"Cruz Roja, La.". Acuña, Luis Alberto. Sede Adm. Cruz Roja, pintura mural. Agosto 79, marzo 80.
Octubre de 2016
Por :
Carolina Martínez Rojas

LAS ARTES PLÁSTICAS, 1a. PARTE: 1901 – 1950

El arte del siglo XX está unido al avance industrial, a la modernización de la sociedad y al expansionismo. Acontecimientos que durante los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX le dieron al mundo la posibilidad de intercambiar ideas, imaginarios, imágenes y tendencias. El arte entra, en efecto, en este juego de conocimientos y reconocimientos, de avances y de comprensión de lo que existía por fuera de los límites de cada nación.

Los inicios del siglo XX no trajeron sólo la proliferación del interés por el arte, trajeron el fortalecimiento de la industria y la tecnología, resultado de la Revolución Industrial. Esos cambios dieron origen a transformaciones a nivel social, cultural, económico y político e iniciaron una de los más poderosas reformas sociales, el nacimiento de la cultura burguesa. Una cultura que gestó la revolución social y política de la industrialización, del capitalismo, que se evidenció en innovaciones esenciales para la ciencia y para el arte en todas sus expresiones.

Exposición Nacional de Bellas Artes, Bogotá, 1931. Fotografía Gumersindo Cuéllar, colección Museo Nacional de Colombia.

 

El nuevo siglo concentrará sus propuestas en las ciudades y dejará la mirada al campo en otro renglón. Las ciudades se transforman en núcleos difusores de estilos y tendencias, de entendimiento de lo que está sucediendo dentro y fuera de cada país. Es en los escenarios del arte del siglo XX donde se crean, discuten y analizan todos los procesos sociales, entre ellos el arte.

Colombia no es la excepción. Desde finales del siglo XIX el país estaba pasando por un auge artístico; ciudades como Bogotá y Medellín albergaban a los artistas que se habían consagrado durante el siglo anterior y que le estaban facilitando las herramientas a las nuevas generaciones.

Pintores y escultores de la escuela clásica se dedicaban a imprimir en sus obras la majestuosidad que las élites del país querían reflejar. Efecto retratista que siguió hasta las dos primeras décadas del siglo XX, en gran parte producto de las influencias que tuvieron sobre esta fase artistas como Ricardo Bernal, Francisco A. Cano, Epifanio Garay, Pantaleón Mendoza, Inés Acevedo y Blanca Sinisterra, quienes desde las ultimas décadas del siglo XIX se dedicaron a llevar las riendas del trabajo artístico en el país. Trabajo que se vio plasmado en la constitución de las dos escuelas de Bellas Artes más importantes ubicadas en Medellín y Bogota; que se caracterizaron por su tradición académica ligada al retratismo, el arte religioso y el paisajismo.

Izquierda: "Anselmo Pineda", Pantaleón Mendoza. Óleo, 69 x 56, ca. 1900. Centro: Epifanio Garay. Derecha: "Dios tutelar Chiminigagua", Luis Alberto Acuña. Óleo sobre madera.

 

Para ese momento el mundo vivía el florecimiento de nuevas tendencias artísticas. Cubismo, Expresionismo, Futurismo, Dadaísmo, desarrollados antes de la Primera Guerra Mundial, y el Surrealismo, instaurado tras la Segunda Guerra Mundial, dieron las bases para el universo artístico del resto del siglo XX. Todos los artistas tenían que conocer las técnicas, y para estar a la vanguardia, apropiarlas a sus contextos culturales. Colombia no sufrió, a ese respecto, un transcurso particular.

Sin embargo, tras la Guerra de los mil días, a nivel nacional, la Primera Guerra Mundial, la Gran Depresión económica de 1929 y la Segunda Guerra Mundial, en términos internacionales, el panorama se transformó. Se conocían las influencias extranjeras, pero no se adoptaban. Una forma de apoyar el proteccionismo económico adoptado por los gobiernos del país en aquellos años.

