Foto/ Josué Jaramillo Flórez
Fotografías/ Josué Jaramillo Flórez-Polen Imagen Audiovisual
27 de Octubre de 2015
Por:
Mariángela Urbina Castilla

Una lesión en el tobillo y una lesión en el aductor (la ingle) lo dejaron por fuera del Campeonato Mundial de Gimnasia, en Glasgow. Pero Jossimar no tira la toalla. Aún le queda chance de ir a los próximos Juegos Olímpicos. Por ser un héroe en una ciudad desacostumbrada a los triunfos, él es nuestra portada de octubre. 

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Oro en polvo: Jossimar Calvo no se rinde

El deporte es desagradecido. Ocho horas diarias de entrenamiento desde los cinco años muchas veces no son suficientes. En un minuto y treinta segundos, lo que dura una rutina de gimnasia en el Ciclo Olímpico, los esfuerzos pueden caer en un saco roto. Lo acaba de confirmar Jossimar Calvo, gimnasta cucuteño, el mejor del mundo en barras paralelas. 

Ocupar el lugar 16 le habría permitido al equipo colombiano ganar un cupo directo para los preolímpicos del año entrante, en Brasil. Quedó en el 18. “Elminado Jossimar Calvo”, titula la prensa. A Jossimar no le alcanzó la puntuación. 

Y no le gusta perder. A diferencia del resto de los mortales, Jossimar no se hace un mejor perdedor a medida que crece. La madurez lo hace perfeccionista. Ese triple oro en los Panamericanos, ese esfuerzo diario, ese séquito de apoyo liderado por su mamá y por sus entrenadores en la Liga de gimnasia de Norte de Santander, significan todo para él.  Pero aún queda esperanza. A Calvo Moreno, quien  a sus 21 años es el mejor gimnasta de la historia de Colombia, le queda todavía un chance de ir a los próximos Juegos Olímpicos. Todo se define en el próximo Campeonato Nacional, según nos cuenta Juan Medina, el presidente de la Federación Colombiana de Gimnasia.

Jossimar no se rinde. Por eso es nuestra portada de octubre. Esta es la historia, publicada a principios de mes, antes del campeonato, del mejor gimnasta del planeta en barras paralelas, que no es ni ruso, ni japonés ni ucraniano. Es cucuteño. ¿De dónde salió este fenómeno de la fuerza, la habilidad y la destreza físicas? 

 

A los seis consiguió su primera medalla. Este año ganó tres en los Panamericanos. 

A sus seis años, Jossimar Calvo es un llorón profesional. Se tropieza haciendo la media luna, llora. Un niño lo empuja, llora. Cuando su mamá, Nohora Moreno, va a verlo entrenar a la Liga en Cúcuta, él quiere que ella lo consienta. Jairo Ruiz, su técnico, le reprocha que no puede seguir siendo tan mimado. A los seis años de edad, Jossimar es un ‘quejetas’; pero hoy, solo por hoy, tiene derecho.

Es el mes de marzo del 2002 y acaba de salir de la Unidad de cuidados intensivos del hospital Simón Bolívar de Bogotá, de visitar a Jesús Romero, una de las mayores promesas de la gimnasia colombiana, con 18 años y dos medallas de oro en los juegos suramericanos, a quien un accidente durante un entrenamiento lo ha dejado cuadripléjico. Todavía con llanto en los ojos, Jossimar le dice a su mamá:

–No quiero volver a entrenar.

Jesús Romero era un ídolo en Cúcuta entre sus discípulos pequeños; pero, sobre todo, era el ídolo de Jossi. Lo cargaba para todos lados. Hasta se lo llevaba de ‘pato’ a las casas de las novias. Se hicieron inseparables. Jossimar le decía ‘papá’. Ahora, él acaba de ver a su ‘papá’ tumbado en una cama, inmóvil y destruido, sin posibilidad alguna de que vuelva a caminar.

–¡No quiero volver a entrenar! –insiste llorando.

Su mamá lo deja desahogarse, pero luego lo enfrenta:

–¡No señor, usted va a ser un grande!

El James de la gimnasia

En Cúcuta dicen que tiene llagas en la piel porque entrena en plena calle, a 35 grados centígrados de temperatura bajo un sol de plomo. Dicen que es muy pobre y humilde. Dicen que es un ‘berraco’. Dicen que ya aseguró los brazos por muchos dólares y que es el único que saca la cara por Norte de Santander. Dicen que es el mejor deportista de la historia ‘motilona’, incluso mejor que James Rodríguez, que ya es mucho. Eso dicen, aunque nadie supiera quién era hasta que, en julio de 2015, se colgó dos medallas de oro en los Juegos Panamericanos de Toronto.

