La manizalita Luz Marina Zuluaga quedó de virreina en 1957. El destino le reservó para 1958 el título de Miss Unverso, la única que ha tenido Colombia. Foto. Cromos
Septiembre de 2016
Por :
Juana Salamanca Con reportería de Felipe González Salamanca

BELLEZA COLOMBIANA

"Si desde la lejanía de los tiempos los pueblos siguen asistiendo a las bodas de los príncipes, es para vivir una felicidad que, al ser expuesta desde tan alto, parece perfecta". MAURICE DRUON

Noviembre de 1969 marca un hito en la historia de los reinados de belleza en Colombia. En esa fecha, miles de familias pudieron observar, en vivo y en directo –como lo habían hecho meses antes con la llegada del hombre a la luna– la velada de elección y coronación del Concurso de Belleza de Cartagena, presentada por Otto Greiffenstein y Judy Henríquez.

Nuestro apego al cuento de hadas es incuestionable; en medio de nuestras desdichas, nos entusiasma presenciar, así sea en los demás, la felicidad y la perfección. El imaginario colectivo despoja a las soberanas y soberanos de rasgos tan humanos como el mal genio y la pereza, la incertidumbre y la envidia, los dolores y los humores. Por eso en Colombia, a más del Concurso Nacional de la Belleza hay reinados de todo y para todo, en los que con algunas variaciones, se repite la historia.

Paola Turbay Gómez, señorita Bogotá, Reina de Colombia y Virreina del Universo en 1991. Con este disfraz obtuvo el premio al mejor traje de fantasía.

 

Del recato a la silicona

De acuerdo con la revista Cromos en Colombia los reinados se iniciaron en 1904 en la ciudad de Buga. Más adelante, los años 20 y 30 del siglo XX fueron testigos, en ciudades y pueblos colombianos, de los Carnavales, tradición cristiana que promueve el desborde de la alegría en los días previos a la cuaresma, cuando se impone el ayuno y oración. La fiesta, por otro lado, facilita el encuentro de las clases sociales en los desfiles de carrozas y algunos pocos eventos públicos, que la gente presencia con la sensación de que todos somos iguales aunque al otro día, como en la canción de Serrat, vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas.

El evento central del Carnaval era la elección de la reina de los estudiantes, que se escogía entre un ramillete de distinguidas damas de la sociedad. Los momentos culminantes eran la coronación en el teatro Colón y el baile de gala en un hotel, por ejemplo el Ritz, certámenes que, como en el reinado de hoy, se reservaban sólo a unos pocos.

A propósito de la inauguración del muelle marítimo de Cartagena, el dirigente Ernesto Carlos Martelo propone realizar un certamen de belleza de carácter nacional en esa ciudad. La primera versión se realizó en enero de 1934, aunque se había programado para los 400 años de la heroica en el 33. La Guerra con el Perú y otras circunstancias obligaron a retrasar esta primera versión a la que concurrieron 8 participantes –en su mayoría elegidas por voto popular en sus regiones– y en la que resultó triunfadora Yolanda Emiliani Román, digna representante de la élite cartagenera, como durante mucho tiempo lo fueron las candidatas que llegaban a Cartagena.

Desde entonces se comienza a afianzar la marca Cartagena como destino turístico, íntimamente ligada al Reinado Nacional de la Belleza. Y son dirigentes de la Heroica reunidos en la Junta de Belleza de Cartagena, quienes a lo largo de los años le dan impulso a la corporación manejada hoy con modernos criterios empresariales. Desde 1957, cuando es elegida miembro de la Junta y Vicepresidenta, se destaca la figura de doña Teresa Pizarro de Angulo (doña Tera) dentro de las cabezas visibles de la organización, que presidió entre 1977 y el año 2000, fecha de su muerte. Además de ella, han descollado como presidentes del reinado el popular Vicentico Martínez Martelo (1965 – 1977) y el actual, Raimundo Angulo Pizarro, sucesor e hijo de la primera.

