23 de Mayo de 2016
Por:
Margarita Vidal

A propósito del cumpleaños de Héctor Osuna publicamos la entrevista que le concedió a Margarita Vidal en 2009 para celebrar sus 50 años de ejercicio profesional.

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El maestro de la caricatura colombiana cumple 80 años

Con un solo y lúcido trazo maestro define personalidades, gobiernos, flaquezas, amenazas y dramas. Con inteligencia, afilada ironía e irreverencia, ha diseccionado palmo a palmo el cuerpo exultante o estremecido del país, y con su crítica certera y  mordaz ha explorado los oscuros meandros del alma nacional para exponerlos al escrutinio de la opinión pública. Cada semana, durante cincuenta años, Héctor Osuna no sólo ha hecho pensar y reír a los colombianos con su profunda interpretación de los acontecimientos y su humor refrescante, sino que ha sabido mantener una vigencia y una independencia crítica verdaderamente insulares. Cálido, un tanto ceremonioso, accede a esta entrevista en su finca sabanera de estilo chapineruno, rodeado de sus siete perros que retozan y ladran en un jardín que revienta en geranios, azaleas y frailejones y me saluda con la misma frase de alguna ocasión anterior y lejana: “no me vaya a decir que me encuentra igual porque lo único que conservo intacto es la sorpresa”.  Y se ríe con una risa suave y medida.

La casa es ordenada y casi sacramental con sus muebles antiguos, los cuadros pintados por Tulia Gil Madrigal, la madre de quien heredó la pasión por el arte, la música y la poesía. La conversación transcurre entre silencios, chispazos y sutilezas, sin confidencias, con una que otra carcajada que le achica los ojos brillantes de travesura y descubre unos dientes  blancos y separados que le dan una tranquilizadora  apariencia de niño bueno. Tres horas de conversación resumidas en este espacio que hemos querido ofrecerle en el 50 aniversario de su exitosa y siempre vigente carrera profesional.

¿Aprueba o desaprueba el tema de las bases americanas? ¿Cómo analiza todo el jaleo internacional en que estamos metidos?

–Hoy las circunstancias son muy graves para Colombia con una escalada armamentista con la cual no podemos competir y hace ya rato se nos asoman las orejas de Chávez. Están, sí, en mora de decirnos qué se pactó y de clarificar cómo queda el mando en las bases y el tema de la inmunidad, pero la presencia americana será disuasoria. No estoy de acuerdo con la especie de que nos aislamos del resto de Suramérica, por el contrario, nos han aislado.

¿Quiénes?

–El grupo extremo comandado por el dictador Chávez, en el que no incluyo a Lula y a los moderados, nos presenta la alternativa imposible de adherir a él o convertirnos en un enemigo potencial. El tercer camino sería dedicar todo el presupuesto nacional a una espiral armamentista absurda y totalmente inconveniente por la guerra interna que enfrentamos.

¿Es de los que cree que podríamos llegar a una guerra con Venezuela?

–Todo puede suceder, pero el personaje se retracta tranquilamente de las sindicaciones lanzadas en medio de grandes gestos histriónicos. Nunca habíamos tenido un vecino tan belicoso, amigo de quienes atentan contra Colombia y con quien compartimos una frontera tan extensa. Por otra parte, tengo muy claro que este no es un tema para expresarse en contra del gobierno que nos representa. Por lo demás, esta es la única vez que he estado de acuerdo con la Presidencia.

¿Ha variado su conocida animadversión al intervencionismo norteamericano?

–Defendí una posición en contra de la extradición y de cierto norteamericanismo demasiado entregado, pero eran tiempos diferentes y no creo que me haya envejecido o ‘conservatizado’ más, sino que la polarización está escalando niveles preocupantes.

Para un caricaturista tan mordaz y actualizado, ¿qué implica este panorama cada vez más oscuro y complejo?

–Una forma muy cruel de contestar eso –que por supuesto no es mi filosofía– es un dicho muy colombiano que dice: ‘Lo bueno de esto es lo malo que se está poniendo’. (Risa). Es cierto que entre más conflictivos los problemas, más elementos ofrecen para la caricatura, la polémica y aun para el chiste, que ojalá prosperara y que hasta  nuestro Presidente tuviera sentido del humor, porque eso suavizaría mucho la situación.

