Fotografía | Ricardo Pinzón. Cortesía de la oficina de Andrés Cepeda.
13 de Julio de 2018
Por:
Redacción Credencial

El cantante colombiano, que se estrena en el teatro con un espectáculo de drama y música en el que cuenta el origen de sus canciones y, claro, las interpreta, rememora algunos de los momentos más importantes de su carrera y habla sobre el disco de boleros en acetato que tiene entre el ‘tintero’.

Andrés Cepeda: "El bolero me marcó el rumbo”

Cincuenta y dos millones de visitas en menos de dos meses. Esta es la audiencia que ha alcanzado en la red el video del nuevo sencillo de Andrés Cepeda, Te voy a amar, que interpreta con Cali y el Dandee, desde su publicación a mediados de marzo. Es el ‘abrebocas’ de su nuevo disco, que lanzará luego de su más reciente proyecto, Cepeda en tablas, mil canciones que contar, un espectáculo que se celebra hasta el 2 de junio en el Teatro Julio Mario Santo Domingo, de Bogotá. De manera que Cepeda está más de moda que nunca.

“Todo este asunto nace del libro Mil canciones que cantarte, un cancionero en el que quise recopilar todas las canciones de amor de mi repertorio, con sus partituras y letras, y también con la historia de la composición –cuenta Cepeda–. El libro, publicado en 2016, se lo regalé a mucha gente. Uno de los primeros obsequios se lo hice al productor de ‘La Voz Kids’, Mario Valencia. Se leyó el libro, y me dijo: ‘Tengo una idea, y es que esto se puede llevar a las tablas. Me gusta el nombre de Cepeda en tablas’. Al principio me pareció un proyecto un tanto extraño. Luego empecé a entender de qué se trataba, y nos metimos en el tema que derivó en este show”.

El espectáculo consiste en una serie de escenas en las que Cepeda relatará cómo surgió determinada canción, la cual será interpretada en la voz por el cantante y en las tablas por los actores Yuri Vargas y John Alex Toro. Ha sido, desde el 26 de abril, una especie de desnudez del alma que Cepeda comparte con sus fanáticos. Desnudez que le pedimos que también compartiera con nosotros sobre su carrera, en 19 estaciones y de su propia voz.

 

INSPIRACIÓN A LA FUERZA

La primera historia que salió para el libro es también la primera de la obra. Es la que motivó la canción Mi inspiración. Cuenta cómo los autores a veces somos víctimas de nuestros propios inventos. Le había escrito a una novia varias canciones. Dos habían sido muy famosas. Y mi nueva novia se había encontrado un casete con otras seis o siete canciones para la misma vieja. Y resulta que ella ya llevaba conmigo un par de años y no tenía ni una. Entonces montó un drama en torno a “¡Por qué esta vieja tiene seis canciones o siete y otras que yo ni conozco y usted a mí no me ha escrito ninguna!”. Y llegó también esa presión de “qui’ubo pues, escríbame mi canción”. ¡Quién escribe así! Eso es más o menos lo que cuenta la historia: cómo se resuelve el tema, cómo aparece por fin una canción y calma el asunto temporalmente.

 

CON LA MÚSICA EN LAS VENAS

Vengo de una familia de músicos. No de músicos profesionales, pero sí de músicos. Mi papá era arquitecto, apasionado por la música y estudiante de violonchelo. Cantaba muy bonito. Mi mamá tocaba el tiple. Las familias de mis padres también tienen raíces musicales. Mi abuelo tocaba el tiple muy bien. Por el lado de mi mamá, sus primos son muy musicales y tocan los instrumentos propios de la música andina: el tiple, la guitarra, la bandola. Un hermano, cuando nací, era estudiante de piano. Muy juicioso. Entonces había un ambiente muy musical en la casa.

 

LA SOPA MUSICAL: DE LOS CLÁSICOS AL ROCK EN ESPAÑOL

Mi hermano estudiaba todo el día para ser pianista clásico, y entonces en la casa siempre sonaban Chopin, Mozart y Beethoven. Por el lado de mi mamá, las reuniones familiares siempre giraban en torno a la música colombiana: pasillos, bambucos, sobre todo porque los tocaban y cantaban muy bonito. Por el lado de mi papá, el tema era la música clásica, pero también el bolero, tanto mexicano como cubano. Había sido muy fanático de Agustín Lara y de intérpretes cubanos. Tenía esa gran afición y una buena colección. También le gustaba mucho el jazz. Mis demás hermanas y hermanos oían a los Bee Gees (recuerdo que no me gustaba su manera aguda de cantar) y el rock clásico: los Stones y los Beatles. Había de todo. Era una ‘sopa’, pero creo que eso pasaba en la mayoría de hogares bogotanos. Nosotros estamos situados en un lugar donde habitualmente nos llegan cosas de todos lados. Cuando fui creciendo, empezó a llegar todo lo que estaba pasando en el sur del continente con el rock en español: Charly García, Luis Alberto Spinetta. Y eso le metió más ‘zanahoria a la sopa’.