Esos primeros reinados fueron sencillos, inocentes, domésticos y, con seguridad, estrechos de presupuesto. En 1934, por ejemplo, todas las reinas desfilaron por las calles en una sola carroza, adornada con flores. Las ganadoras recibían premios simbólicos –coronas y medallas– y, como no existía programa oficial, las candidatas se la pasaban de almuerzo en almuerzo en casas de familia de Cartagena.

En la historia oficial del reinado, se dice que su realización se interrumpió entre 1934 y 1947 a causa de la II Guerra Mundial, aunque debió haber otros motivos, si se consideran los 13 años de intervalo. Ese año se fija a la capital de Bolívar como sede permanente del certamen, cada dos años –desde 1961 es anual– y se estableció su realización el 11 de noviembre, día de la Independencia de Cartagena.

El primer jurado estuvo integrado por Darío Echandía, Germán Zea y Daniel Lemaitre. Desde los años 60 se invita a jurados internacionales para evitar el regionalismo de los propios, de manera que las reinas han sido examinadas en su belleza exterior e interior por play boys, millonarios, empresarios, periodistas actores, pintores y ex miss universos, entre otros. Se recuerda cómo en 1962 Mario Moreno, Cantinflas, hizo parte del jurado.

Y, poco a poco, de la mano de los medios de comunicación, el evento ha ido adquiriendo reconocimiento entre el público colombiano. El reinado de Miss Universo se inaugura en 1952 y el de Cartagena obtiene la franquicia para enviar anualmente a su representante. Así ocurre todos los años con excepción de 1982 cuando otra organización logra el derecho de enviar a la candidata de Colombia.

Con la bellísima Piedad Gómez Román, Cartagena retonó en 1947 el cetro de la hermosura colombiana. Foto. Cromos

 

Pasan los años y van quedando solo para el recuerdo aquellas reinas gorditas, de escasa estatura, recatadas y pacatas –sin perjuicio de su belleza– elegidas durante los primeros años, cuyo máximo exponente fue, sin duda, una manizaleña de 1,62 de estatura llamada Luz Marina Zuluaga, la única Miss Universo colombiana, quien cosía sus propios vestidos, iba a diario a misa, cantaba bambucos y ayudaba en los quehaceres de su casa.

Hoy, las reinas son un producto en sí mismo –moldeado a fuerza de silicona, cirugía y penurias sin cuento: dietas, ejercicios, clases de expresión, de conocimientos generales y de manejo de medios– para cumplir con estándares establecidos en materia de medidas anatómicas y maneras de pensar. Seguramente la bulimia y la anorexia encuentran terreno abonado en el certamen y de ello hay indicios, como lo puso de presente la columnista María Jimena Duzán (Cromos, 70 años del reinado), cuando aseguró que existe un consumo preocupante de laxantes y diuréticos entre las candidatas.

Las reinas son adiestradas por expertos para pensar y comportase de acuerdo con un estricto reglamento y para convertirse en instrumento de promociones comerciales y obras de caridad. Las candidatas deben aprender a hablar bajo, sonreír discretamente y, al mismo tiempo y de manera contradictoria, aparecer espontáneas, frescas y naturales. ¿Habrá algo más complicado?

El asunto de las cirugías estéticas se trata inicialmente en secreto o, por lo menos, con bajo perfil. En 1995 corre el rumor de que la señorita Atlántico, Claudia Milena Eusse, tiene 7 intervenciones de esta clase. Ella, sin embargo, niega la versión vehementemente. Pero en los últimos años del siglo el tema sale del clóset al punto que hoy las candidatas reconocen sin vergüenza alguna, cómo se han aumentado el busto, corregido la nariz, reducido la cola y ¡diseñado la sonrisa!