Se dio entonces por carámbola una especie de proteccionismo cultural que les permitió a los artistas colombianos alumbrarse con los rescoldos decimonónicos de las primeras décadas del siglo XX. Tal como afirma Carolina Ponce de León en su libro El Efecto Mariposa, en ese momento existía una relación estrecha entre el arte y el poder, que era definida por conceptos y términos eurocéntricos.

Izquierda: "Autorretrato". Acuña, Luis Alberto. Museo Luis Alberto Acuña. Carbón y pastel sobre papel. 85 x 60, 1978. Centro: "Autorretrato", Sergio Trujillo Magnenat. 42 x 30. 1931. Derecha: "Músicos", Trujillo Magnenat, Sergio. Biblioteca Luís Ángel Arango. Ilustración /1956, en Hojas de cultura popular colombiana No. 69.

 

Sin embargo no pudieron las severas tendencias tradicionalistas de entonces detener el impetuoso paso del capitalismo, que logró calar en la sociedad colombiana. Ese gigante trajo consigo reformas y nuevas miradas económicas, a la par de cambios sociales y culturales que se vieron lentamente manifestados en las obras de los artistas nacionales. De esta manera esa modernidad fue impregnando el alma tradicional de los intelectuales que, aunque en muchos casos se resistieron a las influencias externas, terminaron por ceder ante la magnitud del invasor.

Nueva mirada al arte: los primeros Salones Nacionales de artistas

Después del imperio retratista de las primeras décadas del siglo XX, heredado de los artistas del siglo XIX, los años 30 acarrearon un grupo con gran espíritu nacionalista penetrado por las tendencias mundiales que cada vez mas cobraban forma y adquirían fondo dentro de los artistas del país. Entre algunos de ellos resaltan Luis Alberto Acuña, Sergio Trujillo Margnenat, Carlos Correa, Gonzalo Ariza, Ramón Barba, José Domingo Rodríguez, Gustavo Arcila Uribe, Rómulo Rozo, Pedro Nel Gómez y Débora Arango. Estos artistas se dedicaron a técnicas y temas que para ese momento eran casi inexplorados: murales, esculturas y óleos con temas populares (mineros, barqueras y violencia) temas políticos y religiosos (prostitutas, maternidades grotescas, caricaturas de personajes y escenas religiosas y políticas).

Cada artista mostraba en su trabajo temas o eventos que eran parte de lo que en ese momento estaba sucediendo. La crisis del 29 dejo un sin sabor frente al capitalismo en algunos peldaños sociales colombianos que fueron evidenciados en acontecimientos como la masacre de las bananeras y la entrada del comunismo al país.

Este nuevo arte evidenció la necesidad que tenía el pueblo por conocer las expresiones artísticas que lo representaban. Prioridad que se resaltó gracias a que el Ministerio de Educación Nacional, resultado en 1930 de la transformación del Ministerio de Instrucción y Salubridad Publicas, tenía especial interés en la educación artística. Por esto se inauguró en 1931 el Primer Salón Nacional de Artistas. Esa iniciativa ya había tenido en años anteriores algunos antecedentes como la Exposición de la Fiesta de Instrucción Publica en 1904, la Exposición Nacional de Pintura en 1918, la Exposición de Bellas Artes en 1922, la Exposición Nacional de Bellas Artes en 1923 y el Salón de 1927, pero no habían sido tan representativos, ni mucho menos intentaron atraer público fuera del circulo de los artistas, como sí lo hizo el Salón de 1931.

El Pabellón de Bellas Artes del Parque de la Independencia albergo los trabajos realizados por 18 artistas colombianos entre pintores y escultores. Iniciativa que fue respaldada por el presidente de ese momento, Enrique Olaya Herrera, su ministro de Educación, Julio Carrizosa Valenzuela, la Dirección Nacional de Bellas Artes y Coriolano Leudo, director de la Escuela Nacional de Bellas Artes.

