Archivo particular
12 de Abril de 2017
Por:
Redacción Credencial

La ilustradora belga, que dibujó en exclusiva para REVISTA CREDENCIAL el retrato de Gabriel García Márquez que adorna la carátula de esta edición, es también la autora del libro Akim corre, sobre el impacto de la guerra y el desplazamiento forzado en los niños.

 

“Un dibujo es la palabra justa”: Claude K. Dubois

Bélgica y Francia gozan de una tradición de ilustradores que repercute en el mundo entero. ¿Se siente usted heredera de esa tradición?

Probablemente sí, como belga soy heredera de mi cultura: por un lado, me siento francesa a través de los autores, los pintores, la visión humanista que me dejó el colegio; y por otro lado, pertenezco a la tradición “belga” que es un feliz encuentro de influencias francesas pero también inglesas, flamencas, alemanas, holandesas. Como James Ensor, Munch… Ser belga es tener una gran mezcla cultural.

 

¿Cómo se convirtió en ilustradora y cuáles fueron los ilustradores que la inspiraron en su profesión?

Mi primera inspiración fue mi papá, Philippe. Él era dibujante y solíamos ir a pintar paisajes de la naturaleza circundante. Él me dio mis primeras clases de dibujo en acuarela, y admiraba a Toulouse Lautrec, un pintor que sigue dándome escalofríos por su sensibilidad, su energía, su verdad. Mi adolescencia reveló mi pasión por los pintores impresionistas y expresionistas. Comprendí que no podría vivir sino siendo dibujante. Soy artista en lo que en esa palabra expresa la libertad interior, la expresión de la verdad.

 

Entre mis influencias de ilustración infantil podría citar a todos los dibujantes ingleses en los cuales amo la libertad del trazo, por ejemplo Beatrix Potter. También he leído amorosamente los álbumes de Sempé, con su humor y ternura. Hay tantos autores que amo…

 

Generalmente los cuentos infantiles suelen ser una creación entre dos: el escritor y el ilustrador. ¿Cuál es el secreto para que este trabajo a cuatro manos funcione?

En lo que me concierne, solo puedo trabajar con personas que aprecio verdaderamente. Es necesario que exista esa confianza, esa complicidad. Después viene el respeto. Respeto por el trabajo de cada uno en su libertad creativa. No es posible, por ejemplo, hacer un bueno dibujo si un autor exige que la imagen corresponda a lo que él había imaginado. El autor tiene que “soltar” su texto, que podrá ir un poco más lejos, justo al lado; ahí está la apertura y la confianza en el otro. Es apasionante. A veces yo misma escribo textos para otros amigos ilustradores.

 

En Akim corre usted da cuenta del compromiso del ilustrador con la realidad de millones de niños que sufren las consecuencias del desplazamiento forzado. ¿Cómo ha sido la experiencia de narrar gráficamente estas historias? ¿Son cuentos para que los niños los entiendan y se solidaricen o para que los adultos lo noten?

Escribí Akim corre después de la muerte de mi madre. Mi mamá fue una niña de la guerra (de la Segunda Guerra Mundial), a quien los soldados le arrebataron a sus padres cuando tenía 5 años. Se quedó sola con sus hermanos y hermanas, y los soldados estando en la casa. Tenía mucho miedo. Una vecina se ocupó de ellos. Y así creció. Mi mamá estuvo traumatizada profundamente, y durante toda su vida ese dolor estuvo ahí, presente en el fondo de su mirada. Yo también cargué con esa tristeza. Eso es lo que me hizo escribir este libro; para darles la voz a todos esos niños que no pueden expresarse y que viven cosas indecibles.

No hay mucho texto, soólo un texto que “informa”. Porque no hay palabras para expresar ese sufrimiento. Los dibujos son realmente más poderosos en ese sentido: le hablan a nuestro inconsciente, a nuestro instinto. Un dibujo es la palabra justa.

Estos álbumes están dirigidos a todos: a los niños, porque los ayuda a comprender, a abrirse al mundo, a responderse a las preguntas que de pronto ellos mismos no se pueden formular solos. Los niños ven tantas cosas sin osar hablar al respecto… también se dirige a los adultos. Puede ser un   libro duro pero también consolador, ya que está hecho con amor.

 

Usted, gentilmente, nos ha hecho una ilustración de Gabriel García Márquez, una amorosa caricatura del Nobel en sus últimos años. ¿Qué tipo de relación ha tenido con la obra de García Márquez, en especial con Cien años de soledad, que este año cumple 50 años de publicada?

Lo que puedo decirle es que Cien años de soledad es un libro que marcó profundamente mi adolescencia, y soólo comprendí más tarde esa energía, esa intensidad, esa libertad, esa rebelión, esa vida. Sí, puede que sintamos ese gusto por la vida y que lo encontremos en esa sonrisa maravillosa de Gabo.

 

A propósito, ¿se ha imaginado un proyecto para ilustrar cuentos de García Márquez?

Todavía no. Pero… ¡Me gustaría!

 

¿Cree que vale la pena que las grandes joyas de la literatura universal tengan su versión ilustrada para aproximar a los niños a la lectura?

Depende de la obra. A veces está bien. Otras veces es inútil… y a veces, eso reduce a la obra ya que reduce el imaginario. A veces solo el texto es mejor para así apropiárselo. Y a veces solo el dibujo nos envía a dimensiones interiores más libres.

 

¿Cree usted, como ilustradora, que una imagen vale más que mil palabras? 

¡Claro que sí! Porque las palabras pueden darnos miedo o producirnos rechazo a veces. Pero el dibujo o la pintura pasan la barrera consciente de las palabras y nos llegan directo al corazón, antes de que tengamos el tiempo de posicionar mecanismos de defensa.

El dibujo está lleno de señales, de historias, de matices en las situaciones que expone, en las actitudes de los personajes, en las expresiones, en el color del cielo, en la sombra y la luz…

 

¿Qué reflexiones ha tenido alrededor de internet, donde la imagen está sobresaturada y sobre expuesta? ¿No resulta abrumador para un ilustrador? ¿Cómo se enfrenta a esta realidad?

Eso no representa un problema para mí en relación con mi trabajo. Es otra cosa. Yo cuento historias, es algo diferente a una imagen sola. Si se refiere a la imagen publicitaria, a las imágenes “choque” que buscan deslumbrar a toda costa… eso sí me parece realmente insoportable.   Sí, estamos saturados de esta forma de imagen que no aportada nada más que distracciones inútiles, pero la calma de un libro siempre estará ahí.

 

Finalmente, viene a Colombia, donde sí que hay problemas de desplazamiento y de-sarraigo. ¿Tiene planes de construir algún tipo de pedagogía para que los ilustradores nacionales nos ayuden a construir nuestra Historia?

Vengo aquí a conocer personas y a compartir con ellas nuestras experiencias, nuestras visiones del mundo, del futuro… Espero que estos encuentros nos aporten a todos nuevas formas de comprender al otro y lo humanos que somos. Mi plan es dar amor por medio de mis libros, y la pedagogía será creada por aquellos que los lean, puede que tengan como motor el amor que puse en ellos.

 

 

*Descubra el artículo completo en la ediciín impresa de abril de 2017.