De las 8 participantes iniciales se pasó en el final del siglo a una concurrencia que oscila entre 20 y 30, un grupo de jóvenes de clase media en su mayoría, muchas de ellas criadas para ser reinas, con la mira puesta en el evento de la Heroica que se ve como trampolín de ascenso social y como vitrina efectiva para conectarse con el mundo de la televisión, como actrices y modelos.

Y si el carácter popular de los primeros reinados del siglo era relativo, qué decir del Concurso Nacional de la Belleza de Cartagena, cuyas autoridades han tenido que inventar un evento paralelo, el Reinado Popular, para darle al pueblo la posibilidad de celebrar su fiesta. Allí concurren jóvenes, generalmente negras, de los barrios pobres de la capital de Bolívar. Es un evento sin silicona pero con champeta y orquestas, que no interviene para nada en los desfiles y galas del otro lado de la ciudad.

Reinado versus matrimonio

JSi hoy las jóvenes pasan por el reinado camino de la televisión o del modelaje, antaño lo hacían como escala hacia el altar. No bien era coronada la señorita Colombia, cuando se anunciaba su enlace con un político, un empresario o un prominente caballero. Ello implicaba la renuncia a participar en Miss Universo, concurso que, como el de Colombia, no está hecho para las señoras. Entre las que renunciaron estuvieron Leonor Navia Orejuela (1951); Esperanza Gallón (1953); Doris Gil Santamaría (1957) –quien le entregó su corona a Luz Marina Zuluaga para casarse con el empresario bogotano Helmuth Bickenbach, y Martha Cecilia Calero (1964).

“Hace medio siglo, con tradiciones muy puritanas, no usábamos trajes de baño, ni hacían presencia estilistas, maquilladores o peluqueros y, muchísimo menos, los cirujanos plásticos. La misión era representar dignamente a la comarca y al país sin ninguna prebenda comercial o publicitaria. En la escala de prioridades se trataba de educarse para formar un hogar digno al lado del esposo ideal, tener unos hijos bien criados y representar el papel de una gran dama”. Luz Marina Zuluaga (Cromos 70 años de reinas).

Doña Tera de Angulo llevó con justicia el título de Reina de Reinas, o la Reina Madre. Foto. Cromos

 

En 1971 María Luisa Lignarolo fue la última que coronó a su sucesora habiéndose casado ya y, en 1990, asunto excepcional para entonces, Maribel Gutiérrez Tinoco renunció al reinado para contraer matrimonio.

De alguna manera las autoridades del reinado miraron con simpatía la decisión de cambiar el rol de reina por el de esposa. Pero lo que nunca han aceptado es un cambio de orden de los papeles, como sucedió en 1993, cuando la representante del Amazonas resultó casada y, por lo tanto, expulsada fulminantemente de la contienda.

Los medios de comunicación

Un matrimonio indisoluble ha sido el del reinado con los medios de comunicación. En el principio fue Cromos, publicación sin parangón en el cubrimiento exhaustivo del certamen; luego vino la radio que comenzó a transmitir el evento hacia 1949. En 1953, las actuaciones de Agustín Lara y de la declamadora Bertha Singerman, registradas por los medios, le dieron un toque de internacionalización al reinado.

Hacia 1963 los caricaturistas Pepón y Chapete se ocupan de las reinas y cada vez los periódicos y las revistas le asignan más espacio al tema. Corren los años 60 y, por fortuna, no todo es unanimidad. Los movimientos feministas se hacen oír y en los medios se habla de mujer – mercancía y se comparan los reinados con ferias de ganado.

Curiosamente, dentro del mismo reinado, María Victoria Uribe, la candidata de Bogotá en 1968, asume actitudes provocadoras y expresa opiniones lanzadas, frente a temas que hoy son tabú dentro del Concurso, como el aborto y el amor libre. I´m a virgin, sostiene el letrero de una gorra con la que posa para los fotógrafos, a los que se aparece más tarde en vestido de baño pero con una ruana encima, el pelo cortado a lo Mia Farrow y descalza, en un delicioso arranque de irreverencia. El alcalde de entonces, Virgilio Barco, la había designado para representar a la capital porque “quería una reina inteligente”. “La mujer bella es la que vive su vida, que no se preocupa solo por la belleza física y por estar bien vestida. La mujer bella de hoy es la inconforme con los estatutos, con las normas dictadas y toda esa cosa…..”, declaró e la prensa la herética reina bogotana.

