Conjunto residencial El Polo (1963), Bogotá. Arquitectos Guillermo Bermúdez y Rogelio Salmona. Foto Antonio Castañeda.
Febrero de 2018
Por :
Ana María Álvarez, Arquitecta de la Pontificia Universidad Javeriana, (Bogotá), especialista en, Arquitectura y Escritura por la Escuela Elisava (Barcelona), y urbanista con un Máster en Estudios Territoriales y Urbanísticos en la ETSAB (Barcelona).

LA ARQUITECTURA DE LA SOCIABILIDAD

Si los edificios hablan de aquello que como sociedad consideramos importante, los edificios de apartamentos son una representación de esa sociedad moderna que debía existir en las ciudades colombianas a mediados del siglo XX. Por un lado, la vivienda moderna debía hablar del futuro, de máquinas y tecnología, de democracia y de industria: la arquitectura debía favorecer un estilo de vida ideal. Por otro lado, existía un déficit de vivienda por la sobrepoblación debida a los migrantes a las ciudades capitales del país.

La vivienda colectiva y masiva se presentó como la solución a estas dos premisas y, por eso, se desarrolló en altura. El espacio doméstico debía adaptarse a esas necesidades íntimas de modernización y a las sociales que implica el vivir en comunidad.

Bogotá se convirtió en el centro de experimentación de esta vivienda y en donde la densificación, la violencia y el abandono fueron la excusa para la renovación urbana que se emprendió a partir de la década de 1950. Se dio un paso fundamental de la casa unifamiliar al apartamento, de manera que se creó una nueva manera de habitar. La compra de una “casa en el aire” fue todo un suceso para los habitantes de esa nueva tipología.

Izq.: Edificio Alberto Sanz (1936-1937), Bogotá. Arquitecto Nel Rodríguez Haeusler. Foto Antonio Castañeda. Der.: Residencias El Nogal, Bogotá. Foto Antonio Castañeda.

Izq.: Edificio Alberto Sanz (1936-1937), Bogotá. Arquitecto Nel Rodríguez Haeusler. Foto Antonio Castañeda. Der.: Residencias El Nogal, Bogotá. Foto Antonio Castañeda.

 

Los edificios de apartamentos

 

La vivienda y su modernización se convirtieron en una cuestión de Estado, así que se crearon instituciones autónomas para que resolvieran el problema: el Instituto de Crédito Territorial; el Banco Central Hipotecario; la Caja de Crédito Agrario, Industrial y Minero; la Caja de Vivienda Militar y la Caja de Vivienda Popular. Estas entidades trabajaron de la mano con arquitectos que propusieron desarrollos masivos en altura en el centro de las ciudades para crear grandes densidades y amplios espacios de vida comunitaria.

Los arquitectos se centraron en sacar provecho a la técnica y a modificar la separación entre lo público y lo privado. Implementaron propuestas de vivienda masiva para la clase media, en el centro de la ciudad, en las que se observa una importante búsqueda estética.

La preocupación por actualizar el espacio doméstico se basó en las funciones básicas que dispuso el arquitecto suizo Le Corbusier para los ciudadanos modernos mundiales: habitar, trabajar, recrear y circular. Y para disponer esas funciones, la mejor manera fue la colectiva y, por lo tanto, en altura: así, se pensó en el habitar de manera individual y en el circular, colectivo.

La vivienda se pensó como un espacio eficiente y reducido, de distribución sencilla, que expresara el uso de las nuevas tecnologías y la esencia del hombre moderno. Aunque esta síntesis se centra en Bogotá, que se ha mirado con atención en el proceso de modernidad de las ciudades, existen importantes ejemplos de edificios de vivienda en Barranquilla, Medellín y Cali.

Izq.: Conjunto Calle 26, Bogotá. Arquitectos Arturo Robledo y Ricardo Velásquez. Foto Alberto Saldarriaga. Der.: Centro Urbano Antonio Nariño (1952 y 1958), Bogotá. Arquitectos Esguerra, Sáenz, Urdaneta, Suárez y Cía. y Néstor C. Gutiérrez. Foto Alberto Saldarriaga.

