Noviembre 6 y 7 (detalle). Instalación de 280 sillas de madera, descolgadas del Palacio de Justicia, 2002 Bogotá. Obra de Doris Salcedo, Fotografía de Sergio Clavijo. Cortesía Alexander and Bonin, New York.
Agosto de 2016
Por :
Ivonne Pini, Profesora titular y emérita, Universidad Nacional de Colombia. Profesora, Departamento de Arte, Universidad de los Andes. Directora ejecutiva de la revista Art Nexus.

APROXIMACIÓN AL ARTE COLOMBIANO A COMIENZOS DEL SIGLO XXI

Acercarse al arte contemporáneo supone un riesgo, pues se trata de un proceso en construcción y, por lo mismo, no admite visiones que permitan generar perspectivas históricas. Quien escribe y quien crea la obra, se ubican en el mismo espacio y tiempo, de allí que al aproximarse a la producción actual, lo que podemos hacer es mostrar temáticas abordadas, cómo se sustentan, señalando algunos de los lineamientos que sistematizan parte de la rica producción artística que se viene realizando en Colombia. Este nuevo grupo de artistas que se han ido nutriendo del aporte de sus antecesores, que se han formado en las diversas escuelas de arte que se incrementaron en los últimos años a nivel nacional, están acompañados de un aumento en el número de actores que constituyen el campo artístico, como los críticos, los espacios dedicados a la investigación, la creación y la divulgación de las obras. La diversidad de planteamientos emprendidos lleva a que sea necesario mencionar solo una parte de las alternativas existentes, sin la pretensión utópica de abarcar, la complejidad y variedad de propuestas y artistas actuales. 

Memoria y tiempo

Recuerdos atesorados en la memoria y el transcurrir del tiempo, son uno de los espacios de indagación y su interés no radica en simplemente retomar un tema conocido, sino en la forma como se le aborda. Algunas obras claves en esa dirección, realizadas a fines de la década del 90 y comienzos del nuevo siglo son: Invitro (1997) de María Elvira Escallón; En la punta de la lengua (1997) de Rodrigo Facundo; las 280 sillas vacías de la instalación de Doris Salcedo en el Palacio de Justicia (2002); Murmullo (2003) de Carlos Uribe. Ya sea mostrando los simulacros de espacios arquitectónicos supuestamente “recuperados”, la relación entre tiempo y construcción de memoria trayendo imágenes del pasado al presente, cuestionando relatos oficiales de la historia nacional, descubriendo los nichos de violencia que paisajes aparentemente bucólicos pueden encerrar, se constituyen en exploraciones que apelan tanto a la memoria personal como a la colectiva.

Interior (después de Paul Beer). Del proyecto “Pasado tiempo futuro”. Obra de Nicolás Consuegra, 2010. Cortesía del artista.

 

Nicolás Consuegra (Bucaramanga, 1976) recopila con insistencia registros de memorias que pueden no ser oficiales y forman parte de referentes culturales que él propone volver a someter a escrutinio, preocupado por explorar las contradicciones de la cultura visual. La imagen convertida en remanente que solo permite recordar lo que allí existió, es lo que explora en Instituto de visión (2008). Las nominaciones de ciertos lugares se van esfumando y solo queda el vestigio de un nombre. Sus fotos registrando fachadas de edificios daban cuenta de una visualización temporal, en vía de desaparecer y la imagen original queda guardada solo en nuestra imaginación. Sus ejes de investigación son diversos, pero uno recurrente es su relación con la arquitectura moderna y las implicaciones que tiene en la modernidad el uso del espacio. Fotografía y maquetas son dos recursos centrales en su trabajo Pasado tiempo futuro (2010). Utilizando fotografías de Paul Beer, fotógrafo alemán residente en Bogotá, recrea un interior siguiendo las imágenes registradas, construyendo una ficción de espacio a partir de las fotografías, indagación de archivos que le permitieron confrontar narraciones, trayéndolas al presente.

