquia (el río Chinchiná), en 1829. Por eso, el primer desarrollo de Salamina fue muy lento, debido a que los pobladores comenzaron a salir en busca de tierras libres del dominio de González, Salazar y Compañía, nombre que tomó la sociedad acaparadora de baldíos. Uno de los que emigró hacia el sur, en 1837, fue Fermín López, quien sentó las bases agrarias para el posterior nacimiento de Manizales y fundó Santa Rosa de Cabal.

 

Mientras Juan de Dios Aranzazu ejerció como gobernador de Antioquia (1832-1836) y presidente de la república encargado (1841-1842), impuso su poder regional en Salamina por intermedio de su tío materno, Elías González, quien adelantó una labor despótica contra los campesinos. Dado que la recién fundada población quedó involucrada en el acontecer político nacional, fue escenario en las guerras civiles del siglo XIX. En 1841 y en 1879 se libraron allí combates, al constituirse en una de las plazas fuertes del sur de Antioquia.

 

Las tallas de Eliseo Tangarife (Rionegro, 1874 – Manizales, 1958). La labor de este constructor y tallador de madera merece especial reconocimiento. Tangarife, influenciado por las tendencias modernistas europeas, se inspiró sobre todo en la fauna y en la flora locales, así como en seres mitológicos, y dejó infinidad de trabajos que moldeó en aleros, cornisas, balcones, ventanas, portones, contraportones y canceles que confieren a su centro histórico gran calidad artística. Por eso, el centro fue declarado Monumento Nacional en 1982, y en 1992 se propuso su inclusión en el Patrimonio de la Humanidad. Lamentablemente, esta iniciativa fue desviada por la declaratoria del Paisaje Cultural Cafetero, en 2011. No obstante, en esa declaratoria se atribuye a Salamina la condición de ser cuna de dicho paisaje, aunque en la práctica se haya diluido la valoración arquitectónica y artística que dio origen a tal iniciativa.

 

 

 

 

 

Eslabón de mercados regionales: el café

Una vez superados los grandes conflictos de tierras, en 1853, Salamina se convirtió en un centro importante en lo político y económico. De depender inicialmente del cantón de Sonsón, comenzó a adquirir preeminencia regional cuando fue capital del Departamento del Sur de Antioquia, en 1864. En verdad, su progreso fue muy notorio como eslabón importante de la red de mercados agropecuarios que se consolidaron en lo que hoy es el norte de Caldas, muy en relación con las minas de oro del occidente. Pero lo que le dio mayor empuje económico fue la presencia del café en la región, hacia finales del siglo XIX, que fue incorporado en las pequeñas y medianas fincas campesinas de ladera y estimuló así, aún más, el comercio de la arriería.

 

BLIBLIOTECA LUIS ÁNGEL ARANGO, BANCO DE LA REPÚBLICA / CC 2 .0

 

Agripina Montes del Valle (Salamina, 1844 – Anolaima, 1915). “Criatura fina y eléctrica, opulenta en dones del espíritu y en excelencias de mujer”, así definió Rafael Pombo en 1883 a esta prolífica poeta. Agripina Montes del Valle pasó su infancia entre Salamina y El Peñol, para después, hacia 1854, irse a Bogotá a cursar estudios en el Colegio La Merced. Desde mediados de la década de 1860 comenzó a figurar como poeta y participante en revistas y círculos literarios. Vivió en diferentes poblaciones, como Manizales y Santa Marta, donde fue educadora, mientras seguía escribiendo poesía. Su obra es una reflexión acerca de la condición transitoria de la vida y evoca sobrecogedoras imágenes de la naturaleza y el paisaje. Por ejemplo, en “Sobre el cráter del Ruiz”, Montes escribió: Nacida al pie de tu gigante mole, / Crecida en tus brezales; / Más de una vez sobre tus lavas yertas / Y en tus rutas ya inciertas, / Del Chinchiná con las inquietas olas / Ha rodado mi llanto, / Y en tus floridas márgenes / Más de una vez mi canto se inspiró. En Salamina, desde 2015, viene celebrándose un concurso anual de poesía en su honor.