La exposición, realizada el 8 de agosto, fue la primera y la última de esa década. Los partidos tradicionales hicieron a un lado sus disputas y presionaron al gobierno y a todos sus estamentos a volcar su atención en el conflicto con el Perú, con desmedro de sus programas culturales y sus intenciones de apoyo al arte nacional. Sin embargo, los planes del Ministerio de Educación quedaron consignados, lo que dio cabida a que, superados los obstáculos bélicos y políticos, se pudiera hacer una política cultural; un plan que incentivara a los artistas y propiciara la difusión del arte.

El arte latinoamericano de principios de siglo

Dentro del marco latinoamericano los países que mas desarrollo tuvieron, entendiendo desarrollo como trabajo artístico desde varias vertientes y por varios artistas, durante las primeras décadas del siglo XX, fueron: México, Brasil y Cuba.

En Brasil pintoras como Tarsila de Amaral y Anita Malfati impulsaron la modernización de la pintura en ese país. Ellas trajeron, como otros artistas latinoamericanos que tuvieron posibilidades de ir a Europa, técnicas nuevas como el cubismo que luego sería combinado con el primitivismo y el nativismo. Brasil creo en 1922 la Semana de Arte Moderno de Sao Paulo.

Izquierda: "Arrieria", Alipio Jaramillo. Óleo sobre madera. 82 x 120. 1950. Centro: "Le incendiaron el rancho" Serie: Recuerdos de la violencia. Pedro Nel Gómez, Museo Pedro Nel Gómez. Acuarela, 55 x 75. 1950. Derecha: "Violencia", Alejandro Obregón. Óleo sobre lienzo, 155 x 188. 1962.

 

En Cuba, la reacción vanguardista de los años 20 del siglo pasado inauguró un nuevo momento en la pintura. Artistas de la talla de Eduardo Abela, Víctor Manuel, Antonio Gattorno y Carlos Enríquez traspasaron las barreras territoriales y lograron escalar posiciones a nivel internacional. Asimismo crearon el Estudio Libre para Pintores y Escultores, que pretendía generar una enseñanza anticonvencional y estimulante para la creación artística, dando como resultado un arte propio, de la mano del costumbrismo y del humor.

México fue uno de las columnas básicas de la pintura latinoamericana desde el inicio del siglo XX. Sus representantes principales, Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, fundaron el Renacimiento Mural, escuela dedicada al perfeccionamiento, enseñanza y difusión del muralismo (que luego sería adoptado por algunos artistas colombianos).

Izquierda: "Desgranador de mazorca", José Domingo Rodríguez. Talla en madera 23,8 x 13 x 19,7. ca. 1930. Centro: "Autorretrato", Jaramillo, Alipio. Óleo sobre lienzo. Derecha: "Autorretrato" Gómez, Pedro Nel. Colecc. Museo de Zea. Óleo sobre tela, 1944.

 

Este panorama cambiaría en los años posteriores debido a acontecimientos como la Segunda Guerra Mundial, el periodo de posguerra y la Guerra Fría; eventos que influirían radicalmente en la transformación cultural, social y económica del continente.

Una década después. La instauración de los Salones Nacionales de Artistas

1930 fue el inicio de 16 años de mandato liberal. Con el advenimiento de la República Liberal el arte resultó uno de los sectores más beneficiados. Las ideas que respecto al apoyo de la expresión artística tenía el gobierno de Enrique Olaya Herrera se llevaron a cabo; la educación le dio una posición especial al arte y se hicieron mas eventos que resaltaran la importancia de tener un medio de expresión que reflejara lo que el país era y había sido. Renán Silva dice refiriéndose a este momento “lo que resultó definitivo del proyecto cultural de los gobiernos liberales de ese periodo fue el intento relacionado con la construcción de la Nación”.

