[1] Pueblito 2017 © Aura Reyes Gavilán
Agosto de 2021
Por :
DANIEL RODRÍGUEZ OSORIO*

De lo prístino a lo construido: miradas renovadas y nuevas tecnologías en la arqueología de la Sierra Nevada de Santa Marta

Naturaleza. Pureza. Selva prístina. Remota. Con estas palabras, miles de personas que visitan año a año los diferentes parajes de la Sierra Nevada de Santa Marta (SNSM) describen esta montaña litoral que se eleva hasta los 5775 msnm y que cuenta con una inmensa riqueza ecológica y cultural. Estas son las palabras que motivan a extranjeros -y de manera creciente a colombianos- a visitar lugares como Ciudad Perdida, Minca, Palomino, San Miguel y Nabusimake, y encontrarse con una realidad, para muchos, un tanto contradictoria. Además de bastas áreas cubiertas de densa vegetación y habitadas por comunidades indígenas apegadas a sus tradiciones, también descubren amplias extensiones de tierra cultivada por indígenas y campesinos con productos como plátano, cacao, maíz y yuca, terrenos adecuados como pastizales para ganado, y, en muchos casos, laderas quemadas para actividades agropecuarias. Los visitantes también encuentran construcciones de material[1] en las estribaciones bajas y medias de la Sierra, e incluso en los poblados indígenas más remotos ven cómo los Kággabas, Ikus, Wiwas y Kankuamos han transformado los ecosistemas de este macizo montañoso. Muchos tienden a pensar estas realidades como el retroceso de la naturaleza y pérdida de la tradición. Sin embargo, lo que suele percibirse como naturaleza prístina en la Sierra Nevada de Santa Marta es el producto de siglos de interacción dialéctica entre grupos humanos y la naturaleza. Esto se constata al revisar las evidencias arqueológicas reunidas durante los últimos 40 años. Aunque dicha evidencia es fragmentaria e incipiente, esta permite reconsiderar los imaginarios convencionales con los que se ha pensado la SNSM y sus habitantes.

 

De acuerdo con los documentos coloniales, los españoles encontraron poblados muy extensos desde el litoral hasta las estribaciones medias de la SNSM. Dicha ubicuidad generó admiración, sobre todo cuando presenciaron pueblos enlosados con rocas de gran tamaño pulidas e interconectados por caminos de piedra que atravesaban todo el macizo. En las crónicas también se describen sementeras en las cuales los indígenas sembraban maíz, batatas, yuca, ñame, ahuyama, ají y algodón, y arboledas con frutales como guamos, aguacates, mamones y guayabos. La riqueza de estas tierras fue un elemento recurrente en las descripciones españolas, como también el intercambio comercial que suscitó gran interés. Sin embargo, hasta donde sabemos, los españoles nunca lograron recorrer toda la SNSM ni someterla a su empresa colonial, lo cual, sumado a su visión etnocéntrica, hace que su registro escrito presente limitaciones. En otras palabras, si bien dichas fuentes son un referente para dimensionar lo que los colonizadores hallaron, no es posible interpretar esta información como un retrato completo e imparcial de la SNSM y sus comunidades prehispánicas. Por ejemplo, los españoles reconocieron la diversidad sociopolítica de los pueblos de la SNSM y los clasificaron en varias provincias, incluyendo Tairona, Taironaca, Betoma, Posigüeica y Carbón. No obstante, la noción de provincia no da cuenta de la organización territorial y política de estos poblados puesto que impone ciertas ideas de poder y autoridad, como, por ejemplo, la noción de líderes establecidos, como caciques y mohanes, y de liderazgos que percibieron como desorganizados y denominaron behetrías.

 

En la arqueología de la SNSM, los documentos coloniales y los reportes de exploradores colombianos y extranjeros se han utilizado como fuentes de información para acercarse al pasado prehispánico del macizo. Sin embargo, en lugar de dar por sentado su veracidad, los arqueólogos han optado por encontrar evidencias materiales que soporten o refuten dicha información. De esta manera, es posible observar como la investigación arqueológica de la SNSM se constituyó alrededor de los sitios icónicos de Pueblito y B-200, en los cuales el análisis de la arquitectura lítica, principalmente, y los restos botánicos ha permitido entender cómo los grupos prehispánicos modificaron este macizo. En la primera mitad del siglo XX, académicos como como John Alden Mason, Gerardo Reichel-Dolmatoff, Alicia Dussán de Reichel y Henning Bischof identificaron en Pueblito (imagen 1) un sitio tipo que permitió estudiar la cronología de ocupación prehispánica de la SNSM y caracterizar su distintiva arquitectura. A pesar de la importancia de Pueblito, el que fuera el único sitio estudiado hasta ese momento presentaba un panorama muy diferente al descrito en las crónicas españolas.

