El espíritu del paisaje

 

La artista Ana González toca el alma de los territorios y captura lo que de ellos es intangible.

LA NOCIÓN de ‘enfoque territorial’ no es nueva en algunas ciencias sociales, pero en cambio sí lo es para otras esferas de la ciudadanía. En el diseño de la política pública, por ejemplo, esta perspectiva implica tener en cuenta las variables que sean necesarias para no excluir los intereses de ningún actor que se pueda ver afectado por dicha política. Esos actores son comunidades humanas en su dimensión demográfica, naturalmente, así como instituciones. Pero el enfoque territorial va mucho más allá, pues contempla también la cultura, la etnia, la salud, así como el bienestar de la fauna y la flora del lugar en cuestión, que es la que le provee de servicios ecosistémicos. Por lo anterior, quienes diseñan la política acceden a una comprensión integral del entorno.

Y luego, hay quienes van más allá. Para elaborar su obra, la artista Ana González adopta una mirada igualmente holística, solo que con un ingrediente adicional: ella se involucra con todo lo intangible de los lugares y fenómenos que aborda. Lo hace en su obra fotográfica, por ejemplo, que mezcla imágenes de ecosistemas colombianos —algunos de ellos amenazados, como los páramos o la Amazonía— con la materialidad de la tela. Esa combinación, a su vez un homenaje a sus abuelos —tejedora y fotógrafo—, le da a la imagen un aire de recuerdo, pero luego esta parece deshilvanarse en un extremo para convertirse en materia llana. Ocurre también con las porcelanas inspiradas en flores y frailejones, entes del ‘allá’ —de la naturaleza, de los territorios— que traemos para el ‘acá’ —la metrópolis—, y que, en ese trayecto, pierden significados y ganan otros.

González (Bogotá, 1974) trabajó recientemente en colaboración con el fotógrafo Ruvén Afanador en el laureado proyecto de las Hijas del agua, expuesto en el Museo Santa Clara, pero su obra ha llegado a foros y vitrinas de alcance global: es el caso de la serie Mutuum, vista —entre otros lugares— en la alcaldía de Oslo, Noruega, en el marco del Premio Nobel de Paz de 2016. Y también el de la instalación Nymphaea Salvaje, que llegó a la Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado, en Cartagena. REVISTA CREDENCIAL buscó a Galería La Cometa, una de las representantes de la artista —con sedes en Bogotá, Medellín y Madrid (España)— para que nos permitiera colgar en estas páginas, como si fueran las paredes de una exhibición, una muestra representativa de la obra de Ana González, una de la artistas más influyentes del presente en Colombia.

Fotos cortesía: Galería La Cometa. 

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