Izq.: Conjunto Calle 26, Bogotá. Arquitectos Arturo Robledo y Ricardo Velásquez. Foto Alberto Saldarriaga. Der.: Centro Urbano Antonio Nariño (1952 y 1958), Bogotá. Arquitectos Esguerra, Sáenz, Urdaneta, Suárez y Cía. y Néstor C. Gutiérrez. Foto Alberto Saldarriaga.

 

Centro Urbano Antonio Nariño

 

Construido entre 1952 y 1958 en una zona que apenas empezaba a desarrollarse, este conjunto de edificios rompió con las maneras tradicionales de habitar. Esta agrupación de vivienda se pensó como autosuficiente, implantó la venta de propiedad horizontal en el país y promovió una vida en colectividad. En una ciudad de edificaciones de baja altura y en la que empezaban a construirse grandes vías, el Centro Antonio Nariño se dispuso en supermanzanas, con edificios de trece y cinco pisos, y dio prioridad al peatón en las zonas comunes.

En 15 hectáreas, los arquitectos Esguerra, Sáenz, Urdaneta, Suárez y Cía. y Néstor C. Gutiérrez dispusieron 15 bloques para 960 viviendas y ocho edificios para servicios comunales: teatro, iglesia, banco, correo, cafetería, restaurante, colegio, oficinas y comercio. El espacio entre edificios se convirtió en área de circulación, de estacionamientos y de recreación pública. Los apartamentos fueron pensados para cubrir las necesidades de diversos habitantes, para distintos tipos de familias y nivel adquisitivo. Por eso, se crearon viviendas de una hasta cuatro habitaciones para un rango de ocupación de dos a ocho personas.

La relación abierta del espacio público se perdió al encerrar el conjunto con una cerca de seguridad. No se previeron la relación con el entorno o la escalada de la inseguridad, así que este centro urbano puede verse hoy como un vacío verde o como un proyecto aislado en un trazado urbano ya consolidado de vivienda, industria y comercio. No obstante, la nueva propuesta dio paso a los edificios de apartamentos que se desarrollaron en Colombia.

 

Conjunto residencial El Polo

 

Terminado en 1963; este conjunto está formado por dos bloques de 30 apartamentos en cuatro pisos que ocupan una esquina del barrio El Polo. Los arquitectos Guillermo Bermúdez y Rogelio Salmona desarrollaron un proyecto que se convirtió en un ícono de arquitectura residencial por la implantación en el lote, el uso del ladrillo y la distribución de los espacios interiores.

No solo se trata de un conjunto de vivienda en el que se juntaron dos personajes clave en la historia de la arquitectura de Colombia; fue, además, un proyecto para clase media, promovido por una entidad estatal, el Banco Central Hipotecario, y uno de los primeros proyectos de vivienda en el que los apartamentos se podían comprar a través de un crédito.

Con la disposición de los dos bloques de apartamentos se cede un área a la ciudad, de manera que el límite entre lo público y lo privado se disuelve. Los apartamentos son dúplex y se distribuyen para aprovechar las visuales: en el primer piso se ubican las habitaciones, con vista hacia el patio interior, y en el segundo, la zona social de estas viviendas; en el cuarto piso, las habitaciones miran hacia los cerros de Bogotá, y la zona social ocupa el tercer piso. Dentro de la racionalidad del diseño, se dispusieron muros paralelos entre sí, otros en diagonal y algunos cilíndricos para crear espacios interiores variados y flexibles.

Edificio Centro Internacional (1965), Bogotá. Arquitectos Obregón y Valenzuela y Pizano, Pradilla y Caro. Fotos Juan David Piñeros y Simón Fique Morales, cortesía Edificio Centro Internacional.

Edificio Centro Internacional (1965), Bogotá. Arquitectos Obregón y Valenzuela y Pizano, Pradilla y Caro. Fotos Juan David Piñeros y Simón Fique Morales, cortesía Edificio Centro Internacional.