 

Esto cambió parcialmente en la década de 1970 cuando Luisa Fernanda Herrera y Gilberto Cadavid, guiados por Francisco Rey y otros campesinos de la zona, hallaron más de 200 sitios arqueológicos en las vertientes norte y noroccidental de este macizo (imagen 2). Uno de los yacimientos reportados fue el Infierno Verde, cuyo consecutivo correspondió a B-200 y que hoy es más conocido como Ciudad Perdida (imagen 3). Dicho hecho, que fue reportado como un descubrimiento, llevó a un ambicioso proyecto de restauración e investigación centrado en las más de 35 hectáreas que conforman este sitio. Numerosos investigadores, incluyendo a Margarita Serje, Ana María Groot, Patricia Cardoso, Roberto Lleras, Augusto Oyuela y Álvaro Soto, produjeron las primeras interpretaciones sobre la organización sociopolítica y la economía de los antiguos habitantes de Ciudad Perdida. Ello a partir del estudio de su arquitectura y de los artefactos e información recuperada en excavaciones arqueológicas. Por una parte, el análisis de la elaboración arquitectónica de las terrazas, anillos y caminos que conforman este sitio llevó a pensar a los grupos prehispánicos de la SNSM como cacicazgos e incluso estados incipientes bien organizados siguiendo jerarquías establecidas. Por otro lado, análisis palinológicos fueron usados como prueba de un manejo agrícola sostenible que se adaptó a las condiciones medioambientales de la SNSM sin alterar sus ecosistemas, al punto de permitir su restauración tras el abandono de los asentamientos en el periodo colonial[2]. De manera similar, la arquitectura lítica de este sitio fue interpretada como una adaptación a la escarpada topografía de este macizo, para cuya realización habrían sido necesarias las formaciones sociopolíticas antes mencionadas.

[2] Sitios arqueológicos reportados por Luisa Fernanda Herrera y Gilberto Cadavid en la década de 1970
© Daniel Rodríguez Osorio
Adaptación propia a partir de Herrera y Cadavid (1985) y Adam Dunbar, Global Heritage Fund

[3] Ciudad Perdida Shutterstock / Scott Biales 

 

Este enfoque, que veía las comunidades prehispánicas de la SNSM como actores que se adaptaban pasivamente a su entorno sin alterarlo, ha sido revaluado recientemente por el trabajo de Santiago Giraldo Peláez en Pueblito y Ciudad Perdida. A partir del estudio de la arquitectura lítica, Giraldo examinó los patrones constructivos de estos sitios, sus secuencias de construcción, las trayectorias de ocupación y la relación entre arquitectura y la constitución de la autoridad política en las sociedades que los habitaron. Adicionalmente, él condujo el análisis de fitolitos recuperados de excavaciones realizadas en diferentes terrazas líticas de los sitios arqueológicos mencionados[3]. Dicha evidencia le ha permitido “inferir que la actividad constructiva y agrícola desarrollada por estas sociedades entre el año 200 y el 1600 d.C. produjo grandes cambios en el paisaje”[4]. Sin embargo, el alcance de estas inferencias está de alguna manera limitado a Pueblito y Ciudad Perdida. Si bien conocemos de la existencia de muchos otros sitios arqueológicos en la SNSM, carecemos de información básica para entenderlos.

[4] Nube de puntos clasificada que diferencia vegetación de relieve
© Daniel Rodríguez Osorio
Producto obtenido del escaneo Lidar de 2019 y procesado con LASTools.

[5] Modelo de la ubicación potencial de las áreas de
uso y ocupación prehispánica
© Daniel Rodríguez Osorio
La clasificación de la información Lidar, utilizando un algoritmo CART, permite incorporar características relevantes que definen un sitio arqueológico y así poder modelar la ubicación potencial de áreas de ocupación prehispánica. 

 

Para llenar este vacío en el conocimiento arqueológico de la SNSM, en los últimos 10 unos pocos investigadores hemos emprendido proyectos en sitios arqueológicos que antes no habían sido estudiados ni reportados. Por ejemplo, Santiago Giraldo y yo hemos utilizado Lidar[5] para entender cómo la arquitectura lítica prehispánica transformó de manera intensiva la topografía de la SNSM. Después de retirar digitalmente la vegetación actual de aproximadamente 600 hectáreas ubicadas alrededor de Ciudad Perdida, que National Geographic TV y Albert Yu-Ming Lin escanearon en el 2019[6] (imagen 4), y de construir varios algoritmos que incorporan los atributos que históricamente los arqueólogos han identificado como característicos de los asentamientos prehispánicos de la SNSM, empezamos a observar áreas planas que modificaban topografías muy quebradas, de más de 25 grados de pendiente. Estas áreas no solamente describen la superficie de ocupación de Ciudad Perdida, sino que también nos muestran entre 96 y 112 hectáreas correspondientes a potenciales zonas de uso y ocupación prehispánica (imagen 5). Hasta la fecha, utilizando esta información hemos confirmado la existencia de por lo menos 10 sitios arqueológicos que antes no se habían reportado (imagen 6) . Si bien la aplicación de Lidar tiene un gran potencial para contribuir a la arqueología de la SNSM, el uso de técnicas más convencionales sigue generando información valiosísima para la disciplina, sobre todo ante un acceso aún limitado a tecnologías como la mencionada. Por ejemplo, en una prospección dirigida no intrusiva que he realizado desde el 2019[7] en la vertiente noroccidental del macizo, he reportado una ocupación de 200 a 250 terrazas de piedra por km2 en un área de 6 km (imagen 7). A diferencia de las prospecciones realizadas en la década de 1970, de las cuales podemos inferir la ubicación relativa de asentamientos, un mejor acceso a Sistemas de Información Geográfica y a tecnologías de localización satelital me ha permitido reportar con un buen grado de confianza la distribución de las terrazas líticas prehispánicas. Dicha información fortalece la noción de la arquitectura lítica como una fuente de transformación intensiva de la SNSM que influyó en la constitución del paisaje que encontramos actualmente.

