Fachada del Club Cartagena, Dibujo de Gaston Lelarge, 1918, 51 x 73 cm
Septiembre de 2016
Por :
Silvia Arango

CLUB CARTAGENA: GASTÓN LELARGE

A pesar de ser uno de los edificios más representativos de la arquitectura ecléctica de comienzos del XX en Colombia, el Club Cartagena se encuentra hoy en un lamentable estado de abandono.

Su arquitecto, Gastón Lelarge (1861-1934), era un francés que había llegado al país hacia 1890 y había realizado obras notables en Bogotá, como el Palacio Echeverri, las Galerías de la Plaza de Bolívar (hoy Alcaldía) y la Gobernación de Cundinamarca. Para fines de la segunda década de este siglo, Lelarge decide trasladarse definitivamente a vivir a Cartagena. Varias razones parecen haber impulsado esta decisión: problemas de salud, desacuerdos políticos en la capital y un contrato promisorio para la construcción de un edificio importante en la capital de Bolívar: el Club Cartagena. De hecho, el proyecto inicial del club lo realiza en Bogotá, en 1918, antes de su viaje a Cartagena en 1920, para dirigir su construcción.

Autorretrato. 15 x 10.5 cm. Colección Rafael Lelarge Mesa, Bogotá

 

Podrían realizarse varios ejercicios de filiación estilística para precisar las influencias que confluyen en la concepción arquitectónica del Club Cartagena (la Opera de Garnier,en París, por ejemplo), pero esta pesquisa etimológica no tiene mucho sentido. Lo que sí es pertinente, son los esfuerzos realizados por Lelarge para hacer compatible su lenguaje academicista con las características de la ciudad caribeña. El edificio posee una complejidad en su fachada que le permite expresar un movimiento sinuoso de luces y sombras. Esta captación de ambiente climático se expresa también en las distintas casas que Lelarge construyera en la ciudad.

El edificio del Club Cartagena está bordeado por otros de similar talante, formando uno de los bordes del Parque Centenario. Esta era el área de expansión a comienzos del siglo: por fuera de la muralla, sin alterar la ciudad colonial, se construía la ciudad moderna. Lelarge pensó algunos proyectos arquitectónicos y urbanísticos para esta zona, que no se realizaron completamente. A pesar del cambio de concepción y de lenguaje, es notable constatar hoy en día cómo este pedazo inconcluso de ciudad resulta tan íntimamente cartagenero como la vieja Cartagena colonial. Eran tiempos pausados, en que todavía se sabía hacer compatible la modernización con la continuidad histórica.

En su momento culminante, el Club Cartagena era suntuoso. El amplio vestíbulo dominado por una gran escalera con pisos de mosaico formando figuras, esculturas y lámparas, servían de preámbulo al lujoso y amplio salón del segundo piso. Fue éste, ciertamente, el marco arquitectónico de las recepciones, fiestas, reuniones y tertulias de la alta sociedad cartagenera en los años veinte. La misma sociedad que construía sus bellas mansiones en la isla de Manga, soñando hacer una ciudad que sintetizara culturas exóticas con elegancia y distinción.