Jorge Luis Borges

Recuerdo exactamente dónde estaba y qué hacía el día que murió Borges. No por la sorpresa su muerte –estaba muy enfermo– sino por la certeza de que ya nunca podría conocerlo. Había perdido estúpidamente la oportunidad en su tercera visita a Colombia en 1978 y ahora era irremediable. Uno vive descuidado con los seres que ama, como si fueran eternos. Ese remordimiento solo me lo quitó, años después, un comentario de Carlos Fuentes: “Nunca quise conocer a Borges. Tuve muchas oportunidades pero siempre me negué, no quería que dejara de ser para mí un clásico”.