 

[6] Documentación de la confirmación en campo de las áreas que el algoritmo clasificó como áreas de uso y ocupación prehispánica
© Daniel Rodríguez Osorio 
Puede observarse cómo las estructuras se encontraron debajo de la densa vegetación y de una capa delgada de suelo. 

[7] Mapeo preliminar de la ocupación prehispánica
en la vertiente Noroccidental de la SNSM
© Daniel Rodríguez Osorio
Este implicó la realización de una prospección dirigida no intrusiva en la cual se georreferenció la ubicación y el tamaño aproximado de las terrazas arqueológicas prehispánicas. 

Examinar la distribución de ocupación y uso prehispánico en la SNSM es apenas el primer paso para vislumbrar cómo este macizo ha sido construido por sus habitantes a lo largo de la historia. Uno de los caminos para contribuir a esta agenda es el estudio de restos botánicos. Si bien en los proyectos recientes no hemos adelantado este tipo de estudios, su realización es fundamental para comprender de manera representativa qué y en dónde se sembraba, se producía y se consumían diferentes productos como los reportados en las crónicas y por los estudios arqueológicos previos. Cuando entendamos la magnitud de estas actividades, estaremos más cerca de entender cómo, en la longue dureé, los humanos y las condiciones medioambientales de la SNSM han producido un paisaje profundamente construido. Las imágenes 6 y 8 ilustran de manera muy conspicua la SNSM como un paisaje producido antes que uno prístino. Para poder mostrar las estructuras prehispánicas en cada una de las figuras, fue necesario limpiar con machete la vegetación baja y remover algo del sedimento que las cubría. Sin estas acciones las dos figuras se verían como selva virgen, no obstante, podemos observar que lejos de serlo, este paisaje es el producto, no de la reconquista de la naturaleza -como algunos querrían creer-, sino de interacción dialéctica entre humanos y las condiciones físicas que los rodean.

 


[8] Ejemplo de dos de las más de 980 terrazas georreferenciadas en el 2019 y 2020
© Daniel Rodríguez Osorio
Las personas visibles en las fotografías muestran la ubicación de las estructuras mencionadas para facilitar su identificación. 

 



 

 

 

 * Arqueólogo y antropólogo con 10 años de experiencia en la Sierra Nevada de Santa Marta. Actualmente estudiante doctoral en el programa de arqueología de la Universidad de Minnesota, Twin Cities.

 

 

 

Bibliografía:

1 Término con el cual indígenas y campesinos denominan las construcciones elaboradas en cemento y ladrillo, en lugar de madera.

2 Luisa Fernanda Herrera, “Agricultural activity in the Sierra Nevada de Santa Marta (Colombia): historical perspective” y “Buritaca 200: survey of the archaeology and a palynological investigation”, en La Sierra Nevada de Santa Marta (Colombia) Transecto Buritaca la Cumbre, editado por T. Hammen y M. P. Ruiz (Berlin: J.Cramer, 1984), 501-546.

3 Santiago Giraldo, “Lords of the Snowy Ranges: Politics, Place, and Landscape Transformation in Two Tairona Towns in the SNSM-Colombia” (tesis doctoral, University of Chicago, 2010).

4 Santiago Giraldo, “Nuevas aproximaciones al urbanismo tairona en la Sierra Nevada de Santa Marta”, en Historia de Santa Marta y el “Magdalena Grande”. Del período Nahuange al siglo XXI. Tomo I, editado por, J.E. Elías-Caro y J. Viloria de la Hoz (Bogotá: Unimagdalena-Universidad Sergio Arboleda, 2018), 103.

5 De sus siglas en inglés Light Detection And Ranging, el Lidar es una tecnología de sensor remoto activo que determina la distancia desde un emisor láser a una superficie u objeto, midiendo el tiempo que un haz de láser tarda en ir del emisor y regresar a él. Esta tecnología ha contribuido enormemente a la arqueología durante los últimos 10 años.

6 National Geographic TV y Albert Yu-Ming Lin muy generosamente nos dieron acceso al dataset, permitiéndonos procesarlo y estudiarlo.

[7] En el marco del proyecto "Entangling the Tairona landscape: human politics and non-human action in the pre-Hispanic Sierra Nevada de Santa Marta", que dirijo y que ha sido financiado por la Wenner-Gren Foundation y por la Universidad de Minnesota, Twin Cities.