Y eso que, cuatro años antes, ya había ganado un oro en Guadalajara; presea que suscitó una alegría discreta en el barrio Belisario Betancur, en la ciudadela de Juan Atalaya en Cúcuta, donde solo su mamá estaba en condiciones de calcular la dimensión de su hazaña. Jossimar tenía 17 años y acariciaba, por fin, el resultado de tanto esfuerzo, de disciplina y de angustia (una fractura de clavícula y otra de cúbito y radio) desde el accidente de Jesús Romero.

“No señor. Usted va a ser grande”, le decía la mamá, tragándose el miedo, convencida, con esos impulsos del corazón que solo conocen las madres, de que su hijo tenía un “un don de Dios”, una capacidad divina que iba a llevarlo a ser “algo especial”. Y entonces el niño volvía a entrenar. El último empujón se lo dio el mismo Jesús al regresar a Cúcuta a practicar ‘boccia’, un deporte paralímpico con el que ya ganó una medalla internacional. No necesitó ser ceremonioso; más bien lacónico. Lo miró a los ojos y le dijo: “La vida sigue”. 

La fibra del campeón

Jossimar Calvo sonríe durante la sesión de fotos. Sus 1,55 metros de estatura se vuelven dos frente a la cámara. Le quitaron los brackets que llevaba en los Panamericanos y ahora muestra sus dientes nuevos, diseñados y ultra blancos. Es tan coqueto durante las fotos como frente a las gimnastas. Se llama Jossimar porque su mamá, por puro capricho, lo copió de un jugador de fútbol brasileño. Ni siquiera porque le gustara el fútbol, sino porque sonaba diferente.

Ser humilde debe costarle mucho trabajo. Lo máximo que el país había logrado en gimnasia era el bronce de Giovanni Quintero en una general individual de Panamericanos. Jossimar, en Guadalajara 2011, ganó el oro en la misma categoría. Y este año, en Toronto, ganó en tres de seis aparatos: barras paralelas, barra fija y arzones. Nadie, según el Comité de Gimnasia Olímpica colombiano, puede alcanzarlo en el escalafón de 2015. Él es el mejor gimnasta del mundo en barras paralelas. 

Sus compañeros de la Liga lo saben y ‘mueren’ por él. “Mi hijo está más motivado desde que Jossimar ganó”, dice la madre de uno de ellos. A él le gusta llevarlos de paseo los fines de semana. “Al principio íbamos solo cuatro, y ahora me toca buscar camioneta porque se animaron todos”. El más contento es ‘Chipi’, un niño de 10 años que Jossimar carga para toda parte en su carro, justo como lo hizo Jesús Romero con él. ‘Chipi’ es costeño y sus papás prefirieron mandarlo a Cúcuta con el deseo de que tuviera un mejor futuro. “Es muy difícil ser pequeño y no vivir con los papás”, explica Jossimar.

“De él se aprovecha todo el mundo”, confiesa Nohora. Ella sabe el tesoro que tiene en casa. “Un muchacho humilde, agradecido, responsable y demasiado ‘buena gente’. Allá en la Liga los vive invitando a una cosa y a otra”. Tiene el patrocinio de una empresa local, que le da un salario mínimo desde antes de que triunfara. Todavía le paga lo mismo por ser la imagen de la marca. Sin embargo, la pelea por robárselo es recurrente, más a pocos días de las elecciones regionales. Jairo dice que muchos quieren sacar su ‘tajada’ y no aportarles nada a Jossimar o a la Liga. “Le tiro el teléfono a mucha gente porque lo desconcentran”.

No obstante, se está convirtiendo en una marca. Ya hay una agencia de comunicaciones que lo maneja y le agenda actividades públicas y mediáticas. Pero él quiere ganar y punto. “Tengo que ser muy disciplinado porque uno se acostumbra a la perfección”, afirma. “Por eso hace todo lo que Jairo le dice”, cuenta Nohora.

Jossimar tiene 6 hermanos del lado de su papá y 3 de mamá, pero siempre han vivido juntos, solo los dos. 

 

El papá dejó la casa cuando Jossi tenía 4 años. “Desde entonces, hemos sido siempre mi mamá y yo”. Tiene tres hermanos por el lado de su mamá, y seis por el de su papá. Con todos conserva buenas relaciones, aunque más bien distantes. De papá y mamá es hijo único. Y de mamá, el consentido.

Sagradamente, Nohora le hace el almuerzo. Él entrena en la mañana y antes de las 12 sale en su carro camino a casa, para almorzar con su mamá. Hoy va con ‘Chipi’ y pone música duro. No lo suficiente para que se escuche afuera, pero sí para que retumbe adentro. Pasa de “quisiera ser un pez para mojar mi nariz en tu pecera”, de Juan Luis Guerra, a “Ya encontré, ya encontré, la mujer que tanto tiempo había esperado…”, de El Vega.

