Luz Lizarazo, desde su interior

La Galería Casas Riegner representa a esta artista, una de las más destacadas del país en el último año. Su obra se centra en los contrastes entre lo visible y lo invisible, lo poético y lo político, y el grito y el silencio. 

POR MÁS DE 30 AÑOS, Luz Lizarazo se ha dedicado a hablar del cuerpo: interno y externo. Lo hizo en Piel, una serie de obras confeccionadas con medias veladas que se estiran y encogen, que cambian de tono, que se quiebran y adornan con palabras bordadas. Lo hizo en La mesa de tus órganos, donde un riñón, un pulmón, un estómago y un útero hechos en vidrio soplado evidencian la fragilidad de lo interno. La artista bogotana usa como puente el vidrio, la arcilla, la madera, los huesos, la lana y hasta el cabello humano para redefinir la feminidad. Lo delicado se vuelve crudo, lo frágil es resistente y la mujer es una musa creadora que se extiende sin límites.  

“Soy una intérprete incansable del cuerpo femenino, buscando poéticas que nos representen a nosotras, las mujeres, y deseo a través de mi obra sentar un precedente, tal vez un acto político, imponiendo mi propia mirada sobre la mirada de los otros, sobre nuestro cuerpo y nuestro lugar en el mundo”, aseguró la artista en Cicatrices, la primera exposición institucional dedicada a su obra multifacética que ahora se exhibe en el Museo la Tertulia, en Cali, hasta inicios de este año. Su trabajo es promovido por la Galería Casas Riegner, por lo que también puede apreciarse en Bogotá cuando allí se expone. Luz Lizarazo hace alusión a su nombre sobre el mat cuando dicta clases de Kundalini yoga, cuando escribe sobre tinta roja: “Soy las niñas sin voz” y cuando exhibe sus cicatrices sin miedo. Su obra es el reflejo de lo que implica habitar un cuerpo de mujer, el grito de lo que calla el corazón y la esperanza de florecer en un mundo carente de sensibilidad.

Fotos cortesía Galería Casas Riegner.. 

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