Hubo, entonces, algunos otras manifestaciones de una frescura que, por momentos, se tomó el reinado, pero que luego despareció definitivamente, como lo señalara Miguel Méndez Camacho en una nota recordatoria de la reina de 1963, la cucuteña Leonor Duplat San Juan (revista Diners,1989):
“En esa época los concursos de belleza eran menos frívolos o menos mentirosos. Lo que exhibían las candidatas era propio… No se tomaban extenuantes cursos de glamour, el equipaje de las candidatas no excedía tres maletas, no viajaban amanerados peluqueros o estilistas en la comitiva… (La reina) Tenía una pandilla de adolescentes para dar serenatas, hacía fiesta cada vez que bautizaba una muñeca, sabía bailar rock and roll, le gustaba el cine y la poesía, la enloquecía el helado de chocolate, su color favorito era el azul, y estaba enamorada. ¿Qué más podía pedir?... El premio del reinado del 63 incluía un viaje a Europa y otro a Suramérica, joyas, contratos de promoción de cosméticos y $36.OOO.oo en efectivo. ‘Con esa plata, dijo Leonor ante los periodistas, me compraré un convertible rojo’, que era la versión moderna de su carroza azul”.

Otra reina que dio muestra de espíritu libre y de mente abierta fue la del 70, Piedad Mejía Trujillo, quien en sus declaraciones a la prensa se mostró partidaria del divorcio. Por algo sería, pues algún tiempo después decidió disolver su enlace a las seis horas de casada, con el natural escándalo.

Con la primera transmisión de televisión, que de alguna manera significó una popularización del reinado si se tiene en cuenta que dicho medio es un sucedáneo de los lugares públicos donde ocurre la fiesta –la calle, la plaza, el estadio– comienza una era en que la que cada día más el Concurso se supedita a las necesidades de la “caja mágica”, hasta finales del siglo cuando todo está pensado y diseñado en función de las transmisiones de televisión.

Myriam Carolina Sojo Zambrano ganó en 1949 la primera corona para el Atlántico. Foto. Cromos

 

Evolucionan, también, los escenarios y los espectáculos coreográficos y musicales que se programan como parte del reinado, especialmente en la velada de elección y coronación. En el 70 aparece el desfile de balleneras por la Bahía de Cartagena, donde las candidatas son escoltadas por cadetes de la Escuela Naval. Y en el 80, la programadora RCN, transmite la imagen en color. En cuanto a los artistas, el teatro Heredia y el auditorio Getsemaní del Centro de Convenciones han visto pasar a figuras de primer orden dentro de la música popular: Paloma San Basilio, Gloria Estefan, Julio Iglesias, Rafael, Juanes, Shakira y hasta Totó la momposina, para nombrar unos pocos.

1984 trae nuevas exigencias para las candidatas quienes, a partir de entonces, al mejor estilo de miss Universo, deben presentar espectáculos musicales. La imaginación y creatividad invertida en estos montajes es infinita. En el 90, hace su entrada –aunque no triunfal porque falló– el computador, con un programa para contabilizar los puntajes otorgados por los jurados las candidatas.

Son dignas de registrarse las carreras meteóricas recorridas por dos Virreinas Nacionales de la Belleza en la televisión nacional e internacional. Por un lado, la popular niña Mencha, que abrió plaza con su actuación en la novela Gallito Ramírez y su inmediato matrimonio con el actor protagonista, y continuó la faena como actriz en España y otros países, cantante y presentadora; por el otro, la bumanguesa Ángela Patricia Janiot que ha llegado a cumbres insospechadas en la cadena internacional CNN.

