Desde el foso

Doña Polita Montejo de Santos, mamá del presidente Eduardo Santos, tenía una peculiaridad. Pese a ser una dama educadísima y discreta, consideraba que la franqueza no era incompatible con la buena crianza. De este modo, cuando se sentía fatigada en una visita, decía en voz alta a los presentes:

―Me tengo que ir ahora mismo.

―¿Y eso por qué, Mamá Polita? –preguntaba sorprendido alguno de los circunstantes.

Diego Fallon, autor del famoso poema La luna, no sólo era conocido como poeta en la Bogotá de la segunda mitad del siglo XIX. Lo era también como violinista, pianista, guitarrista, maestro de teoría musical, ingeniero, profesor de matemáticas y políglota. Pero la actividad suya que más atraía a la gente era otra, que invitaba a que sus amigos y alumnos le pidieran que les ‘leyera’ la cabeza.

Durante los últimos meses de 2007 y los primeros de 2008, Europa se encuentra entregada a la curiosa celebración del… ¿cómo llamarlo? ¿Ridículamente, “pompis”? ¿Acaso “trasero”, como en los cómics? ¿“Derrière”, según la cursilería imperante en las revistas femeninas? ¿“Culo”, como decía don Quijote? ¿“Cola”, como decimos los colombianos?

¿Eça de Queirós? ¿Y quién es esa señora? La inmensa mayoría de los hispanohablantes no ha oído mencionar nunca a Eça de Queirós. Sólo una pequeña proporción sería capaz de explicar que ‘esa señora’ es un escritor portugués. Y apenas un mínimo grupo ha leído alguna obra suya y está en condiciones de comentarla. 

Entre 1810 y 1815, doscientos años atrás, Colombia dio sus primeros pasos republicanos en la época de la Patria Boba. Se la llamó así, según los historiadores Jesús María Henao y Gerardo Arrubla, “por el candor que en lo general distinguía a nuestro primeros políticos”, semejante a “la edad del niño que no tiene prudencia y madurez”.

De vez en cuando ocurren en Colombia —y en otras partes del mundo, por supuesto— cierto tipo de crímenes que espantan de manera especial a la opinión pública: los descuartizamientos. En octubre pasado sucedió una vez más en Bogotá con un miembro de la comunidad gay. Tres meses antes, en Fontibón, la víctima de un asesinato parecido había sido una barranquillera. Y en agosto del 2010 aparecieron restos dispersos de otra mujer en Ciudad Bolívar, un populoso barrio de la capital.

He leído con interés el artículo de Daniel Samper Pizano sobre el voto femenino, pero quisiera compartir el dato de que la pionera del voto femenino latinoamericano es ecuatoriana.

A Florence Thomas

Hace cien años, a estas alturas del almanaque cientos de párrocos y obispos colombianos habían empezado ya a preparar con el mayor primor sus sermones de Navidad. Diciembre era la segunda ocasión de lucimiento para los oradores religiosos. La principal, por supuesto, era la Semana Santa, cuando los más famosos expositores trepaban al púlpito y pronunciaban interminables sermones de las Siete Palabras.

Los niños que en 1954 vimos la primera transmisión de televisión en Colombia tuvimos en el Tío Alejandro a nuestro primer personaje inolvidable de la farándula nacional. Este tipo flaco y pecoso era un señor simpático que hacía muecas, cantaba canciones infantiles y contaba historias en un programa llamado El Club del Tío Alejandro.