Televisión

 

 


*Artículo publicado en la edición impresa de enero de 2022.

 

 

LUEGO de la crisis financiera del año 2008 en Estados Unidos, Hollywood se enfocó en la codicia despiadada de algunos inversionistas y en el colapso del sistema hipotecario. Así como el efecto dominó afectó sucesivamente a varios rubros de la economía, las series de televisión se vieron impulsadas por el cine y terminaron cayendo en esta temática.

KARDASHIAN. Un apellido que hasta finales del siglo pasado solo era conocido por el abogado del exfutbolista O.J. Simpson en el célebre caso que lo inculpaba de asesinar a su esposa.


EL NOMBRE de Robert Downey Jr. siempre atrae todas las miradas. Su vida disipada, su actitud desafiante y sus méritos como actor convocan a una audiencia masiva para cual- quier proyecto en el que participa.


 

Este fenómeno que ha llegado a su fin dejando un sin sabor en algunos de sus más fervientes espectadores, ha traído consigo un cúmulo de elementos que han partido la historia de las series en dos. En REVISTA CREDENCIAL nos pusimos a la tarea de identificar algunas cifras que trascendieron, no solo en la industria creativa sino en la del turismo y del consumo en general, y esto fue lo que encontramos:

 

Déjala morir, la Niña Emilia es una pequeña telenovela, y también es un conjunto de sketches cómicos y actos musicales, y es también un experimento sofisticado con distintos grados de distanciamiento dramático. Relata la vida de Emilia Herrera (1932-1993), cantante caribeña de bullerengue (y de vallenato y otros ritmos), pero más que una obra biográfica es una secuencia de homenajes que construye una amistad entre el personaje y sus autores, sus intérpretes y sus espectadores.

En la versión de Netflix a la que se tiene acceso desde Colombia, el contenido de películas es realmente pobre. La sección de “Clásicos” es particularmente flaca, y también lo es la de películas producidas en el último par de décadas. La cartelera de Netflix en Colombia está llena de comedias y filmes de terror de tercer nivel, y la diferencia de contenidos con respecto a Norteamérica es realmente apabullante.

Cualquiera que haya sido estudiante universitario tiene que sentir desconcierto al ver las fórmulas que predominan en las escenas televisivas en las que se reproduce una clase universitaria: el profesor es a la vez solemne y despistado, atiborra el tablero de palabras, emite grandes sentencias sobre el sentido de la vida, y mira entre curioso y enfadado a la estudiante que llega tarde.