La detención del presidente en primera plana de "El Tiempo". Hacienda Consacá, acuarela de Fernando Türk Rubiano, 1997.
Septiembre de 2016
Por :
Vicente Pérez Silva

EL GOLPE DE PASTO: JULIO 10 DE 1944

Uno de los acontecimientos de singular gravedad y repercusión, que señala un hito histórico de la nación, es el relacionado con el golpe militar contra el presidente de la República, ocurrido en Pasto el 10 de julio de 1944.

Por esa época se debían efectuar en el departamento de Nariño las maniobras militares que, según el ministro de Guerra, general Domingo Espinel, "obedecían al tradicional entrenamiento de las fuerzas armadas". Para desvirtuar las conjeturas que circulaban en el público, se vio en la necesidad de emitir un comunicado mediante el cual, al anunciar la realización de dichas maniobras, declaraba que ellas "carecían de todo propósito distinto al de practicar con nuevos equipos adquiridos por el gobierno, y que, en consecuencia, toda versión diferente, era de origen insidioso". En el ámbito político se libraba una fuerte oposición contra el gobierno del reelegido presidente Alfonso López Pumarejo, y en el ejército no se ocultaban manifestaciones de deslealtad. Parecía que soplaban vientos de conspiración.

El 8 de julio de manera sorpresiva, el presidente López viajó al sur, con el propósito de presenciar el evento militar. Al día siguiente, entrada la noche, el mandatario hizo su arribo a Pasto y fue recibido con muestras de una agresiva hostilidad. Grupos de reservistas y particulares gritaban vivas al ejército y abajos al presidente de la República. El gobernador de Nariño, Manuel María Montenegro, le informó que en la ciudad había mucha agitación; que los reservistas estaban insubordinados y borrachos muchos de ellos, y que los oficiales habían tratado inútilmente de encerrarlos. Para evitar enfrentamientos, la policía había sido acuartelada. Ante esta situación, la recepción que se le había preparado fue cancelada. Con posterioridad, el presidente declaró que "desde el momento en que había pisado Pasto se había sentido prisionero".

Al frente de las operaciones militares estaba el coronel Diógenes Gil, comandante de la VII Brigada. En la madrugada del 10 de julio, el coronel Luis F. Agudelo y el capitán Olegario Camacho acudieron a la habitación del Hotel Niza donde se alojaba el presidente López, con el fin de comunicarle que los militares habían tomado posesión de la guarnición de Pasto y ordenado su detención. Con el anuncio de que se trataba de un movimiento en todo el país, le hicieron entrega de un documento contentivo de su dimisión y entrega del gobierno a los militares rebeldes.

Mediante un boletín, el coronel Gil advirtió que este hecho era el resultado de un propósito general del ejército largamente madurado y acogido por la mayoría de los oficiales del país... En el curso de la mañana, el presidente López fue trasladado a la hacienda Consacá, donde fue recibido por sus propietarios José Dolores y Medardo Bucheli quienes, por lo demás, le proporcionaron toda suerte de atenciones. Entre tanto, en Pasto, el doctor Enrique Coral Velasco, secretario general de la Presidencia, con la colaboración del coronel Julio Londoño, desplegaba importantes labores de "enlace" y comunicación con la capital de la República. Tan pronto como tuvo conocimiento, el designado Darío Echandía asumió la Presidencia, declaró turbado el órden público y en estado de sitio todo el territorio nacional. La gestión del ministro de Gobierno Alberto Lleras Camargo fue definitiva para el restablecimiento de las instituciones.

Fracasada la insurrección militar, el 11 de julio el presidente emprendió viaje a Ipiales, y al día siguiente retornó a Bogotá. A su llegada se dirigió al pueblo agolpado frente al Palacio presidencial de la Carrera: "Mis primeras palabras -dijo- son para felicitar al pueblo por la pronta solución que ha tenido esta alocada aventura en que se ha comprometido un grupo de oficiales irresponsables..." Ciertamente, como lo ratificó el ministro Adán Arriaga en un reportaje, "el conato subversivo había sido lo que tenía que ser: el insuceso total de la ciega aventura de unos oficiales irresponsables". El coronel Gil se entregó, y el golpe de Pasto no pasó de ser una aventura tragicómica que apenas tuvo repercusión en Bucaramanga e Ibagué.