 

Conjunto Bavaria

 

Parte del Centro Internacional, el conjunto Bavaria compone el límite norte de este centro. Se trata de dos edificios de vivienda y uno de oficinas. Una gran plataforma de servicios y comercio relaciona los primeros pisos de estos edificios y conforma el espacio colectivo del proyecto.

El conjunto Bavaria configura una gran manzana en un espacio hasta entonces vacío, y compone una parte fundamental de ese centro urbano moderno que se proyectaba para Bogotá. La relación de los primeros pisos del conjunto con las nuevas vías de la ciudad, que se da a partir de vestíbulos, plazas, escaleras, pasajes y jardines, es una de las principales aportaciones de este proyecto a la forma de crear una ciudad moderna: una manera de introducir vida social entre los edificios. Asimismo, este conjunto utiliza métodos constructivos y propone instalaciones técnicas modernas para la época.

Desarrollado por las firmas de arquitectos Obregón y Valenzuela y Pizano, Pradilla y Caro, este proyecto se acabó de construir en 1965. En las torres de vivienda de 17 pisos cada una, se dispusieron apartamentos desde una hasta cuatro habitaciones. El edificio de oficinas, de 27 pisos, permite una distribución flexible de los espacios interiores.

 

Torres del Parque (1970), Bogotá. Arquitecto Rogelio Salmona. Foto Alberto Saldarriaga.

Torres del Parque (1970), Bogotá. Arquitecto Rogelio Salmona. Foto Alberto Saldarriaga.

 

Conjunto multifamiliar Pablo VI

 

La primera etapa de este conjunto se planteó como posada para los peregrinos que vendrían por la visita del papa Pablo VI en 1968. Fue un proyecto del Instituto de Crédito Territorial que diseñaron los arquitectos Eduardo Londoño y Gabriel Pardo Rosas. Los bloques alargados de cinco pisos se distribuyeron sobre vías vehiculares, plazoletas y zonas verdes. Sus habitantes lo viven hoy como un pequeño pueblo dentro de la gran ciudad, pero esta misma vitalidad interna, con el cerramiento en ladrillo actual, es lo que separa el conjunto del resto del barrio.

En el primer piso de los edificios que se localizan sobre las vías, se reparten locales comerciales, servicios y algunas viviendas. En los otros pisos los apartamentos son dúplex, a los que se accede a la zona social o a las habitaciones que se localizan en la planta inferior según la disposición en altura de cada uno.

Los apartamentos tienen unos 130 m2 y cuatro habitaciones. La sencillez de las fachadas blancas, luego pintadas de colores, da cuenta de la racionalidad estética que buscaron los diseñadores.

 

Torres del Parque

 

Tres grandes retos debió enfrentar el arquitecto Rogelio Salmona en el desarrollo de estas torres: afrontar la gran pendiente del terreno, destacar los vecinos (la plaza de toros, el planetario y el parque de la Independencia) y crear una vivienda de costo reducido. El proyecto fue encargado y financiado por el Banco Central Hipotecario y estaba dirigido a personas con ingresos reducidos.

Terminados de construir en 1970, la forma, la disposición y la técnica de estos edificios fueron la síntesis de la arquitectura de esos años, y se convirtieron en un paradigma en la conformación de ciudad desde la arquitectura. Salmona concebía sus edificios a partir del territorio, al incluirlo y enmarcarlo. Por eso, las Torres del Parque se escalonan y se abren hacia el occidente para dejar ver los cerros orientales de Bogotá. Por eso, también, el primer piso es un espacio público que comunica las calles y el parque que limitan el conjunto de estas tres torres. Todavía este espacio entre los edificios es público, hace parte de la ciudad: residentes y caminantes pueden recorrerlo y disfrutarlo.

La continuidad del espacio es clave en este proyecto: todos los planos se consideran fachadas, incluso la cubierta, y se hacen recorribles, desde los jardines y las plazoletas hasta los interiores comerciales del primer piso. Los edificios tienen 22, 32 y 39 pisos, con 294 apartamentos de diferentes tamaños y alturas para diversos tipos de usuarios: en una planta, dúplex y triplex, y desde una hasta cuatro habitaciones.