El país ha cerrado filas en torno al Presidente. ¿La consigna entonces es no criticarlo en absoluto?

–Claro que no; hay una crítica que se puede y se debe hacer en el interior del país. Lo que hay que apoyar es una posición de Colombia frente a los peligros externos. Me parece criticable la diplomacia paralela que se adelanta con Venezuela, a través de iniciativas privadas que le hacen mal cuarto al Presidente de la República, porque hay momentos en que debe primar el sentido patriótico y ese debe ser un principio inamovible.

Entonces, ¿qué criticaría?

–Hay cosas en las que uno no puede estar de acuerdo con el Presidente, como la reelección que ha sido tramposa y deslegitima el ejercicio de la Presidencia, o la manera como se tramitó el nuevo referendo. Le reconozco a Uribe que en lo interno ha sido fuerte y ha logrado hacer retroceder a la guerrilla, pero su manejo de las relaciones internacionales ha sido un desastre. Eso no es nada comparado con su reeleccionismo, porque cambiar la Constitución en provecho propio es abusivo.

Uribe se ha conservatizado. ¿Por qué no le gusta si usted tiene origen conservador?

–Nunca he militado en ningún partido. Soy de extracción conservadora pero ya me sacaron la muela (Risa). Tampoco he pertenecido ni perteneceré al Partido Liberal. Siempre he querido ser independiente. Cuando entré a El Espectador le planteé el tema político a Gabriel Cano. Me dijo: “Quítese esas cucarachas de la cabeza y hagamos un pacto: ni usted es conservador, ni yo liberal, hagamos periodismo”. Para mí, esa es una lección de vida.

¿No votó por Uribe?

–No, nunca me gustó. Cuando empezó a figurar como candidato escribí un artículo como Lorenzo Madrigal diciendo “Si Uribe llega a la Presidencia será un dictador”. Eso lo acredito porque recuerdo muy bien lo que dije.

¿Por qué esa aprensión?

–Había visto su estilo como Gobernador de Antioquia y tenía una inquietante intuición porque conozco a mi raza; no olvide que yo también soy antioqueño.

Y sabe por dónde aprieta la cuña, ¿no?

–Claro, es que Uribe no es el tipo de antioqueño que a mí me cae bien. Esa personalidad tan supremamente suficiente, que no delega, que llena todos los espacios, que se cree insuperable e irreemplazable, yo no la entiendo como la de un demócrata; una persona que no admite alternativas de poder no lo es.

¿Lo calificaría como dictador?

–Todavía no se ha configurado completamente como tal, e igual le pasa a Chávez, pero ambos van por ese camino.

¿Por qué no al referendo? ¿No considera suficiente las tres millones novecientas mil firmas?

–La democracia directa también está reglada por tiempos y normas. El referendo tiene que pasar por unas Horcas Caudinas y someterse a reglas determinadas. Yo no creo en una democracia tan absoluta e inapelable porque nos llevaría a los juicios populares en que la gente gritaba “mátenlos, mátenlos”, porque dizque había que respetar la voz del pueblo. Yo no me explico cómo Uribe, que estudió Derecho y se dice demócrata, puede pensar así.

¿Cómo ve a César Gaviria que ha realizado una ‘opo-blanda’ pero que en los últimos días ‘ha ido emberracando’, como dicen en Antioquia?

–Dejó pasar un tiempo precioso porque le hizo mucho daño el paso por la OEA, donde no se define nada y llegó a hacer una política ambigua. Hoy, como lo han retado ha reaccionado, pero creo que es demasiado tarde. Por otra parte, yo siempre he creído que el candidato liberal será Gaviria.

Las consejas políticas sostienen que si bien Rafael Pardo ganó la consulta liberal, como no marca nacionalmente, renunciará a favor de Gaviria, que suma más.

–Sí, el ex Presidente  ha dicho reiteradamente que no tiene esa intención, pero las cosas van para él, quien además tiene chance de ser reelegido. Claro que también hay que considerar que será difícil que se decida con un Uribe tan fuerte. Se necesitaría mucho coraje para dar esa pelea.

¿Qué opina del triunfo de Petro y la derrota de Carlos Gaviria en la consulta del Polo?

