"Iglesia de Ocaña donde se reunió la convención Colombiana" Carmelo Fernández, 1850 Comisión Corográfica. Biblioteca Nacional de Colombia.
Marzo de 2020
Por :
Aristides Ramos Peñuela * Profesor, Pontificia Universidad Javeriana (Bogotá)

OCAÑA

La ciudad de Ocaña aparece registrada en las historias patrias por haber sido la sede de la famosa “Convención de Ocaña”, que reunió solemnemente, el 9 de abril de 1828, en la iglesia de San Francisco, a 64 delegados, unos partidarios de Santander y otros de Bolívar. El fin era reformar la Constitución de 1821, algo que finalmente no se logró.​

 

Francisco Fernández de Contreras, capitán andaluz, fundó, hacia 1570, una de las ciudades más importantes de los Andes nororientales. Ocaña, que en la actualidad forma parte del Departamento de Norte de Santander, fue la ciudad que enlazó las sociedades establecidas en esa zona andina con las extensas llanuras del Caribe. Su ubicación geográfica correspondió a la lógica espacial que se estructuró en la cuenca del río Magdalena. Este río separó las provincias del occidente y el oriente y fue el enlace del Nuevo Reino de Granada con el mar Caribe. La fundación de puertos en el curso medio y bajo del río fue la condición de acceso para el control político y militar de las numerosas y ricas sociedades indígenas que poblaron las tierras andinas. Muiscas, guanes, chitareros, laches y motilones, entre muchos otros, ocupaban, hacia mediados del siglo XVI, los extensos territorios que iban desde la actual sabana de Bogotá hasta el extremo norte del subcontinente, donde la Cordillera Oriental se desvanece. Las conquistas políticas y militares sobre estos territorios fueron rápidas una vez se tuvo acceso al complejo universo de las sociedades indígenas asentadas en las tierras altas andinas. En este territorio fueron fundadas Vélez (1538), Santafé (1538), Girón (1631) y Pamplona (1549).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Francisco Fernández de Contreras participó de la conquista de esta última ciudad y, como fue común a todas las empresas de conquista, los hombres que no quedaron satisfechos, bien por los botines ganados, bien por los lugares sociales y políticos que les había correspondido en relación con su participación económica en la empresa de conquista, decidieron emprender nuevos proyectos conquistadores. Así lo hizo Contreras. Escogió a la sociedad indígena conocida como los hacaritamas para concretar una nueva fundación. Además del interés por el control de la población indígena, para el conquistador fue de igual importancia hacer corresponder las nuevas fundaciones con accesos directos y ojalá apacibles hacia el río Magdalena. Como resultado de estos propósitos se fundó la ciudad de Ocaña, a una jornada de viaje de su puerto sobre el río Magdalena. Así, Ocaña ató su historia a dicho río y se convirtió en el eslabón que vinculó las sociedades andinas nororientales con la ciudad de Cartagena, y esta, a su vez, con los puertos imperiales. Ocaña, pues, se convirtió en el lugar desde el cual partieron los caminos hacia el occidente, en dirección a Pamplona y Salazar de las Palmas, y, hacia el sur, en dirección a la ciudad de Tunja. Los caminos fueron también objeto de poblamiento. Su tránsito fue a su vez estimulando la creación de tambos al final de cada jornada de viaje, que paulatinamente se fueron convirtiendo en prósperas aldeas en las cuales los viajeros encontraban reposo y alimentos para continuar sus itinerarios. Así se fueron generando importantes poblamientos asociados a los caminos y con los antiguos asentamientos indígenas.

 

Las ventajas de la ubicación de Ocaña llenaban de orgullo a sus pobladores, al igual que sucedió en otras ciudades. En el mismo sentido, con gran retórica y patriotismo, los cronistas exaltaron su clima “benigno y apacible”, así como la fertilidad de sus tierras, que, gracias a la pendiente que se extiende desde las tierras bajas de la ribera del río hasta las tierras altas andinas, hizo que a los mercados de la ciudad llegaran las más diversas cosechas, que enriquecieron las mesas de sus moradores. En consecuencia, el comercio en la ciudad fue activo y consolidó una élite de comerciantes y hacendados que ejercieron pleno control sobre el cabildo.

 

"Cosecheros de anís, indios mestizos" Carmelo Fernández, 1850 Comisión Corográfica. Biblioteca Nacional de Colombia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los pobladores de las ciudades y villas coloniales, siempre en actitud de afirmarse frente a las ciudades y villas vecinas, y, por supuesto, también ante los peninsulares, narraban sus mapas urbanos físicos y simbólicos de una manera tal que se presentaban como comunidades ajustadas a la piedad y a la policía, es decir, que vivían apegadas a la fe y al buen gobierno. La Ocaña colonial se destacó por el número de sus iglesias y, por supuesto, por su ermita en la montaña de Torcoroma, más los conventos del clero regular: seráfica orden de San Francisco y orden Agustina. Con ello se afirmó en su piedad religiosa. Al mismo tiempo, la geometría de su plano físico, o traza, como se conocía la distribución fundacional en retícula, era la base de la vida en policía. Sabemos que, en la época colonial, política y religión formaron una unidad indisoluble. Así, los relatos religiosos en muchas ocasiones se funden con los políticos. El más destacado es aquel asociado a la ermita de Nuestra Señora de las Gracias de Torcoroma, que narra la historia de unos campesinos y la aparición de una imagen de la Virgen grabada en el tronco de un árbol, en el año de 1711. Estos relatos, que para las personas de nuestro tiempo no pasan de ser una curiosidad de la época colonial, tenían un significado más complejo: daban a entender que había ciudades escogidas por la divinidad y que esta efectuaba sus actos milagrosos en esos poblados. Con ello, sus élites y demás grupos humanos reafirmaban su patriotismo, en especial el estamento criollo, que hizo de la ciudad el monumento a un pasado de heroísmo de conquistadores y a un presente de reivindicaciones políticas. 