Milena Bonilla (Bogotá, 1975) utiliza en obras como Variaciones sobre el paisaje homogéneo (2006) un particular manejo cartográfico en el que, el espacio representado, está ligado a su memoria personal. Sus mapas plantean una descripción del mundo que no tiene en cuenta los límites convencionales, ella los reconstruye proponiendo nuevas rutas, en una cartografía local permeada por los desplazamientos emocionales, ambientales y políticos. Observarlos supone para el espectador el reto de superar lo convencionalmente aceptado, proponiéndole repensar cómo operan y desde dónde los estímulos urbanos. Para Bonilla la historia del hombre se mueve entre distintos límites, entremezclándose los discursos visuales, sociales y culturales.

La ciudad como espacio cultural

Arte y espacio público son otro núcleo significativo en la investigación artística actual. La ciudad ya no es pensada desde la perspectiva del “embellecimiento” del espacio urbano, sino como un terreno de investigación, de diálogo, donde es posible establecer relaciones eventuales y temporales ligadas a situaciones del entorno.

Un antecedente significativo de esa relación fue la creación, en 1995, de la Bienal de Venecia. Aludiendo a la imposibilidad de que jóvenes artistas nacionales accedieran a eventos importantes en el ámbito mundial, el grupo “Matracas”, compuesto por estudiantes de artes plásticas de la Universidad Nacional de Colombia, decide abrir su propio espacio en el barrio Venecia. Dirigida por Franklin Ramírez, la Bienal buscó aproximar experiencias artísticas contemporáneas a un barrio popular cuya población estaba poco habituada al contacto con esas prácticas, y convirtió recintos del barrio en contenedor de las mismas.

Sin título (Instituto de visión y Ritmo de la noche). Impresión giclée sobre papel de conservación. Obras de Nicolás Consuegra, 2008. Colección del artista.

 

El Museo de la Calle, creado por el Colectivo Cambalache (1998) estaba integrado inicialmente por un grupo de estudiantes universitarios, quienes organizaron un museo itinerante y empujando un carrito de balineras llamado “El veloz”, transportaban y permutaban objetos de toda índole. Se especializaban en los obtenidos en la calle del Cartucho, zona marginal que estaba en proceso de demolición. La diversidad de objetos intercambiados y expuestos en diferentes calles de Bogotá, daban cuenta de las particulares relaciones que es posible establecer a partir de los objetos.

El trabajo con la comunidad ha dado lugar a diversas experiencias artísticas. Ciudad Kennedy: Memoria y realidad (2002) fue un proyecto coordinado por Raúl Cristancho y desarrollado con un grupo de estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia. La idea central fue reconstruir metafóricamente la historia del lugar, cuáles fueron las circunstancias que construyeron la idea de comunidad en un determinado espacio público, buscando recordar tanto experiencias como memorias del lugar. Usando el documento fotográfico como base, se trabajó en torno a las fachadas de las casas, sus espacios interiores y las personas del barrio que seguían teniendo en su imaginario la visita oficial del presidente Kennedy y su esposa al lugar. 

Echando lápiz. Proyecto colectivo y colaborativo coordinado por Graciela Duarte y Manuel Santana. 12 Bienal de la Habana, Cuba. Casablanca, 2015. Cortesía de los artistas.

 

Fernando Escobar (Bogotá, 1973) ha trabajado en relación con diversas comunidades urbanas, explorando cómo operan los elementos culturales, lo popular, lo que forma parte de saberes no oficiales. Su proyecto De memoria. Nueva fauna y flora en Santa Fe de Bogotá (2001) se alimenta con información aportada por diversas disciplinas e investiga sobre aspectos que perfilan la manera como se construye la producción cultural local, reflexionando sobre cómo opera la relación entre lo local y lo global desde las imágenes populares y masificadas. Trabaja con la modalidad de talleres, integrados por estudiantes universitarios y jóvenes provenientes de barrios como Bosa y Kennedy. En los mismos sus integrantes operaban como productores culturales que fijaban puntos de encuentro entre historia visual, imaginario urbano, vivencias. Generaban una memoria visual susceptible de ser archivada e integrada por objetos y situaciones que cuestionaban la cultura oficial, a la par que propiciaban un diálogo que permite construir nuevos relatos en torno a la cultura popular.