“En este momento estoy solo. Una persona necesita tiempo y con mi pareja decidimos seguir la vida cada uno por su lado”, cuenta en el carro. “Entre Jairo y yo le espantamos una novia que tenía”, confiesa Nohora. Se la pasaba ‘chateando’ hasta tarde. Jairo y yo vimos que era una niña que no le convenía”.

“Tuve una infancia reprimida. Entrenando ocho horas diarias uno no puede hacer vida social”, admite Jossimar. A finales de octubre lo espera el campeonato mundial en Glasgow, Escocia, que define quiénes estarán en los Juegos Olímpicos de 2016. “Creo que voy a la mitad de mi carrera. Me faltan esas dos medallas”, asegura: la del Mundial y la de los Olímpicos. Y eso que apenas tiene 21 años.

A Glasgow lleva preparada una voltereta propia, que ha trabajado junto a su entrenador en las barras paralelas. Es una especie de triple vuelta que se congela por segundos en el aire, antes de aterrizar de forma perfecta sobre la colchoneta. Si todo sale bien, si los jueces de destreza y habilidad la califican como espera, ese elemento será incluido en la lista oficial de la Federación Internacional de Gimnasia (FIG) y tendrá su apellido: el elemento Calvo.

Nohora le dice que para lograrlo debe fijarse en los movimientos del japonés Kōhei Uchimura y hacer como él, que no piensa en nada. Uchimura entrena desde los tres años y es una leyenda de la gimnasia artística. Ganó el oro en los Olímpicos de Londres, en 2012, y es el único en obtener cinco oros consecutivos en campeonatos mundiales, incluido el del año pasado. Ahora, después de que la gimnasia le dio la vuelta al mundo para llegar a Cúcuta, Jossi se lo encontrará en Glasgow y, seguramente, en los Olímpicos de Río de Janeiro.

Él, dice su mamá, no ha querido tomarse foto con Kōhei. Incluso se han subido al podio juntos, pero nada. Jossimar no pide la selfie. Debe ser porque en el fondo espera que pronto, muy pronto, Uchimura se la pida a él.

Jairo Ruiz, maestro de Jossimar y Denis Beltrán, quien fue su entrenador en la liga infantil. 

 

Cúcuta, una potencia de la gimnasia

El entrenador de Jossimar, Jairo Ruiz, habla claro y duro, como digno representante de su ciudad. “Mire, aquí se me han ido diez entrenadores a Estados Unidos. ¡Diez! Pero eso es irremediable. Allá sí los valoran”. Como es usual en Colombia, los forjadores de los héroes deben “trabajar con las uñas”. Según Denis Beltrán, otro de los mentores de Jossimar, los entrenadores en Cúcuta son los únicos que tienen un presupuesto establecido por el Instituto de Deportes del Norte, Indenorte. Sin embargo, la plata viaja entre la Gobernación y mil cooperativas. De 12 meses de pago, los técnicos terminan recibiendo ocho. Los demás meses, y todo lo que falta, hay que buscarlo entre las piedras: viajes, vitaminas, uniformes.

“Lo bueno es que soy empleado del Magisterio”, afirma Jairo. Por eso ha podido gastarse el sueldo, la prima y las cesantías parando la Liga. En los años setenta, con el profesor Rafael Páez, organizó un primer campeonato en el barrio Bosque Popular. Estudiaba educación física en la Universidad de Pamplona porque sí, porque eso fue lo que siempre quiso. La gimnasia le parecía interesante y se puso a la tarea de liderar la causa. Se fue a trabajar regalado al colegio Inem, un colegio público con fama de muladar en Cúcuta. Le tocaba encontrar talentos desde la puerta. Los profesores nombrados no lo dejaban entrar al coliseo.

Pero así lo hizo. Jairo se topó, en el muladar, con niños talentosos que podían ser deportistas de alto rendimiento en la ciudad más informal de Colombia; en la que alrededor de 5 mil personas al año son capturadas por contrabando; a la que, como lo reportó esta misma revista, entre enero y marzo de 2014 llegaron 359 colombianos deportados de Venezuela. La misma ciudad que, según le dijo el defensor del pueblo a Revista Credencial a comienzos de este año, si recibía 100 deportaciones más se iba a reventar. A nadie le importó. Ahora Jossimar tiene que invitar en sus redes sociales a la fuerza y a la valentía. También a la solidaridad, no con 100, sino con los más de 1.000 deportados que han llegado en los últimos días desde Venezuela.

