7 de Mayo de 2015
Por:
Nicolás Cadena Arciniegas

Más de 160 mil colombianos estudian de noche. Revista Credencial acompañó a una pareja que trabaja de día y aprende en la jornada de la madrugada.

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24 horas

 

Es sábado, apenas son las 10:30 de la mañana y Jeison lleva más de 26 horas despierto entre el trabajo y el estudio. Ya tuvo una pequeña reunión para definir el menú del desayuno, ha acordado con el chef cuáles serán los platos que se ofrecerán, y, además, ha montado, junto con los 5 meseros, las 22 mesas, cada una para 6 personas, con platos, servilletas y los respectivos cubiertos. Su familia sabe que hoy no llegará a casa hasta el domingo cuando comience a ocultarse el sol, porque va de largo a atender otros eventos.

 

Ayer Jeison, al igual que todos los días, llegó al Club de Suboficiales de la Fuerza Aérea Colombiana en Bogotá, a las 7 de la mañana, después de sortear hora y media el tráfico bogotano de la Autopista Sur y el de la carrera 30. El viernes, al ser un día impar, pudo llevar su carro al trabajo –es un Renault 12 plateado tipo break el cual le ha tendido la mano durante los últimos 8 años– porque si hubiese tenido ‘pico y placa’ otra sería la historia: tendría que caminar por 20 minutos desde la puerta de su casa hasta la estación del bus, subirse para que lo lleve hasta el Portal del Sur de TransMilenio y allá encaramarse como pueda en la ruta C30, que lo deja a escasas cuadras del club, “yo debo estar dentro del TransMilenio a las 5:30 de la mañana, porque para mí las 5:31 ya es tarde, usted llega a la estación y ya todo está así –junta los dedos de su mano haciendo semejanza de cómo se viaja en este medio de transporte”.

 

Jeison ha venido desde su casa, ubicada en el barrio Boitá al sur de la ciudad, está mentalizado para lo que será su jornada de trabajo y de estudio que termina a las 6 de la mañana del sábado, y que desde hace 1 año y 2 meses, cada lunes, miércoles y viernes, él, al igual que otros 280 jóvenes, asisten al centro de enseñanza de Hotelería y Turismo del Sena, ubicado en la carrera 30 con calle 13, para dar comienzo a la jornada de estudios de Gestión Hotelera que inicia a las 10 de la noche.

 

El restaurante del club puntualmente abre sus puertas a las 12 del día, y desde ese momento comienza la parte más dura de su labor. Ayer, el menú era especial, fue un bufete el cual llevaba dos carnes –pescado y pollo– arroz, papa, ensalada, crema de espinacas, jugo y postre. “Los viernes siempre cambia el orden porque la gente va y coge su plato. Si fuera otro día yo y mis compañeros tendríamos que recoger las órdenes y llevarlas para que fueran ejecutadas, hoy estamos más relajados pero debemos estar pendientes que se cubran todas las necesidades del comensal”, dice Jeison. Pasadas 3 horas y media de la apertura del restaurante, Jeison junto a los meseros comienzan a cambiar manteles, poner de nuevo cubiertos y dejar todo listo para las personas que vienen a cenar; además, Jeison tuvo que dejar listo el salón de arriba donde hoy se reunirá un grupo de monjas a tomarse unas onces, “mi momento para almorzar es cuando ya no hay actividad en el restaurante, eso es entre las 4 y las 5 de la tarde, siempre almorzamos por grupos, pero yo soy el que almuerza último por ser el encargado del salón”. El maître del Club de Suboficiales de la Fuerza Aérea de Colombia por lo general siempre sale del trabajo a las 5 de la tarde, si va en carro y está con la suerte de su lado tarda en llegar a casa algo más de 1 hora, pero si se transporta en TransMilenio, debe almorzar y cambiarse en un corto periodo para que pueda llegar con tiempo a ver a sus dos hijos y arreglar la maleta para la jornada que le espera en el Sena, “trato de comer lo más rápido posible para salir y coger el TransMilenio antes de que todas las personas salgan de sus trabajos, porque si llego a la estación a las 5:15 de la tarde, es posible que demore hasta 45 minutos esperando uno donde entre”. El viernes Jeison tuvo una reunión sorpresa, eran las 6 de la tarde y todavía no había podido salir del club, y con el tiempo en contra, conociendo el tráfico capitalino y las actividades que le esperan en casa, lo único que pudo hacer fue llenarse de paciencia y tratar de sortear como pueda la carrera en contra del reloj.

