05 de octubre del 2024
 
Enero de 2019
Por :
HERNANDO CARVAJALINO BAYONA*Arquitecto, magíster en Urbanismo. Profesor de cátedras relacionadas con el hábitat popular, en las Universidades Javeriana y Católica, Bogotá. Director de Barrio Taller, entidad asesora de procesos habitacionales populares.

BARRIOS POPULARES: ALTERNATIVA A LA CRISIS HABITACIONAL , DESDE LOS POBLADORES

Detrás del olvido, a orillas de la gran ciudad, cohabitan los dioses de la miseria y los fantasmas de la esperanza, en barrios bautizados con sueños e ilusiones. Barrios de Patio Bonito, de Buenos Aires o de Vista Hermosa, barrios en los que se levantan casas aterrazadas marcadas con las huellas terracota de lo inacabado, de lo progresivo e inalcanzable, al borde de empolvadas calles por las que deambulan apacibles, vecinos y soledades que se encuentran justo en aquella esquina, sur de la gran ciudad, de esta urbe desconocida y ausente.

 

El barrio y la vivienda se van consolidando con el tiempo. Foto:autor.

 

H.C.B.

Los barrios populares de origen informal históricamente han sido para las familias económicamente más pobres, y parte del problema y de la solución a la crisis habitacional de nuestras ciudades. A continuación, un repaso muy breve de sus orígenes, su historia y proceso de consolidación. Asimismo, se esboza una caracterización espacial de estos asentamientos como parte de la producción social del hábitat, en la que se evidencian esfuerzos tanto comunitarios como individuales.

Definición, origen y un poco de historia

Los barrios populares son aquellos asentamientos que los mismos pobladores han autoconstruido para proveerse de un techo. En ese sentido, son aquellas unidades de desarrollo urbano formadas por la agrupación de predios individuales, con algunas áreas comunes que en su mayoría son de carácter residual, han sido construidas por el propio pueblo –de allí lo de popular– mediante un proceso que demora varias décadas y que implica un esfuerzo enorme colectivo (barrio) y también familiar (casa). Estas características los distancian de otro tipo de barrios, como los residenciales para clases sociales más adineradas o los barrios obreros producidos por el Estado.

 

El barrio y la vivienda se van consolidando con el tiempo. Foto:autor.

 

A principios del siglo XX el término utilizado para estos desarrollos es el de “barrios obreros” que se mantiene en uso hasta los años cincuenta, momento en el que se comienzan a acuñar otros conceptos para designar estos asentamientos, tales como “barrios populares, ilegales, informales e incompletos”, entre otros; como también, “urbanizaciones clandestinas, piratas, subnormales, espontáneas o de invasión”. Cada uno de ellos enfatiza algunas de sus particularidades, relativas al tipo de origen o a las características de los pobladores en estos barrios.

Si bien, históricamente, los primeros barrios populares tienen su origen a finales del siglo XIX y principios del XX, en este texto se hace referencia a los barrios originados de los años cincuenta en adelante, período en el que se acrecienta este tipo de poblamiento en las ciudades. Su origen es diverso pues puede ser fruto de una invasión colectiva que implica un nivel organizativo y comunitario previo, de un proceso de urbanización informal producto de la venta inicial de predios por parte de un negociante de tierras, o también, de una gestión colectiva y solidaria del territorio en términos de autogestión comunitaria, entre otros.

Al hablar de mediados del siglo pasado como referente temporal es necesario señalar el problema migratorio que acontece por esos tiempos, tanto por problemas de violencia política como de búsqueda de oportunidades por parte de familias de provincia. El fenómeno se acrecienta en décadas posteriores debido al desplazamiento forzado de víctimas de la violencia que genera mayores migraciones hacia las ciudades, donde el lugar receptor por excelencia es el barrio popular pues allí habitan parientes, amigos o paisanos y, además, porque el costo del arriendo es más económico. Incluso, en algunos casos, se invaden predios aledaños a estos lugares.

 

La calle y la casa configuran una imagen heterogénea y diversa.Foto: autor.

 

Una triada: lo ilegal, lo informal y lo popular

Estos barrios son la manifestación evidente de una ciudad inequitativa en cuanto se localizan en los extramuros de la ciudad, en topografías abruptas y sin infraestructura, con un costo económico y social muy alto para los pobladores, y con un proceso complejo de consolidación que demora décadas.

Lo ilegal se hace presente en su origen porque el urbanizador informal (o pirata) actúa por fuera de la ley al vender un terreno ubicado en la periferia en posibles zonas de riesgo o áreas de reserva natural y cuya titulación y propiedad no es clara. Esta práctica económica sin regulación ni vigilancia alguna es muy rentable para él.

En el proceso de consolidación del barrio lo que prima es lo informal. La economía base de estas relaciones está por fuera de la órbita formal en cuanto no se accede a créditos del sector financiero, sino al trueque, al fiado y al reciclaje. En la mayoría de los casos los vínculos laborales de sus habitantes están ubicados en el sector informal y en el del rebusque cotidiano. La manera de construir las viviendas es “como se han hecho siempre”, es decir, producto de un conocimiento empírico y con variables en progresividad, productividad y diversidad, que hacen parte de este universo complejo por fuera de la normatividad urbana.

 Lo popular hace referencia al producto que se alcanza después de varias décadas en las que, a su manera, los pobladores construyen el barrio y su casa con su propio conocimiento empírico y su saber colectivo, o con el apoyo del maestro de obra, vecino habitual del barrio, así producen una espacialidad bien particular y diversa, con sus luces y sus sombras, y una estética propia que combina el gris y terracota de lo inacabado con el colorido del “engalle” de sus fachadas.