La intervención en elementos emblemáticos del espacio urbano está, a veces, cargada de ironía. Tal es el caso del trabajo de Carlos Castro (Bogotá, 1975) que con su obra promueve una mirada que busca reflexionar sobre otras maneras de aproximarse a los referentes históricos, proponiendo nuevas observaciones de objetos muy conocidos y cargados de un determinado significado. Su obra El que no sufre no vive (2009), consistió en instalar en la Plaza de Bolívar en Bogotá, una réplica de la escultura del “héroe”, el “Libertador”, construida con alimento para aves y que, tal como registra la vídeo instalación, fue devorada por las palomas que pueblan la plaza. Inquietante relación la que establece entre objeto emblemático, espacio y el desprevenido espectador. El ánimo crítico que hay en su obra, muestra la intención de subvertir ideas consagradas, mitos no cuestionados, buscando con sus peculiares objetos controvertir la mirada tradicional que sobre los mismos habitualmente tenemos, proponiendo otro sistema de ordenamiento y representación.

Reformulando la relación con el concepto de realidad

Miler Lagos (Bogotá, 1973) trabaja justamente en torno al cuestionamiento de la realidad, a la vez que pone en tela de juicio el culto a la apariencia que es tan común en nuestras sociedades. Sus obras controvierten la idea de realidad que tenemos a partir de la apariencia de los objetos, descartando comprobar la materialidad de los mismos, de allí sus columnas que se asemejan al mármol, pero son de vidrios. La serie Cimiento (2007), aparenta ser troncos de madera, pero están construidos con hojas de papel impreso con grabados de Durero. Esculturas talladas con bisturí y herramientas eléctricas, a las que, al quemarle las puntas del papel, logran darle en su olor y color la apariencia de madera, adquiriendo además una textura similar a la  corteza de los árboles. El material con que se trabaja, la idea de simulacro, lo llevan a indagar en la tensión existente entre naturaleza y cultura. Si asumimos que lo que llamamos real puede ser una construcción artificial, debemos reflexionar acerca de cómo operan las diversas convenciones culturales a las que estamos, muchas veces, amarrados.

El que no sufre no vive. Imagen del video realizado por Carlos Castro, 2010. Colección del artista.

 

Otro artista que reflexiona sobre la realidad de los objetos es Mateo López (Bogotá, 1978). Sucede con él lo que con distintos artistas contemporáneos: la intención de usar el dibujo como un recurso autónomo, cuyo carácter procesal le permite experimentar en la construcción de sus imágenes. Desde sus dibujos iniciales López propone revaluar lo visto, analizando como la indagación sobre lo que es “verdadero” en el objeto representado, va más allá de la simple imitación y lo que él se propone es indagar en lo que llama la realidad interna de los objetos. En las obras mostradas en sus dibujos y elementos en papel, en la exposición Adentro y en medio (2006), pone en tela de juicio la idea de certeza, ya que induce a reflexionar acerca de qué tan verdadero es el entorno objetivo que se analiza, si puede ser reemplazado por simulacros que crean una inquietante relación entre falso y verdadero, al llenar el espacio de facsimilares de las herramientas y materiales utilizados para dibujar. De nuevo el concepto de representación es puesto en indagación. 

Sympathy for the Devil. Instalación de Ícaro Zorbar, 2012. Este proyecto se llevó a cabo gracias al apoyo de la Fundación Bienal de Sao Paulo, Brasil. Cortesía del artista.

