Gerardo Molina. Oleo de Elvira Celis Cepero, 1984
Septiembre de 2016
Por :
Gonzalo Cataño

GERARDO MOLINA: MAESTRO DE LA REFLEXIÓN POLÍTICA

Gerardo Molina (Gómez Plata, Antioquia, 1906 - Bogotá, 1991) fue un profesor, un escritor y un hombre de la política. Enseñó en la Universidad Libre y en la Universidad Nacional y de ambas instituciones fue rector y animador intelectual. Sus cátedras más queridas fueron el derecho laboral, el derecho constitucional y la teoría política. Las dos primeras nunca conocieron la publicación impresa, pero un resumen de sus "Conferencias" --de su publicación oral en el salón de clase--, pasó de mano en mano a finales de los años treinta y comienzos de los cuarenta entre su estudiantes más dedicados.

Las exposiciones de derecho laboral, de "derecho social" como se lo llamaba en la época, examinaba las transformaciones jurídicas que respondían a las demandas de un nuevo actor en la vida nacional: la clase trabajadora. Si el derecho privado tendía a ver al hombre como individuo abstracto, el derecho social lo estudiaba en sus relaciones concretas, esto es, en el lugar que hombres y mujeres ocupaban el proceso productivo. Molina encontraba que la mayoría de la población trabajaba por un salario de "carácter alimenticio" en condiciones precarias de salud, educación y vivienda, pero su tratamiento jurídico era igual al de las reducidas clases medias y al de las aún más restringidas e influyentes clases altas.

Las enseñanzas de Molina en la cátedra del derecho constitucional dejaban atrás los ritos exegéticos, el piadoso comentario del articulado de la Carta, y centraba la mirada en el estudio de la evolución y organización del poder del Estado. Su curso era una ciencia política jurídicamente orientada. Como buen abogado sabía que aquella singular creación humana que llamamos Estado no sólo era fuente de Derecho, sino también un producto jurídico. Era el resultado de un acuerdo fundamental de la sociedad expresado en un texto escrito que el mismo Estado debía salvaguardar, pero que a su vez coartaba su pretendido imperio sobre la sociedad.

Máquina de escribir del maestro

 

Sus lecciones de teoría política partían de la herencia liberal afincada en las nociones de libertad, igualdad y democracia. Su mejor resumen se encuentra en algunos pasajes de Proceso y destino de la libertad (1955) y en todo el Brevario de ideas políticas (1981) un volumen que tenía "el coraje de decir cosas elementales". En un capítulo especial de este, "El socialismo posible", desarrolló su programa de cambio y transformación social. Allí reiteró la meta de su vida, aquella de fundar una sociedad que superara las desigualdades del capitalismo y defendiera las libertades políticas saqueadas por el estatismo centralizado, jerárquico y autoritario de los socialismos reales inspirados en el modelo soviético.

Estas faenas docentes se nutrían de sus compromisos políticos, a la vez que enriquecían el marco de sus luchas sociales. Los cursos de derechos laboral y constitucional tenían como antecedente el trabajo en el Congreso en representación de las organizaciones obreras, instancia donde había promovido debates sobre seguridad social y reforma constitucional. Las lecciones de teoría política eran, por otro lado, un permanente arreglo de cuentas con el pensamiento liberal y la vehemencia de los discípulos de Lenin y Stalin respecto de la teoría del partido único y la dictadura del proletariado.

En medio de estas inquietudes académicas y políticas surgió el investigador, una faceta tardía de Molina que tuvo su afirmación inicial y más acabada en los tres volúmenes de Las ideas liberales en Colombia (1970-77). A pesar de la mirada tradicional --afectiva y complaciente--, es el mejor registro que se tiene en la actualidad del ideario de una de las colectividades políticas más importantes de la historia del país. Las fuentes de esta obra de gran aliento le sirvieron poco después para concebir Las ideas socialistas en Colombia (1987), un tomo escrito con evidente simpatía por la causa de los sectores populares que en varios pasajes repite el contenido del libro anterior.

Es evidente entonces que una parte significativa de la vida activa de Molina transcurrió en los salones de clase y en los ambientes retirados del gabinete del erudito. La fusión de estos papeles le hizo merecedor del título de Maestro, una calificación que la evasiva cultura estudiantil sólo concede a los profesores que además de la transmisión de conocimientos, dejan en el corazón de sus discípulos una huella especial de compromiso y responsabilidad. A pesar de sus inclinaciones políticas, tenía claro que la universidad no podía ser instrumento de un partido, y que el docente falta a sus deberes cuando emplea su autoridad para arrastrar a sus alumnos por el camino de sus adhesiones personales. En el aula se podía estudiar la política, pero el campo natural de su ejercicio dirigido a cambiar la sociedad eran las plazas públicas, las asambleas del partido y los recintos del Congreso.