Alejandro López. Dibujo de Lisandro Serrano, 1977. Federación Nacional de Cafeteros, Bogotá. Nombramiento en The Institution of Mining and Metallurgy, 1916. Colección López Sanín
Septiembre de 2016
Por :
Alberto Mayor Mora

ALEJANDRO LÓPEZ: INICIADOR DEL TRABAJO INTERDISCIPLINARIO EN ECONOMÍA Y POLÍTICA

Alejandro López, en contraste con la tradición de su familia de ejercer oficios artesanales en el siglo XIX en Medellín, orientó su vocación hacia los estudios de ingeniería en la Escuela Nacional de Minas donde obtuvo los títulos de ingeniero civil y de minas. En cambio, siguió el patrón familiar de notable activismo político, aunque pronto se dio cuenta que ni el foro ni la tribuna eran su destino, sino más bien la labor de persuasión permanente a través del escrito periodístico, del libro y del folleto, donde la lógica férrea de la argumentación superaba el desborde de las pasiones.

Un primer atisbo de su vocación de educador de las masas y, en especial de la naciente clase industrial a la que consideraba limitada y sin suficiente capacidad directiva, fue su tesis de grado sobre el túnel de la Quiebra en 1899, que resolvió de una vez por todas el embotellamiento del valle de Medellín, poniéndolo en contacto con el mundo moderno. En este empeño, viajó entre 1905 y 1906 a los Estados Unidos en búsqueda de dispositivos técnicos para el Ferrocarril de Antioquia y de máquinas agrícolas, componiendo instructivas crónicas de viaje sobre la manera de escoger y adaptar el país la técnica avanzada, escritos que fueron recogidos en el libro El henequén y otras plantas fibrosas, publicado en 1906. Él mismo dio ejemplo de cómo se podía reducir la distancia tecnológica entre el país emisor y el receptor al inventar la "desfibradora antioqueña" y la "hiladora Colombia", máquinas destinadas a los fiqueros pequeños y medianos.

 

Sin embargo, su labor educadora más amplia la adelantó en la Escuela Nacional de Minas, donde preparó desde 1912 a la clase industrial en los modernos métodos de organización y medición del trabajo que estaban revolucionando en todo el mundo la productividad y la producción en masa. Como concejal de Medellín y diputado de la Asamblea de Antioquia entre 1911 y 1920 complementó dicha tarea persuasiva al liderar el movimiento que oficializó las empresas del servicio público, como energía, transporte ferroviario, teléfonos, acueducto y renta de licores, que estaban en manos privadas, debiendo recurrir a todas sus energías personales para convencer a sus propietarios de que el Estado, y no la iniciativa individual, era en ese momento el llamado a asumir la creación de la infraestructura material que precisamente favoreciera al desarrollo económico amplio del país. Sus folletos Estadística de Antioquia y Monografía estadística de Antioquia demostraron que el presupuesto y las rentas departamentales debían tener como base segura el cálculo.

Al considerar que su labor educativa de la clase dirigente antioqueña había cumplido su ciclo, se autoexiló a Europa en 1920, en cuya frontera abierta buscó profundizar sus estudios de economía política y sociología como complemento a los de ingeniería y administración. Llegó justo en la década en que se empezaba a producir un cambio de paradigma en la primera de dichas ciencias, y cuando la política exigía el auxilio de las ciencias sociales para aportar soluciones a los problemas del desempleo, la vivienda, la reforma agraria y la familia. Sus libros Problemas colombianos, de 1927, y El trabajo, de 1928, fueron orientados precisamente a que los dirigente colombianos entendieran que las reformas sociales no podrían tener éxito sin el prerrequisito del estudio sociológico sobre el colombiano medio. En tanto que obras como Idearium liberal, de 1931, y El desarme de la usura, de 1933, señalaron a la dirigencia colombiana que era llegada la hora de aproximar el político al economista, como forma de enfrentar desde el Estado la incertidumbre de la moneda y la depresión económica.

López retornó al país en 1935, llamado por la joven generación liberal encabezada por Jorge Eliécer Gaitán, Carlos Lleras Restrepo, Antonio García, Jorge Zalamea, Germán Arciniegas, Juan Lozano, Gerardo Molina y otros, que buscaban una orientación intelectual para sus energías dispersas. Desde la Cámara de Representantes, entre 1935 y 1940, y desde la Federación Nacional de Cafeteros, cuya gerencia ocupó entre 1935 y 1937, López hizo un último esfuerzo por mostrar cómo se podía adaptar creativamente al país el nuevo modelo intervencionista de Estado sin avasallar la responsabilidad e iniciativa individuales, de lo cual era modelo justamente la Federación. Nacido en 1876, murió en este empeño en 1940, aquejado de una afección pulmonar, no sin dejar un nutrido número de ensayos económicos y sociales en donde, a pesar de su pesimismo sobre el futuro del país y de sus dirigentes, puede encontrarse con toda la clave de muchos de nuestros problemas actuales.