 

Kevin Mancera (Bogotá, 1982) es otro de los artistas que ha tomado el dibujo como recurso central para construir su obra. En su serie Sobre el fracaso (2010) compuesta por doce retratos realizados en tinta y lápiz, recopiló escritos sobre el tema y usando retratos de los periódicos, de enciclopedias y también de internet, construyó una galería de personajes que tenían esa característica común: no ser triunfadores. La relación entre texto e imagen es inseparable, y se torna en una referencia ineludible frente a personajes como Florence Foster Jenkins, quien pese a su desastrosa voz se dedicó a cantar, o insistentes candidatos presidenciales con proyectos extravagantes como el aspirante colombiano Gabriel Arturo Goyeneche, personajes que nunca tendrán en la historia una consideración más que por su tenacidad, persiguiendo objetivos que no logran alcanzar.

Cimiento book of the ritter von turn (Durero) Talla sobre apilamiento de papel impreso. Obra de Miler Lagos, 2007. Colección de Arte, Banco de la República. Reg. AP4805

 

Relación arte-comunidades

La propuesta de trabajar directamente con la comunidad desde diversas perspectivas, es una línea de acción seguida por un número significativo de artistas. Asumen el compromiso utilizando alternativas, recursos y búsquedas que se mueven en variadas direcciones. Un antecedente de este proceso es el proyecto de Manuel Santana y Graciela Duarte, para quienes el arte constituye una herramienta que propicia diálogos. Su proyecto Echando lápiz (2000 hasta el presente) se escenifica en distintas ciudades y barrios, buscando una actitud colaborativa e interactiva en quienes participan. Indagan en la construcción de una mirada que recuerda experiencias del siglo XIX como la Expedición Botánica, ya que los participantes construyen un diario de observación para describir, usando el dibujo, lo que observan, a la par que reconstruyen y añaden las historias locales. El reconocimiento de su lugar a partir del recorrido propuesto, hace que quienes intervienen tengan la experiencia de realizar una expedición que, en cierta forma, retoma el dibujo botánico.

Los anillos del tiempo Collage. Obra de Miler Lagos, 2010 Colección de Arte, Banco de la República. Reg. AP5360

 

El interés por trabajar con la comunidad y el dibujo se identifican también en el trabajo de Nicolás París (Bogotá, 1977). De nuevo el tema de qué y cómo representamos, el cuestionamiento a las certezas, a las repeticiones inútiles y el preguntarse acerca de la manera como comunicamos, lo llevaron a construir una pedagogía del dibujo. Sus talleres pensados como base de proyectos artísticos, proponen explorar a la vez dos aspectos: el dibujo como herramienta educativa y como recurso para explorar los espacios que nos rodean, ayudando a su comprensión. En una serie como Apresúrate despacio (2007) París documenta su ritual de trotar y junto a la figura repetida muestra algún objeto encontrado en su recorrido, aludiendo a la serialidad que tienen tanto el dibujar como el correr y las variaciones que se pueden hallar en el camino se manifiestan en ambas actividades.

Peter Buckley. De la serie “Sobre el fracaso”. Tinta sobre papel, obra de Kevin Simón Mancera, 2010. Cortesía Galería Nueveochenta.

 

Planteando una crítica cultural desde el arte, podemos citar los trabajos de Liliana Angulo y Alejandro Araque. Angulo (Bogotá, 1974), quien trabaja con instalaciones, vídeos, fotografías y performances, abrió un espacio significativo en torno a la reflexión sobre la cultura afrocolombiana, pensándola y explorando con diversos medios temas como la identidad racial y su representación en la cultura contemporánea. En su trabajo investiga el porqué de la exclusión visual a que son sometidos en el arte colombiano los afrodescendientes, sobre todo las mujeres, los estereotipos existentes, la versión de lo “exótico” en el negro, estudiosa de los aportes que vienen del campo de la historia y la antropología. En esa dirección apuntan obras como su serie Presencia negra (2007). Por otra parte, propone una relectura del tema hoy, promoviendo talleres acerca de la herencia africana, como los que ha realizado en Bogotá y Medellín.

Ventilador, Instalación Atendida # 6. Obra de Ícaro Zorbar, 2007. Cortesía del artista.