 

 

José Eusebio Caro Ibáñez (Ocaña, 1817-Santa Marta,1853). Junto con Mariano Ospina Rodríguez sentó las bases para la creación del Partido Conservador. Su carrera política corrió en paralelo a una prolífica producción periodística y poética.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La ciudad de Ocaña aparece registrada en las historias patrias por haber sido la sede de la famosa “Convención de Ocaña”, que reunió solemnemente, el 9 de abril de 1828, en la iglesia de San Francisco, a 64 delegados, unos partidarios de Santander y otros de Bolívar. El fin era reformar la Constitución de 1821, algo que finalmente no se logró. Los partidarios de Bolívar abandonaron Ocaña y se dirigieron hacia el distrito parroquial de Abrego, en ese entonces llamado La Cruz, con lo cual el cuórum quedó disuelto. La Convención reunió a dos bandos que representaban los intereses de dos entidades político-territoriales que estaban configurando sus propias identidades nacionales: Venezuela y la que sería unos años después la Nueva Granada. Ocaña fue el lugar que marcó esa distancia tan sensible entre los delegados de Caracas y Bogotá. Es de anotar que, por segunda vez, este lugar se convirtió en una especie de retaguardia de algún bando político de Ocaña. En 1818 lo había sido de los patriotas, quienes, ante la avanzada de los Colorados, una guerrilla profundamente realista que actuó contra los patriotas con particular sevicia, encontraron allí refugio. Los Colorados llegaron a su fin en 1822 con el fusilamiento de veinte de sus miembros en el barrio del Carretero. En esa ocasión, después de la Convención de Ocaña, el poblado fue el refugio del bando de Santander, de perfil federalista.

 

"Mujeres blancas" Camelo Fernández, 1850 comisión Corográfica. Biblioteca Nacional de Colombia. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En el marco de la política republicana, la ciudad de Ocaña se destacó por ser la cuna de uno de los más influyentes pensadores del siglo XIX: José Eusebio Caro. Las letras y la política en su obra se convirtieron en una unidad y en un legado para las generaciones que han integrado el Partido Conservador, del cual Caro fue un artífice destacado. Laureano Gómez Castro y Lucio Pabón Núñez, figuras que marcaron la política conservadora de la primera mitad del siglo XX, tuvieron fuertes lazos con Ocaña. El primero, por ser la ciudad de sus padres y el segundo, porque vivió su juventud en Ocaña.

 

La Ocaña republicana siguió gozando durante el siglo XIX de su privilegiada posición geográfica, de fácil y rápido acceso al río Magdalena, donde tenía su puerto, el llamado Puerto Nacional. En él confluían las escasas mercaderías de exportación, muchas de ellas de carácter extractivo, como quina, tagua, caucho y, por supuesto, entraban por aquel puerto los igualmente escasos productos de importación, como licores, harinas, pólvora, plomo en munición y alambre de púas. Estos dos últimos pueden muy bien simbolizar los hechos más sobresalientes del siglo XIX: las guerras civiles y la activa colonización de territorios como el Catatumbo. La posición geográfica de Ocaña, favorable al comercio, permitió que algunos extranjeros que llegaron a Colombia procedentes de Siria, Líbano, Alemania e Italia, entre otras naciones, la escogieran como lugar de residencia, como también ocurrió con varias ciudades del Caribe. En el siglo XX, la ciudad de Ocaña continuó con sus esfuerzos para hacer mucho más eficaz el transporte desde el río Magdalena a la ciudad. El Cable Aéreo entre Gamarra y Ocaña comenzó a operar en 1929 y estuvo en funcionamiento hasta 1947, año en el que se inauguró una carretera que desplazó definitivamente aquella tecnología de comunicación, de la que aún quedan viejos edificios y lugares que evocan lo que fue esa forma de transporte.

 

Ocaña y su área de influencia padecen hoy las violencias de los grupos que ejercen el control de caminos y ríos. Por ejemplo, los ríos Zulia y Catatumbo, que fueron en el pasado los activos más importantes para los proyectos de comunicación, hoy son disputados por los más diversos grupos que hacen fortuna haciendo uso de la violencia y las vías ilegales. Ocaña, como toda Colombia, aspira a un futuro en que la paz permita al menos recorrer y apreciar lugares como Los Estoraques, que, por su belleza, ha sido convertido en Área Natural Única, y que la cuenca del río Catatumbo sea el lugar en que los campesinos puedan vivir sin los sobresaltos y los desplazamientos que generan las diversas formas de violencia

 

 

Bibliografía:

1 Paola Andrea Laino Cruz, “Centro de interpretación del cable aéreo de Gamarra (Cesar) a Ocaña (Norte de Santander). Bases para una propuesta museográfica de gestión para la difusión del patrimonio industrial”, tesis de Maestría en Restauración de Monumentos Arquitectónicos, Pontificia Universidad Javeriana, 2009.