–Creo que Petro aportará algo a una alianza antirreelección. Por otro lado, al ganar Petro, Chávez recibe un vapulazo.

De ahora en adelante empezarán a cocinarse las coaliciones. ¿Ve posibilidades?

–De pronto sí, pero con tanto personalismo es muy difícil que se plieguen a un solo nombre, como sí lo harán con Uribe todos los uribistas de viejo y nuevo cuño. La izquierda  está escindida y el conservatismo desaparecido. Se autodenomina como ‘la fuerza que decide’ porque se une al carro ganador. Hasta ahora nos damos cuenta de que Uribito dizque es conservador. Le ha estado haciendo el papelón a Uribe. Yo fui noemiísta pero ya no lo soy porque nadie ha podido saber dónde está Noemí. A última hora se ha inscrito como conservadora vergonzante. Eso de estar en todas partes no es bueno.

Usted, que ama el latín, ¿no tiene algún candidato ‘in péctore’?

–La función mía es crítica. Trato de no comprometerme porque es una limitante. No me va a hacer decir nombres, pero sí tengo la leve impresión de que los ‘quíntuples’ –que ya son ‘tres tenores’–  de pronto capitalizan algo, porque Mockus tiene gran respetabilidad, Lucho fuerza popular y sentido social y Peñalosa simpatías por Transmilenio. El último fiasco de Lucho y sus tragos podría excluirlo de la selección presidencial.

Bueno, tal vez Osuna no pueda tener candidato, pero Lorenzo Madrigal, que escribe una columna de opinión, sí lo debe tener.

–Cuando se usó que los columnistas adhirieran públicamente a un candidato yo fui bastante galanista; sin embargo Galán murió bajo el fuego cruzado de mis caricaturas cuando descalificó a Rodrigo Lara –yo era mas larista que galanista– y le critiqué que hubiera sometido a Lara a un ‘comité ético’ del Nuevo Liberalismo.

¿Habló de eso con Galán?

–Sí. Le preocupaban mis caricaturas sobre el tema de Lara, pero desde luego nunca me pidió que le mermara a la crítica. Quería explicarme el porqué de su actitud, pero entendió mi posición.

¿De Lara sí fue más amigo?

–Hablábamos muy largo por teléfono cuando el Congreso lo estaba crucificando. Quise protegerlo y le aconsejé que se retirara de la escena. Por supuesto no renunció y su asesinato me conmovió terriblemente. Fui a su entierro en Neiva, donde Betancur echó un discurso político en la misa y restableció la extradición. Toda la Iglesia lo aplaudió. Yo no.

¿Porque usted no era amigo de la extradición?

–Porque me parecía que se perdía la autonomía del país y porque siempre he pensado que lo que identifica a una nación es su propia justicia. La justicia  ajena me parecía sojuzgamiento por parte de otro país.

Me parece que ha habido un cambio en su posición…

–Sí, porque todo se desbordó. El país no pudo con la criminalidad. Así como nos desbordó la situación internacional y nos vimos obligados a admitir en nuestras bases a militares estadounidenses, tuvimos que acudir también a otra justicia. ¿Qué le vamos a hacer? Mientras uno puede caminar solo no admite que lo cojan de la mano, ni que le den un bastón, pero si se envejeció y le han caído todas las plagas, uno acepta hasta que lo lleven cargado.

¿Cómo ve el tema del canje humanitario que nunca llega?

–No hay que perder de vista que la guerrilla es la causante del daño y que el Presidente, acosado por una respuesta, no es el que ocasiona los tropiezos. Por otra parte creo que ahí hay problemas etimológicos. A toda persona en poder de la guerrilla se la llama secuestrada y la guerrilla la califica como retenida. No es tan exacto. El nombre apropiado sería, si fue en un campo de batalla y se tomaron prisioneros de ambos lados, pues eso, prisioneros y hay normas humanitarias para situaciones como esta. Por supuesto que no se las tuvo en cuenta en los campos nazis, ni tampoco se las tiene en un inhumano cautiverio de tiempo indefinido que consume gran parte de una vida, pero secuestrado es aquel a quien retienen para cobrar un rescate y no me parece que sea el caso tratándose de un enfrentamiento armado.