Una muestra más de cómo televisión y reinas están hechas la una para las otras, fue el matrimonio de la reina Paola Turbay con Alejandro Estrada, ceremonia que fue transmitida por televisión: un verdadero cuento de hadas del siglo XX

El reinado caritativo 

Que el reinado de Cartagena es un derroche de dinero, público y privado; que es una afrenta a los pobres; que es un certamen superfluo y clasista. Estos y otros juicios se lanzan periódicamente en contra del Concurso. Sin rebatirlos a fondo, las autoridades del reinado responden siempre con una pregunta: ¿Qué otra organización puede exhibir un record tan impresionante de obras sociales realizadas y de dineros recaudados en desfiles y toda clase de certámenes en los que las reinas participan a lo largo del año?

En 1953 Luz Marina Cruz mostró por qué las mujeres del valle eran hermosas como las flores. Fue coronada por el Presidente de la república, general Rojas Pinilla. Foto. Cromos

 

En efecto: se sabe, por ejemplo, que desde 1963, cuando el padre Rafael García Herreros ideó que las reinas, con sus escotes y minifaldas, sirvieran el pan y el consomé que se ofrece en el Banquete del Millón, la organización fundada por el sacerdote ha recaudado millonadas para construir barrios para familias pobres a lo largo y ancho del país. Son las obras propias de un hada madrina que, graciosamente, va favoreciendo a los “descamisados” –para usar el término que hizo famosa a Evita Perón– que se atraviesan a su paso y que no son vistos como sujetos de derechos sino como objetos de favores. El rosario de desfiles caritativos tiene su inicio, dentro del calendario real, con el desfile en traje de baño en torno de la piscina, que desde 1979 se denomina “Belleza con un propósito”. Se destaca, también, el llamado evento de “la reina madre”, en el que las mamás de las reinas se disfrazan y realizan una presentación, también con fines benéficos.

Lamentablemente, las directivas del reinado son bastante herméticas en cuanto al suministro de información relativa a la cantidad de dinero que se recauda con estas actividades: “El Certamen de Belleza destina parte de los dineros recaudados para el desarrollo de la Misión Social que cumple, para ayudar a los colombianos más necesitados. Sobre las negociaciones que realiza el Concurso Nacional de Belleza, estas son de carácter privado”, indica la respuesta a nuestra pregunta.

Reinas y política

El reglamento actual del Concurso de belleza prohíbe a las participantes referirse a asuntos relacionados con sexo, religión o política… Y tal vez por sustracción de materia, a lo largo del reinado se escuchan declaraciones prefabricadas y lugares comunes las más de las veces. Pero, aunque no la llamen, la política se inmiscuye tercamente, en todas las manifestaciones de la vida social y el reinado no es la excepción.

La primera corona para Santander la ganó en 1955 Esperanza Gallón Domínguez. Foto. Cromos

 

Así como en la actualidad las candidatas de Cartagena hacen campaña como cualquier político para demostrar cuán “completas” son en lo físico y en lo intelectual, los políticos buscan su compañía a sabiendas de que su popularidad –siempre superior a la de ellos– les conviene para sus propósitos.

Es un fenómeno recurrente: en 1947, Piedad Gómez Román, recorrió Bogotá en el automóvil del presidente Ospina y paralizó el tráfico, según la crónica de la época. Ospina la recibió en el Palacio de la Carrera y brindó con ella con champaña. A partir de 1953, soplan vientos marciales y el concurso se pone a tono: la mayoría de las candidatas departamentales son coronadas por los Gobernadores Militares del país. En Cartagena, Luz Marina Cruz, representante del Valle, Antioquia, Cauca y Nariño, recibe la corona de manos del mismísimo General Gustavo Rojas Pinilla y al poco tiempo se casa con el Ministro Aurelio Caicedo Ayerbe. “Su coronación copió el estilo de la ceremonia en la que Isabel II Subió al trono del Reino Unido, meses antes en Londres”, informa Cromos.