Y en medio de todo, y sin que los mismos cucuteños lo sepan, son una potencia en gimnasia: cuatro de los cinco gimnastas de la Selección Colombia son formados en Cúcuta, y tres de ellos son de la ciudad. Jairo, cuenta Jossimar, invirtió sus ahorros en construir su “Fisio Gym”, un centro de rehabilitación con fisioterapeutas, deportólogos y psicólogos, que tiene equipos para deportistas de alto rendimiento, muchos de los cuales son los únicos que hay en Colombia. Delegaciones de Perú, Ecuador, Panamá y República Dominicana han ido a concentrarse en Cúcuta, y no ya al Inem, sino al renovado Coliseo Eustorgio Colmenares.

Los gimnastas ya no tienen que usar equipos móviles y rearmables, sino  equipos anclados a su puesto que evitan accidentes. Ya no entrenan en medio de goteras y tejas que se desprenden al azar. Lo hacen bajo un techo idóneo, en compañía de sus familias y de deportistas de todas las edades. Eso sí, entrenan junto a voleibolistas, tenismesistas y practicantes de otras disciplinas. “Donde le caiga un balón de esos a un gimnasta, me lo lesiona”, dice Jairo, con razón. Y concluye como si en realidad rezara: “si Cúcuta creyera en lo nuestro, sería la verdadera sucursal del cielo”. 

La ley Calvo

En agosto de este año, el presidente Juan Manuel Santos y el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, lo condecoraron en un evento en la Biblioteca Pública de Cúcuta. Luego, bautizaron la nueva ley del deporte con su nombre. “La ley Jossimar Calvo es… una ley”, dice, como si le importara tres pesos que la ley lleve su nombre. “Ojalá se cumpla. Yo no la he leído bien, pero ojalá sirva para que no queden tantos deportistas en el olvido”. Ese mismo día, Jossimar le entregó a Cristo un folleto con las peticiones de la Liga de Gimnasia de Norte de Santander. Cristo, que es cucuteño, le respondió, justo después de que los candidatos oficializaran sus candidaturas regionales: “Lo tendremos en cuenta”.

A los seis años ganó su primera medalla. Este año ganó tres en los Panamericanos. 
 
 
La lentejita que se creció

 

Hace rato Jossimar dejó de llorar. Ya ni siente. No hace gestos, habla poco, despacio y con prudencia. Lo molestaron tanto por llorón, por ser el pequeño, la ‘lentejita’ de la Liga, que ahora no se inmuta. Creció, pero “no en tamaño”, dice entre risas Denis Beltrán, su segundo mentor. El primero fue Jairo Ruiz, “el papá Jairo”. Beltrán lo entrenó cuando estaba en las categorías infantiles y por eso ocupa el tercer lugar en una lista de agradecimientos que repite una y otra vez, cual lección de colegio:  “todo esto se lo debo a mi mamá, a mis entrenadores Jairo Ruiz y Denis Beltrán. Eso uno no lo puede olvidar. Lo más bonito que puede tener una persona es ser humilde y agradecida”.

En la Liga recuerdan a la perfección el día que llegó Jossi: enclenque, como desnutrido, con más estómago que brazos, débil. Nohora lo llevó al coliseo por inquieto, para disciplinarlo. En el fondo, presentía que la grandeza de su hijo vendría por el lado del deporte.

Jairo se dio cuenta de inmediato, y se lo dijo a Nohora el día que se conocieron: “yo conozco el pato en la cagada”.

A los seis años empezó a triunfar. La primera medalla de oro la obtuvo en una categoría para la que no estaba preparado y en la que terminó inscrito por accidente. Iba para preinfantil novato y, por un error logístico, acabó en preinfantil avanzado. Nohora casi no lo deja competir. Jairo la convenció. Y Jossi ganó. El mundo de la gimnasia en Colombia comenzó a señalarlo: “Ese va a ser grande”, le dicen a Nohora.

Ella lo supo antes que los expertos. Su niño veía las películas de Jean Claude Van Damme y jugaba a dar las mismas patadas voladoras. En la Liga todos han sido testigos de su lucha, y muchos la han apoyado, entre ellos el propio Jairo, quien a veces se lo llevaba para su casa cuando Nohora no tenía con qué. “Otras veces ella venía y le hacía el aseo al gimnasio o trabajaba también en el aseo de nuestras casas”, cuenta el ‘profe’.  El rancho donde vivían, en el barrio Juan Atalaya, muchas veces estaba desprovisto. Tras los triunfos de su hijo, la empresa privada y la Gobernación les regalaron una casa nueva que, si alguien quisiera rastrearla, la encontraría en la esquina más caliente de todo Cúcuta.

Nohora lo confirma: “Los dos hemos sacrificado muchas cosas, pero valió la pena”. En Cúcuta también saben de la lucha. A diferencia de James Rodríguez, Jossimar se siente propio. Creció en el barrio más poblado y más caliente, en todos los sentidos, de la frontera. Es el primo de toda la ciudad. Ahora que lo reconocen, la ciudad no se calla: Jossimar Calvo, el mejor del mundo, es de ellos.