 

De la casa, al estudio
Yubbeni, la esposa de Jeison, trabaja en el Club de Oficiales de la Fuerza Aérea en Chapinero, su jornada como mesera puede ser de 6 de la mañana a 2 de la tarde, o de 1 de la tarde a 9 de la noche, razón por la que eligió estudiar en la jornada madrugada. Ayer viernes logró llegar mucho antes que Jeison a la casa gracias a un ‘aventón’ que le dio un compañero de trabajo, quien también estudia en la misma jornada, su día comenzó a las 4 y 30 de la mañana, hora en la que se baña, se cambia y alista la maleta con todo lo que debe llevar al trabajo. A ella no le gusta manejar porque le tiene miedo al tráfico citadino, así que prefiere caminarse los 20 minutos que hay desde la puerta de su casa hasta la estación de Madelena y coger un SITP, “a eso de las 5 y 30 debo hacer trasbordo en el Museo Nacional y estar subida en un dual –bus de TransMilenio que va por la Séptima– y como puedo me embuto para bajarme en la 65 con séptima”, dice entre risas.

 

Ya son las 7 de la noche, y mientras Yubbeni cocina el almuerzo del sábado y calienta la comida para Fabián y Ashley –sus hijos de 10 y 12 años– cuenta que por pura suerte quedó en el mismo grupo de Jeison, así que el estudio es el tiempo durante el cual, además de adelantar trabajos, ríen un poco y tratan de compensar las horas que no comparten en el día. Jeison llegó a casa pasados 40 minutos de la llegada de Yubbeni, su rostro revela el cansancio de toda la jornada, y la reunión de las 6 que le ha quitado tiempo para arreglarse, pero al contrario de todos los colombianos que el viernes se preparan para dormir o tal vez para rumbear, él plancha las 4 camisas que los dos usarán –dos del uniforme del Sena y las otras dos para la siguiente jornada de trabajo– alista los uniformes de estudio, porque sin uniformes y carné no hay clase. Yubbeni y Jeison se bañan y se arreglan en tiempo récord y sacan fuerzas para volver a salir a cumplir con sus deberes como estudiantes.

 

Entre juegos y risas Fabián y Ashley dicen que quisieran tener más tiempo con sus papás, pero entienden que este esfuerzo ya está a punto de acabar, “sé que mis papás hacen este sacrificio por nosotros y por un mejor futuro”, dice la pequeña de 12 años que mañana tendrá que hacer su desayuno y el de su hermano y después salir a la clase de trompeta en el colegio, mientras que Fabián se quedará en casa arreglando su habitación y la terraza donde la mascota termina haciendo ‘sus gracias’, mientras define en qué usará el tiempo libre del fin de semana.

 

Ya son las 8 de la noche y Jeison prende el carro para salir a estudiar, él sabe que al llevar el carro se expone a no encontrar parqueo y a tener que devolverse a casa, dejar el carro y salir a coger bus, “yo llevo el carro como si fuera una lotería, si hay huequito bien, si no, tengo que devolverme y dejarlo en casa”, afirma. Hoy, después de esperar por más de 20 minutos, consiguió parqueo.

Ellos son los mayores del salón, Yubbeni tiene algo más de 30 y Jeison 38, y tal vez son los estudiantes del grupo que más tienen que cargar responsabilidades en sus lomos, así que cualquier espacio y hasta los descansos –que son de 12 de la noche a 12 y 30, y de 2 de la mañana a 2 y 30– son aprovechados para hacer trabajos y adelantar tareas para no llevarse tareas a casa, “como no tenemos portátil por falta de recursos, entonces pedimos un computador en la biblioteca y nos ponemos a adelantar”, asegura Jeison, quien también dice que el último bloque de clase es el más pesado, porque es cuando él ve más gente cabecear y luchar contra el sueño que ya es inevitable, “mi esposa lucha con ese tema, entonces cuando vamos a la biblioteca a adelantar trabajos, le digo que aproveche y duerma un ratico, mientras que yo le hago la tarea. La idea es turnarse, porque ella tiene la letra más bonita y escribe más rápido, y yo soy más de dibujos y diagramas”.

 

Según Jorge Antonio Gómez, uno de los 9 instructores que trabaja en el área de Gestión Hotelera de la jornada madrugada, este tipo de estudiantes son personajes de admirar porque sus jornadas son muy intensas, ya que, además de estudiar en esta jornada, trabajan de día y deben cargar con un cansancio enorme que comienza a notarse en clases, sobre todo en la que va desde las 4 hasta las 6 de la mañana, en donde muchos comienzan a bostezar y a dormirse, “yo como profesor debo ser muy condescendiente y animarlos a que no se duerman, por eso hacemos clases personalizadas y muy dinámicas”, afirma. 

Jeison y Yubbeni saben que el mayor esfuerzo que han hecho no es el de trasnochar estudiando, ni mucho menos trabajando; sino está en el hecho de dejar a sus hijos y saber que estarán solos en casa, y verlos de nuevo hasta la otra noche. El domingo ya está planeado, Jeison seguirá trabajando, mientras que Yubbeni y sus chiquis –como ella misma los llama– por la mañana saldrán hacia el Club de Oficiales a acompañar a su mamá, la tarde la aprovecharán los tres para ir a algún parque en la ciudad y compartir esos pequeños instantes, mientras que todo este sacrificio, en algún momento, produce los cambios de un futuro mejor.  

Fotografías: Guillermo Legaria