Uribe dice que aquí no hay guerra y que son terroristas porque cometen actos de terrorismo. Por eso se niega a considerar a los militares secuestrados como prisioneros de guerra.

–Es muy delgada la línea que recorremos. Son personas que están en la subversión  y cometen actos de terrorismo, pero denominarlos exclusivamente terroristas no me parece. Si esos actos de terrorismo configuran delitos atroces merecen capítulo aparte. Yo rechazo el mero uso de las armas para obtener un logro político, pero quienes las usan para este fin pertenecen a una guerra interna –qué le vamos a hacer – y existen regulaciones al respecto en el derecho de gentes. Sería a la luz del derecho de la guerra como se facilitarían los acuerdos humanitarios, en medio de los mayores desacuerdos políticos y militares.

Jalémosle a temas más personales. No me lo imagino de cura. ¿Qué lo impulsó a meterse al seminario?

–Entré al día siguiente de cumplir quince años. Era un niño, pero no crea que la meditación es incompatible con mi vida de hoy. Los jesuitas han sido siempre la avanzada de la Iglesia, muchas veces en conflicto con los papas. San Ignacio predicaba lo que llamó la ley de la caridad y el amor equivalente a una libertad interior completa, en la conciencia de cada cual para hacer las cosas. De ahí que los jesuitas sean hasta médicos, artistas, misioneros, directores de colegios.

Y caricaturistas. Me imagino que el Concilio Ecuménico le amplió todavía más el ámbito de la libertad.

–Sí, pude ser más ecléctico. Y antes de que me pregunte por qué me retiré, le digo que  después de seis años de estar en el seminario la vida me presentó otras circunstancias en las que pude desenvolverme bien, pero no me considero negado para la vida jesuítica.

Hizo votos de castidad, pobreza y obediencia. ¿Cuáles conserva?

–Fui exonerado con dispensa de Roma. Se llaman las ‘Cartas Dimisorias’. El único que conservo es el de pobreza (Risa).

¿Ha seguido escribiendo poesía?

–¿Quién le dijo que yo escribía poesía?

Mis fuentes de ‘altísima infidelidad’.

–Tengo versos que a lo mejor alguien publica después de mi muerte.

¿Por qué no antes? ¿Por pudor?

–Como caricaturista queda uno inhibido para muchas cosas. En este género de humor satírico, de relativo daño a otras personas, de cierta inquina que puede ocasionar, no puede salir uno de poeta.

¿Por qué no puede un caricaturista ser romántico como usted, versificar y gustarle, como le gustan, los boleros y el tango?

–Es que eso pertenece a una esfera diferente que nada tiene que ver con el oficio. En realidad soy romántico, me encantan los boleros y siempre quise aprender a bailar tango, pero creo que ya me dejó el tren. No tuve con quien aprender (Risa).

Vive enclaustrado. ¿Lecturas, libros, noticieros, prensa, son suficientes para afinar adecuadamente sus dardos? ¿Tiene contacto con el mundo exterior?

–Por supuesto que sí, pero de pronto me quedó eso de lo conventual y no soy casi viajero. Claro que la historia secreta de la política es fascinante y la información llega por distintas fuentes, pero no me pida que se las revele porque las fuentes son sagradas (Risa.)

¿Podríamos publicar una de sus poesías?

–(Risa) Primero me pego un tiro para que sea después de muerto.

¿Cree que los curas deberían casarse?

–No tengo un principio absoluto sobre eso. Creo que podría ser bueno, pero también resulta complicado para el sacramento de la Confesión, porque entre las sábanas no hay secretos.

¿Sus caricaturas le han enajenado amistades como la del nunca bien lamentado D’Artagnan?

–Sí, por el tema de Samper, con quien él quería reunirme antes de su candidatura y yo, que me olía la cosa, me escapaba. No me gustaba la presidencia de Samper ni en futurible. Un día lo encontré en la puerta del Gun y dijo: “usted es samperista pero de Daniel, no mío. Yo le dije, no, no es que sea enemigo suyo, Ernesto, es que me parece terrible usted tantos años de ex presidente. (¡Tenía 43 años!).

Usted está como Lucho que dice que  Uribe va a ser un ex presidente “muy mamón”.

–Pero al paso que va, ya le tocará muy viejito (Risa).

Publicada en la edición impresa de octubre de 2009.