Algunos desastres nacionales exigen posponer las fiestas, como el ocurrido el 30 de octubre de 1965 cuando una explosión en el mercado público de Cartagena produjo 180 muertos; otras desgracias no: el 5 de noviembre de 1985 mientras las candidatas desfilan en coches, vestidas de españolas, en Bogotá ocurre la toma el Palacio de Justicia. Las cadenas radiales suspenden las transmisiones que se reanudan solo la noche de coronación. De acuerdo con la página Web del reinado, “Se pensó que este reinado sería cancelado, pero el Presidente de la República Belisario Betancur dio orden de continuar sin tanto colorido para guardar el luto de los colombianos”. Las candidatas asisten, entonces, a una misa en la Catedral en memoria de los muertos del Palacio.

En 1980, la candidata del Atlántico llegó en avión privado, con más de 4 toneladas de equipaje: 120 maletas que contenían 65 frascos de perfume, 90 brassieres y 190 pares de zapatos al mejor estilo de Imelda Marcos.

Cinco años después, al resultar perdedora la candidata favorita, Mónica Escobar, de Caldas y salir ganadora la del Atlántico, Maribel Gutiérrez Tinoco –cuyo vestido de gala costó 7 millones de pesos– se presentan con insistencia acusaciones y rumores de compra del jurado, además de suspicacias sobre el daño del computador. Antes de terminar el año, la reina se casa con Jairo Durán Fernández –comerciante barranquillero posteriormente asesinado en una vendetta en la capital del Atlántico–. 

El espinoso asunto del vestido de baño

“Yo era muy liberada y por eso no me molesté cuando los jurados nos pidieron subirnos un poquito la falda para vernos las piernas”, declaró Yolanda al recordar en Cromos su reinado. Y es esta una demostración de cómo ha evolucionado este tema, siempre espinoso, de la exhibición del cuerpo.

En 1947 la candidata del Valle Myriam Ospina Benoit posó en vestido de dos piezas. Un verdadero escándalo para la época y una excepción a la regla general del tapujo, extendida hasta entrados los años 60. El uso del vestido de baño en público –incluso de aquellos con faldita, que tapaba parte de los muslos– generó protestas. Según la historia oficial del reinado, en 1947 Piedad Gómez Román prometió al Obispo no posar en vestido de baño para los fotógrafos. Más adelante, los prelados de la iglesia se hicieron oír por medio de los colegios, que amenazaron con la expulsión a las reinas que se dejaran ver con la prenda. Por ello, en no pocas ocasiones las católicas candidatas se negaron a desfilar en traje de baño y optaron por los pantalones pescadores (a media pierna) o por los shorts, las más lanzadas.

Doris Gil Santamaría, de Antioquia, ganó el reinado en 1957; pero el amor la privó de ser soberana del Universo, título que fue ganado por su virreina, Luz Marina Zuluaga. Foto. Cromos

 

Pero de nuevo en los 60, con sus vientos de renovación: hacia mediados de la década, las candidatas de Armenia y Ciénaga –entonces se concursaba por ciudades– se presentaron con un atrevido vestido de baño que llevaba malla en el talle, lo que permitía ver claramente sus formas. Finalmente en 1972 el bikini hace su entrada triunfal, como prenda oficial del desfile en traje de baño, y se mantiene hasta 1983, cuando retorna el enterizo, aunque no por razones de recato, propiamente dichas.

Modas y modistos

Un punto de referencia obligado para quien quiera observar la evolución de la moda es sin ninguna duda el Reinado de Belleza de Cartagena: las candidatas modelo 40, lucían modelos ceñidos a la cintura, vaporosos, strapless, largos y con mucho vuelo; no existía la preocupación por el bronceado, pues lo in eran las pieles blanquísimas; en los 50, falda abultada, zapatos puntiagudos, tacón puntilla, carteras grandes, sandalias, cejas anchas y labios muy rojos, con la indudable influencia de Hollywood, tal vez más entonces que ahora (remember Grace Kelly y Cía).

