Deforestación

Imagine por un momento que se encuentra en el desierto. Su cuerpo está siendo sometido a una prueba de temperatura, pues el intenso calor no solamente proviene de los rayos del Sol –ese que, sin ningún esfuerzo, logra aplastarlo sobre la polvareda–, sino que también emana del suelo, del barro seco, de cada partícula de polvo que se cuela en sus fosas nasales y que se adhiere a su piel. “Me toca hidratarme ya mismo”, piensa usted con razón, y se detiene a buscar la última botella de agua que le queda en el morral.