Evelio Rosero

A todos nos debe haber pasado: conocer un compañero de pupitre o de salón en el colegio que comienza a marcarnos la vida entre las aulas y fuera de estas; que nos atrae por su desparpajo y seguridad, por sus misterios en el comportamiento y en sus desaires; que nos obnubila y nos avasalla a pesar de que sospechemos que su amistad no lo es tal, que algo va mal en esa relación de la que no podemos escapar, a veces ni siquiera después de graduados de bachilleres.

 

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