Hacia el año 62 irrumpen las pelucas, las pestañas postizas y accesorios como sombrilla, sombrero, guantes y cartera. En el maquillaje se destacó la rayita en los ojos; y hacia el final de le década tacones de plataforma, collares largos, aretes aparatosos; el gogó y el yeyé se imponen y traen consigo el pelo largo y suelto; en1971 las reinas usaron 110 pelucas y gastaron 120 cajas de maquillaje y 24 cajas de pestañina; en los 80 y los 90 regresan el straples, vestidos muy ajustados, escotes pronunciados y la falda corta.

Nativa de Armero, la preciosa Edna Margarita Rudd Lucena ganó por primera vez para el Tolima el cetro nacional. Foto. Cromos

 

No se puede hacer un recuento histórico del Reinado de Belleza de Cartagena sin registrar un fenómeno que surge en los 60 y que se afianza a lo largo de los años, que se podría definir como una explosión creativa, nacida de la necesidad de crear vestidos típicos, de fantasía, de gala, de cóctel. Paulatinamente va formándose un ejército de modistos y diseñadores que año tras año utilizan como insumos toneladas de cristales y de canutillos, de plumas y pedrerías, de lentejuelas y telas con nombres complicadísimos, en una carrera desaforada de fantasía, de cacharrería, de oropel. Nombres como Alfredo Barraza, Amalín de Hazbun, la aguja de oro, Hernán Zajar, Jaime Arango y otros muchos adquieren renombre nacional e internacional, como responsables en gran parte del desempeño de la reina a la que le producen los atuendos.

Esta tradición de desempeño sobresaliente de los trajes en certámenes internacionales la inaugura la reina Luz Helena Restrepo, quien ganó el premio al mejor vestido típico en miss Universo, con "Princesa Sinuana", atuendo confeccionado por Donace Shop. Claudia Elena Vásquez en 1996, obtuvo el mismo premio con el diseño “Poporo” del antioqueño John Miranda y figuró en la primera página del Miami Herald. Un año más tarde, Silvia Fernanda Ortiz representó a Colombia con un traje típico elaborado artesanalmente en caña flecha, a manera de sombrero vueltiao, que “causó sensación”, como diría una crónica social. Es la imaginación sin límite de nuestros modistos.

Los patrocinadores

Se sabe que el Concurso Nacional de Belleza de Cartagena es una vitrina sin par para la promoción de productos de muy diversa índole. Sin embargo, de acuerdo con el Concurso, éste “se financia a través de sus patrocinadores, los cuales realizan eventos dentro del marco del Certamen, estos costos son asumidos por ellos y al respecto no poseemos información”.

Izquierda: La bogotana María Helena Reyes hizo realidad en 1975 el sueño de sus coterráneos abrigaban desde hacía cuarenta años. Por primera vez en el Reinado de Cartagena, Bogotá ganó la corona de la belleza colombiana. Foto. Cromos. Centro: Aura María Mojica, de Buga, ganó la séptima corona para el Valle del Cauca, en 1976. Foto. Cromos. Derecha: La bogotana Shirley Sáenz, ganó la corona en 1977. Ocupó el cuarto lugar en Miss Universo.

 

Desde muy temprano, 1953, algunas compañías comerciales vieron en el reinado un vehículo inigualable para la exposición de sus productos y en las reinas una verdadera mina de oro publicitaria. En esa oportunidad, Colgate Palmolive impuso una corona a todas las candidatas y otorgó un contrato especial para la Reina elegida; en el 57, donó el cetro y la corona.