 

Alejandro Araque (Boyacá, 1976) ubica su producción en los espacios que se sitúan entre las rendijas de los procesos de comunicación y cultura y como co-creador del Laboratorio nómada medial no2somos+, se interesa en expandir recursos educativos que se apoyan en el intercambio de conocimientos, de allí la afirmación “todos enseñan-todos aprenden”. Involucra estudiantes universitarios, integrantes de comunidades campesinas e indígenas, muchas de ellas sometidas cotidianamente a desplazamientos y violencia. Valle de Tenza, Bogotá y Medellín han sido los escenarios centrales en los que se ubican sus prácticas, utilizando nuevos medios de información y comunicación en espacios donde es muy poco factible el uso de tales dispositivos tecnológicos. Para realizar los proyectos se apoya en las comunidades mencionadas, en antropólogos, artistas y activistas sociales.

Arte, tecnología y medios electrónicos

Hogar dulce hogar, Casa veneciana. Obra de Pablo Adarme, 2001. Cuarta Bienal de arte del barrio Venecia. Colección del artista.

 

Ícaro Zorba (Bogotá, 1977) tiene una particular aproximación a la tecnología y la asume desde una perspectiva que alude a la fragilidad, característica que ve ligada a la misma naturaleza humana. Utilizando restos de diversos aparatos tecnológicos construye sus obras, cada una de ellas nos acerca a la lectura de una historia con su propia carga dramática, valiéndose no solo del objeto utilizado sino de sonidos y proyecciones. En Ventilador (2009) construye lo que denomina “instalaciones atendidas”, pues necesitan su presencia para que las mismas funcionen, resaltando la particular relación que se establece entre el artista y los elementos tecnológicos utilizados. Pero mientras Zorba indaga con referentes tecnológicos que vienen del pasado, reformulando su uso, hay una vertiente artística que maneja la tecnología más contemporánea. Con el antecedente del trabajo de Gilles Charalambos, desde comienzos del siglo XXI la exploración de los nuevos medios se acelera. Claudia Salamanca y Daniel Mora presentaron su Paisaje I (2000), pantalla con 16 televisores que circuló divulgando su contenido en diversos puntos de la ciudad. Con el auspicio del Banco de la República, se exhibió en el 2008 Net en Colombia, presentando la obra de 25 artistas que examinan ese recurso. En el 2011 se dieron dos eventos de especial importancia: inauguración de Plataforma Bogotá, laboratorio interactivo que impulsa la investigación y divulgación del arte digital y se celebró Electrópilos, concebido como un festival de vídeo instalaciones que tuvo como escenario el espacio urbano.

Retrato de una negra (Provincia de Medellín. Henry Price, 1852.)

 

Proyecto “Presencia Negra”. Fotografía digital. Obra de Astrid Liliana Angulo Cortés, 2007. Cortesía de la artista.

 

La experiencia con el arte electrónico ha tenido, desde comienzos de este siglo, un significativo impulso, la diversidad de medios utilizados y la proliferación de artistas que exploran sus posibilidades se incrementa. Andrés Burbano (Pasto, 1973) es uno de los nombres ineludibles por su interés en el desarrollo y ejecución de proyectos en los que interactúan la experimentación técnica con los medios digitales, con un evidente interés, además por el cine documental y experimental. La relación entre ciencia, arte y tecnología son investigadas para la producción de trabajos que van desde el vídeo documental, a las telecomunicaciones, el arte sonoro y la indagación de narrativas cinematográficas algorítmicas. Sus trabajos los ha hecho tanto en Colombia como en Estados Unidos y China. Obras como The New Dunities (Las nuevas dunidades, 2011-2012) demuestran su interés por escrutar tanto tecnologías digitales como conocimiento científico, a la par que explora el carácter documental que impulsa con sus trabajos, de allí que sus obras se nutran de ciencia, arte y tecnología, buscando acercar al observador a ese complejo universo.

Negro utópico. Políptico 9 imágenes. Pelucas de esponjilla, traje e instalación de tela de mantel (detalle). Obra de Astrid Liliana Angulo Cortés, 2001. Cortesía de la artista.