Represa de Anchicayá en el Valle del Cauca
Septiembre de 2016
Por :
Carlos Sanclemente

LA INGENIERÍA DEL SIGLO XX EN COLOMBIA

Desde mediados del siglo XIX nació la ingeniería colombiana en las aulas del Colegio Militar, creado por iniciativa del general Tomás Cipriano de Mosquera para formar los oficiales del Estado Mayor y los ingenieros civiles, a la manera de los institutos franceses de la era napoleónica.

Surgió entonces el primer ferrocarril, a solo 18 años de su iniciación en Europa, con la construcción del cruce del istmo de Panamá por un concesionario extranjero. Pero bien pronto los egresados del Colegio Militar estimularon el interés de los mandatarios regionales por la promoción de líneas férreas, inicialmente orientadas a desembotellar el país mediante los enlaces con los puertos marítimos y el río Magdalena. Era el despertar de un territorio encerrado entre agrestes montañas, que doblegaba una naturaleza hostil. Así se explica que nuestros ferrocarriles fueran concebidos en trocha angosta, con fuertes pendientes y estrecha curvatura.

A la izquierda: Tarjeta postal de Francisco Mejía M., ca. 1930. Colección Luis Fernando Molina. Al centro: Limón a Cisneros en el Ferrocarril de Antioquia. A la derecha: Viaducto de Dosquebradas "César Gaviria Trujillo",en Pereira, Premio Nacional de Ingeniería, 1998

 

En ese titánico esfuerzo compitieron los antiguos estados federales y el gobierno nacional, con la efectiva cooperación de concesionarios privados, nacionales y extranjeros, que vincularon sus capitales a empresas de alto riesgo, por las frecuentes guerras civiles y las penurias fiscales. El nombre de Francisco Javier Cisneros, oriundo de Cuba, se ha inscrito en la historia de nuestra ingeniería como el pionero de esos proyectos.

El despertar del siglo XX coincidió con la cruenta guerra de los Mil Días, que paralizó el progreso nacional. Pero entonces surgió la visión del general Rafael Reyes como jefe de Estado, que continuó el desarrollo ferroviario e inició la era de las carreteras, una vez difundido el invento del automóvil. La ingeniería colombiana recobró entonces sus impulsos iniciales y los proyectó a lo largo de tres décadas, en que las obras viales concentraron el esfuerzo realizador y el desarrollo tecnológico, con la iniciación de los pavimentos y la instalación de grandes puentes metálicos, que después evolucionaron hacia las estructuras de hormigón armado.

Paralelamente, desde la década de los años veinte se promovió la rectificación del río Magdalena y la apertura de las Bocas de Ceniza para realizar el puerto de Barranquilla, que complementara las facilidades de Cartagena, Santa Marta y Buenaventura, simultáneamente expedidas para habilitar el desarrollo del comercio internacional. Por esa misma época se inició el transporte aéreo, en que Colombia figuró como pionera de América.

Este proceso de la ingeniería de obras públicas inició su diversificación en la década de los años cuarenta con las primeras centrales hidroeléctricas, construidas en los saltos de Guadalupe y Tequendama, además de las obras sanitarias de las ciudades principales y las irrigaciones en los llanos del Tolima. Entonces penetró la técnica extranjera y se produjo la especialización profesional de los ingenieros colombianos.

A la izquierda: Presa del río Guatapé, en Antioquia. Al centro: Represa de la central hidroeléctrica de Betania en el Huila. A la derecha: Puente sobre el río Chinchiná

 

También penetraron las técnicas modernas de construcción de vías, al promoverse el ferrocarril del Atlántico para la articulación de la red y modernizarse las especificaciones de las carreteras por la misión Currie, que a mediados de 1950 evaluó y programó el desarrollo de la infraestructura nacional.

Ese informe impulsó la ayuda financiera del Banco Mundial, iniciada en 1951, y la del Banco Interamericano de Desarrollo, que comenzó diez años después. La cooperación de estos organismos se ha mantenido creciente durante el resto del siglo y ya registra un monto global de unos US$ 8.000 millones, preferencialmente aplicados a la energía eléctrica, las vías y las obras sanitarias.

Entre tanto, el marco institucional ha tenido considerables transformaciones, desde la creación del Ministerio de Obras Públicas en 1905, que inicialmente concentrara todas las actividades de la ingeniería. Pero en la medida en que se diversificaba se fueron creando nuevos organismos para desarrollar los servicios que habían cobrado importancia. Así fueron creciendo el aparato estatal y las obligaciones presupuestales, no sólo para realizar las obras, sino también para subsidiar a las entidades deficitarias. Como resultado de este proceso se ha revivido el sistema de las concesiones y la activa participación del sector privado en la propiedad de las empresas públicas. Pero la ingeniería colombiana mantiene su presencia activa en el desarrollo nacional.

Al hacer este breve recuento no puede olvidarse la contribución exitosa del medio universitario, iniciada en las postrimerías del siglo pasado con la creación de las Facultades de Ingeniería de Bogotá, Medellín y Popayán, que han sido diversificadas y complementadas con más de un centenar de institutos especializados. Tampoco puede olvidarse a la Sociedad Colombiana de Ingenieros, que desde principios del siglo actúa como órgano consultivo del gobierno y como veedor de la reglamentación profesional.

Los hechos y circunstancias aquí relatados serían incompletos si no incluyeran alguna referencia a sus principales ejecutores, como verdaderos artífices del desarrollo nacional. Son muchos los nombres que surgen a través de las páginas de la historia, pero bien pueden sintetizarse en los principales cultores de las varias disciplinas: Francisco José de Caldas como investigador y astrónomo, Lino de Pombo como pionero de los estadistas, Juan N. González Vásquez como realizador de ferrocarriles, Germán Uribe Hoyos como promotor de las carreteras, Carlos Boshell Manrique como iniciador del desarrollo eléctrico moderno, Julio Carrizosa Valenzuela como educador emérito y Carlos Sanz de Santamaría como estadista de proyección internacional. Los tres primeros nombres surgen del pasado y los cuatro últimos se ubican en el presente siglo como sus dignos sucesores.