Esta triada, en estos asentamientos, da resultados deficitarios en lo cuantitativo, por cuanto el arrendatario (inquilino o allegado) ante la imposibilidad de acceder a una vivienda formal acude lo que se ofrece en estos barrios (vivienda en arriendo), con problemas frecuentes de habitabilidad. También, en cuanto al déficit cualitativo, se hace referencia a la carencia de infraestructura y equipamientos, a la precaria calidad habitacional de las viviendas y a su vulnerabilidad sísmica, además del problema jurídico de la tenencia, entre otros.

 

La casa: más allá dehabitarla es tambiénun nicho productivo.Foto: autor.

 

Caracterización urbana y arquitectónica

A partir de la fragmentación de predios y del loteo inicial, se adelanta la venta de estos sin contar con infraestructura vial ni servicios públicos, los cuales tienen que ser resueltos colectivamente por los propios pobladores. A nivel morfológico su configuración urbana responde a una traza de manzanas alargadas, la mayoría de las veces ubicadas en terrenos con fuertes pendientes, conformadas por lotes generalmente de 6 x 12 m y con vías precarias, principalmente peatonales, que conectan con otros barrios vecinos pero que están alejadas del transporte público, lo cual tiene como consecuencia tiempos extensos en la movilidad diaria para llegar a los centros de trabajo.

Más allá del paramento de las manzanas, el vacío de lo no construido por las viviendas futuras corresponde a lo público. Durante años, andenes inexistentes, vías sin pavimentar y terrenos empinados presentan una gran dificultad para la movilidad de las personas. Sin embargo, la calle del barrio popular es, por excelencia, el punto de encuentro entre los vecinos, en ella se manifiesta la solidaridad y el compadrazgo, pero también la inseguridad. En las áreas residuales, con el tiempo, se construyen la cancha y el salón comunal, lugares que se referencian como puntos de encuentro relacionados con lo comunitario.

La vivienda se construye por etapas, de manera progresiva. Lo económico y el crecimiento de la familia marcan la pauta de su desarrollo; sus necesidades se van sumando con el paso de los años, al igual que los metros cuadrados habitados, así se va consolidando una edificación que crece en altura y se convierte en el principal patrimonio de la familia.

Lo productivo se manifiesta en la vivienda con espacios de renta en las edificaciones de tres o cuatro pisos, donde además de la vivienda del propietario hay espacios para comercio (tiendas, panaderías o misceláneas), talleres de producción (modistería, ornamentación o carpintería) y de arriendo a inquilinos o allegados familiares.

Lo diverso y lo heterogéneo es lo propio de estos barrios. Las fachadas son distintas unas de otras, nada es uniforme ni homogéneo. Y al interior de las viviendas su espacialidad es diferente entre sí, aunque con algunos patrones comunes.

El “engalle”, como manifestación estética y cultural propia de la decoración en las fachadas, tiene que ver con la imagen inacabada del barrio en su proceso de consolidación (terracotas y grises), que con el paso del tiempo se va intercalando con el acabado final que le irá dando cada familia, el cual forma parte de un repertorio de colores, formas y texturas propias que cualifica la espacialidad propia de estos asentamientos, en la que confluye lo particular y lo colectivo como parte de ese mosaico ornamentado que combina lo informal y lo variado, lo popular y lo híbrido.

Vale destacar en estos procesos urbanos de periferia la labor colectiva, el esfuerzo propio y la autoconstrucción, conceptos que se corresponden con la lucha histórica por un techo, mediante esta producción social del hábitat. Estos pobladores, además de estar afectados por diversas condiciones sociales y económicas, han tenido que asumir esta titánica tarea de levantar sus barrios y sus viviendas, y sobrevivir en lo cotidiano al cohabitar con la invisibilidad proveniente del Estado y la sociedad, y con señalamiento que los medios de comunicación les dan a diario.

Incorporar esta otra realidad urbana y social de los barrios populares de origen informal a nuestras ciudades, la cual muchas veces nos negamos a mirar, es una asignatura pendiente que habrá que acelerar en las distintas instancias gubernamentales y en la misma academia. Mejorar lo construido por los pobladores debe ser una salida urgente, que tan solo se ha dado de manera aislada a través de programas de mejoramientos de barrios y de vivienda, los cuales deberían masificarse.

 

A partir de lo inacabado surge con el tiempo el “engalle” de las fachadas. Foto: autor.

 

Bibliografía

  1. Amézquita, Antonio. “Barrios obreros bogotanos. Algunas experiencias pioneras de comienzos del siglo XX.”. En Urbanismos, Áreas residenciales en Bogotá. Bogotá, Maestría de Urbanismo, Universidad Nacional de Colombia, 2005.
  2. Avendaño, Fabio y Carvajalino, Hernando. “Vivienda popular espontánea: conceptos de espacialidad y progresividad. Reflexiones a partir de un estudio de caso: Bogotá, Colombia”. En Revista Ciudad y Territorio, Estudios Territoriales, XXXV, No. 136-137, Madrid, 2003.
  3. Carvajalino, Hernando. “Estética de lo popular: los engalles de la casa”. En Serie Ciudad y Hábitat, No. 11. Bogotá, Barrio Taller, 2004, pp. 103-123.
  4. Saldarriaga, Alberto y Carrascal, Rodrigo. Vivienda social en Colombia. Bogotá, Fundación Corona, 2006.