 

 

FOTO LUIS ALVEART, 2014

 

 

Después de la creación del Departamento de Caldas, en 1905, con Manizales como capital, Salamina se consolidó como ciudad cafetera importante de esa jurisdicción. El plátano y la caña panelera complementaron su actividad agrícola y la ganadería de los valles de San Félix alcanzó importancia departamental. Todo este desarrollo se logró sobre la base de los caminos de herradura que comunicaban Medellín con Manizales y el río Magdalena, vínculo que se perdió cuando las troncales del ferrocarril y de las carreteras evadieron esa ruta tradicional. Sin embargo, llegó a tener después un efímero desarrollo en pequeñas industrias, entre las que se destacó la del chocolate.

 

 

Ciudad Luz

Salamina, al igual que todo el territorio colonizado por antioqueños, conservó y aún mantiene rasgos de sus costumbres originarias. En esta población, la llamada cultura “paisa”, sin embargo, comenzó a tener desde muy temprano visos de autonomía en sus manifestaciones literarias y artísticas, los mismos que influyeron en la constitución de los valores caldenses. Se le ha dado el nombre honorífico de Ciudad Luz, porque esos aportes le han valido un reconocimiento más allá de sus fronteras regionales. Literatos de gran valía tuvieron allí su cuna, entre muchos, la poeta Agripina Montes del Valle (1844-1915), el investigador médico y escritor Emilio Robledo Correa (1877-1962), el cronista y narrador Juan Bautista López (1869-1936), el poeta y prosista Tomás Calderón (1891-1955) y el presbítero e historiador Guillermo Duque Botero (1913-1989).

 

Panorámica sur de Salammina, construida sobre un lomo, montañoso.    FOTO JORGE ENRIQUE ESGUERRA LEON GÓMEZ,2019 

 

 

Además, el campo en el que Salamina hoy recibe reconocimiento, incluso internacional, es en el de su patrimonio construido, sustentado en un sistema liviano y flexible, el bahareque, que se consolidó en esa región debido a su resistencia en los fuertes eventos telúricos. Así, dentro del marco de una “cultura sísmica local”, sus artífices principales, constructores empíricos, supieron interpretar cabalmente las influencias estilísticas que llegaban fundamentalmente de Europa, gracias a los intercambios establecidos por la exportación de café. Por eso, su resultado no puede ser considerado como herencia antioqueña, sino que tiene su desarrollo propio en Caldas, en cuyo ámbito a Salamina se la ha considerado como exponente calificada. Hoy, sus emprendedores habitantes propenden por mantener ese invaluable patrimonio construido, que está amenazado por el mal entendido “progreso”, que ha llevado a destruir edificaciones históricas en beneficio de lo nuevo, así como por los agentes patógenos y el inexorable paso del tiempo.

 

​Capilla y entrada al cementerio de la Valvanera. FOTO FRANCK CAMHI, 2017

 

 

 

 

 

 

 

 

Bibliografías:

 

[1] Manuel Uribe Ángel, Geografía general y compendio histórico del Estado de Antioquia, Imprenta de Victor Goupy y Jourdan, París, 1885, p. 379.

2 Juan Bautista López, Salamina. De su historia y de sus costumbres, Biblioteca de Escritores Caldenses, Manizales, 1944, t. 1, p. 13.

3 El presbítero Guillermo Duque Botero, quien aporta las fuentes escritas, erróneamente niega la “traslación” al desconocer la tradición oral, además de la realidad geográfica, porque afirma que las dos localidades, Sabanalarga y Encimadas, eran la misma (Guillermo Duque Botero, Historia de Salamina, Biblioteca de Autores Caldenses, Manizales, 1974, t. 1, pp. 35-39).

4 Hemos demostrado cómo los propios documentos escritos que aporta el padre Duque para tratar de negar la “traslación” lo que hacen es corroborar la tradición oral, además ratificada por las cartografías antiguas. (Jorge Enrique Esguerra y Beatriz Sierra, Caminos y fundaciones. Eje Sonsón-Manizales, Editorial Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2018, pp. 143-152.   

5 Jorge Enrique Robledo Castillo y Diego Samper, Un siglo de Bahareque en el Antiguo Caldas, El Áncora Editores, Bogotá, 1993, p. 42.

6 Rafael Pombo, “Las sacerdotisas. Conversación á propósito del libro de la señora Montes del Valle. Prólogo”, en Agripina Montes del Valle, Poesías de Agripina Montes del Valle, Imprenta de Vapor de Zalamea Hermanos, Bogotá, 1883, t. 1, p. iii.