Leyenda

Las muertes prematuras de su padre, cuando tenía cinco años, y de su madre, a los once, lo marcaron para siempre. Pero no le arrebataron el placer por la vida ni la curiosidad por el mundo. Desde muy joven incursionó en los ritos amatorios, pero no resistió el tedio de tres matrimonios fallidos, que contrarrestó con otros amores y nuevas conquistas frustradas. Cayó en las tentaciones de la concupiscencia y la rumba, luchó por sobrevivir y miró con desdén la marrullería de los políticos.

Hemos realizado nuestro sueño en el K2, pero hemos dado todo lo demás a cambio”, aseguró Kurt Diemberger tras descender de la montaña más desafiante y riesgosa de la Tierra. Era agosto de 1986, y había visto morir, al parecer por un edema cerebral, a su gran compañera de cordada Julie Tullis, entre otros cuatro alpinistas. No era la primera vez que Diemberger se sentía devastado por la muerte.