Por esta razón en 1941 se dio apertura a una serie de Salones Nacionales de Artistas que, hasta el día de hoy, tienen representatividad dentro de la esfera del arte en Colombia. Arte que buscaba, por un lado, reducir la influencia de la escuela clásica, y por otro, consolidar un arte americano, propio y reconocido, y forjar nuevos artistas que dieran bases al arte contemporáneo del país.

De la mano de lo anterior se gestó un quiebre entre el gobierno y la iglesia. La educación pasó a manos de laicos. Ya los motivos religiosos y la moral cerrada y opresora quedaron atrás. Los temas, y la forma en que eran tratados por los artistas, cambiaron. Las visiones del mundo fueron más amplias, reflejadas en obras como Pescadores del Magdalena de Alipio Jaramillo, El camión rojo de Alejandro Obregón, La amiga de Débora Arango (los primeros desnudos pintados por una mujer en el país, que le originaron a la artista la excomunión y el rechazo social), Conservadoras de Gonzalo Ariza, y Manuela Beltrán escultura de Ramón Barba. Cada una de esas obras fue la consecuencia de experiencias propias de los artistas, experiencias que reflejaban sentimientos y vaivenes que en muchos casos se convirtieron en abanderados de la época.

Izquierda: "Autorretrato con paisaje neoyorquino", Enrique Grau. Óleo sobre tela. 117 x 65.5, 1991. Derecha: "Pescados", Guillermo Wiedemann. Biblioteca Luís Ángel Arango. Óleo sobte cartón. ca. 1950.

 

Los nuevos cambios dieron a conocer un arte moderno, con identidad propia (lenguaje plástico autónomo), con una estética definida que muchas veces chocaba con la moral de la Iglesia católica, que reinaba para ese instante. Por eso los Salones Nacionales de Arte pasaron a ser el ojo tuerto de muchos críticos que no entendían cómo se le daba relevancia a un arte que era nocivo, si se ve desde la moral católica, para la sociedad (de esto se tiene como ejemplo la obra Anunciación de Carlos Correa que fue censurada por la Iglesia católica). Sin embargo, el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en 1948 dio pie a que se avalaran por la sociedad pinturas que tenían como objetivo hacer el registro histórico y la interpretación de lo que en el 9 de abril había sucedido: Masacre – 10 de abril de Alejandro Obregón; 9 de abril de Alipio Jaramillo, y Tranvía incendiado de Enrique Grau.

Las cosas cambiaron en 1946 con la subida al poder del partido conservador, el estallido de la violencia estatal y la imposición permanente del estado de sitio. Los Salones Nacionales de Artistas fueron suspendidos durante cuatro años, pero por fuera del manto oficial se realizaran exposiciones independientes. Esa coyuntura les permitió a los artistas mostrar obras de variados temas sin temor de ser criticados por ningún estamento con capacidad de coacción. Entonces varias técnicas, en especial la abstracción, nacidas en el exterior, le dieron un sentido a las obras de los artistas internos. Guillermo Wiedemann y Eduardo Ramírez Villamizar fueron sus pioneros.

"Carnaval" (fragmento), Carlos Correa. Premio VIII Salón, 1950. Óleo sobre tela. 59 x 76, 1948.

 

Ya en 1950, año en el que se reabrieron los Salones oficiales, artistas consagrados tomaron las riendas del arte en el país. Alejandro Obregón fue nombrado director de la Escuela de Bellas Artes, se realizaron conferencias y simposios y las acciones de las galerías (Galería de Arte de los sótanos de la Avenida Jiménez, Galería Central de Arte del Departamento de Cundinamarca, Extensión Cultural de Bogotá, Galería Central, Galería de Juan Friede, Galería El Callejón y Galería Buchholz, entra otras muchas) se ampliaron frente al arte contemporáneo. Nacionalistas, tradicionistas y modernistas tuvieron cabida allí.