Son numerosas las firmas que invierten sus presupuestos de publicidad en el reinado y que organizan eventos que se suceden a la carrera durante las ferias novembrinas: el Cabello más lindo, el cuerpo más sano, la Señorita Fotogénica, la candidata más Puntual, la Reina del Hogar, Señorita Elegancia, la mejor amiga, la Zapatilla Real y otros más.

Las joyas de la Corona

Uno de los patrocinadores más destacados ha sido la Joyería Cesáreo, de la ciudad Heroica, que ofrece año tras año las joyas de la corona, desde 1983. Entre las piezas donadas por esta firma se destacan la corona, confeccionada, año tras año, en plata ley 950 con un baño de oro de 24 kilates. “Su diseño está conformado por el escudo heráldico de Cartagena que, en la parte baja presenta una imitación de las olas de nuestro inmenso mar. En su parte central se destaca una esmeralda, la piedra nacional, artísticamente colocada en la convergencia de la cruz”, indica la página oficial del concurso.

El cetro o bastón de mando de la Soberana Nacional, es elaborado, también, en plata y un baño de oro de 24 kilates. El anillo real tiene forma de corona y pesa 9.2 gramos en oro de 18 kilates. En el centro, dos finísimos rubíes de 23 puntos. En la parte inferior lleva 4 brillantes talla princess (cuadrados) que pesan 34 puntos, intercalados con los brillantes, lleva seis rubíes de color profundo y gran transparencia”, según la misma fuente.

Izquierda: Nini Johana Soto, señorita Santander, ganó la corona de 1980. Foto. Cromos. Derecha: En 1983 el título volvió a quedar en casa. La señorita Bolívar, Susana Caldas Lemaitre, fue considerada como una de las mujeres mas hermosas que llevaron la corona. En el concurso de Miss Universo quedó entre las cinco finalistas. Foto. Cromos

 

El Cetro –prendedor fabricado en oro de 18 kilates--, destaca un brillante adornado con dos rubíes que pesan 23 puntos, rodeados a su vez de tres brillantes de gran pureza que pesan 9 puntos. La Joyería Cesáreo también obsequia 4 coronas para las finalistas: “están finamente adornadas con hermosos arcos como un culto al arte y un homenaje al triunfo”.

Las Reinas también mueren

Izquierda: La antioqueña Paula Andrea Betancur representó en Cartagena al Amazonas. Su belleza, su gracia y su inteligencia hechizaron a todo el mundo. Ganó el reinado colombiano en 1992 y quedó Virreina en Miss Universo. Foto. Cromos. Derecha: Patricia Janiot fue virreina en 1983. Después se convirtió en una de las periodistas más célebres de la televisión internacional. Foto. Cromos

 

Izquierda: Margarita Rosa de Francisco, caleña, fue virreina en 1984, pero como actriz ha reinado sin pausa en el corazón de los colombianos. Es una de las más admiradas y talentosas divas de la pantalla. Foto. Cromos. Derecha: La bogotana Carolina Gómez fue en 1993 la tercera en línea de bellezas colombianas que, además de ganar el reinado nacional, ocuparon el virreinato en Miss Universo, aunque en los tres casos la opinión pública estuvo unánime en que deberían haber ganado la corona mundial. Foto. Cromos 

 

 

En algún momento el encanto tiene que desaparecer y llega a la hora en que la realidad, dura por cierto, se impone sobre la fantasía, como cuando vimos por última vez a una arrugada Greta Garbo, de 90 años, por las calles de Paris. Las reinas también se mueren, y a veces de manera trágica e inesperada, como cuando a los 7 años de haber sido Miss Colombia, Leonor Duplat, la mona, murió en un accidente de tránsito, no sabemos si a bordo de su convertible rojo; o cuando Doris Gil Santamaría, al lado de Helmutt Bickenbach, su príncipe azul hasta el fin, encontraron la muerte, en medio de su horrendo secuestro, asesinados y abandonados en una tupida montaña de Cundinamarca.