 

EL NACIMIENTO DE POLIGAMIA

En el colegio estudiaba piano, tocaba mis obritas y estaba feliz en ese ‘cuento’. En segundo de bachillerato, me acuerdo, es que pasa esto del rock en español, aparecen los casetes con la música, y pensé: “¡Esto está buenísimo! Es el rock que me gusta, además lo puedo cantar en mi idioma, y alguien más me va a oír”. Entonces, con unos compañeros decidimos hacer nuestro grupo y empezar a emular a esos ídolos que teníamos.

 

CANTAR HASTA DESVANECER

Fue en el colegio Emilio Valenzuela. Nos conocíamos desde el colegio San Carlos, desde transición: con Juan Gabriel Turbay y Gustavo Gordillo. Y en el Emilio Valenzuela nos volvimos a encontrar; fue donde buscamos a los otros dos integrantes. Empezamos a participar en concursos de colegio. Tuvimos la suerte de ganar uno de esos concursos, y el premio consistía en publicar un ‘sencillo’ y en que la emisora que respaldaba el evento lo pondría a sonar en la radio. La canción que grabamos y que publicamos se llama Desvanecer. Tuvo mucho éxito en su momento. Y el éxito de esa canción hizo que consiguiéramos un contrato disquero y empezáramos a trabajar y a hacer conciertos. ¡Estábamos en tercero de bachillerato! Éramos muy jovencitos. Había varias bandas. En otros colegios pululaban un montón de grupos. Fonseca tenía el suyo en el Campestre. Todo el mundo estaba como en eso.

 

EL PUNTO DE QUIEBRE: CLÁSICOS DE LA PROVINCIA

Pasaron varias cosas en esa época para que Poligamia pudiera surgir más allá de los concursos de colegio. Ya había gente haciendo las cosas, como Compañía Ilimitada, que llevaba un buen tiempo, y hecho radio y hasta conciertos. Eso coincidió con el ‘boom’ del rock en español y con el famoso Concierto de conciertos, donde participaron artistas internacionales y bandas nacionales como Pasaporte o Compañía Ilimitada. Eso nos abrió los ojos a muchos. El comienzo de nuestro proceso coincidió también con una cosa muy clave, que fue que Carlos Vives sacó el disco Clásicos de la provincia. Y eso produjo una ruptura tremenda en cuanto a la relación que el público tenía con sus artistas nacionales. Cambió la ‘película’, porque Carlos hizo que todo el mundo se colgara la mochila y que las niñas salieran a la playa con su sombrero vueltiao. ¿Eso qué significó? Que la gente dejó de despreciar eso que veía en sus artistas internos: una ‘vaina’ ahí de tercera. Él hizo que esa perspectiva cambiara y la gente comenzó a valorar las cosas que pasaban en la casa. Los músicos que hacían fusión, como Carlos, comenzaron a tener un espacio. En ese momento las casas disqueras, que todavía no entraban en la crisis de la piratería y de la cosa digital, empezaron a firmar artistas locales. A un montón de artistas locales. Empezaron a salir bandas de todos los colores. Desde proyectos como Café Moreno y cosas así, hasta bandas de metal. Fue cuando Kraken hizo sus álbumes de estudio grandes. Ahí estábamos nosotros ‘haciendo la cola’. Tuvimos la oportunidad de ser vistos con otros ojos y la suerte de que la radio nos abriera espacios. Incluso en televisión tuvimos una serie, “Mi generación”, que fue un fracaso, pero sirvió porque logramos que nos ‘pararan bolas’ y que las fans nos conocieran las caras en televisión.

 

LA DESINTEGRACIÓN

Estábamos muy chiquitos cuando nos tocó salir a defender el proyecto musical de Poligamia. La pregunta fue: ¿cuál es el siguiente paso? La universidad. Decidimos estudiar música. Era una decisión que ya la vida había tomado por nosotros. Nos dimos cuenta de eso. Todos. Hubo uno que no estudió música, Gustavo Gordillo, el bajista. Él estudió dirección de cine. De resto, todos entramos en ese ‘clic’ de la música. En algún momento la banda se empezó a desintegrar. Cada uno comenzó a buscar su lado. Estábamos todos en la universidad y teníamos intereses artísticos un poquito diferentes. Fue natural. No hubo conflictos ni nada. Incluso hicimos un disco de despedida. Después nos hemos ido encontrando por el camino haciendo muchas cosas. Gustavo, como director, ha colaborado en mi carrera varias veces; Freddy (Camelo) como productor, César (López) como productor, Juan Gabriel (Turbay) como compositor. Siempre estamos ahí de alguna manera juntos.

 

EL DESTINO EN SOLITARIO

Se acabó el grupo y entonces ya no había plan. Yo no tenía muy claro qué quería hacer. Sabía que quería tener algo con música, entonces hice unos cursos de producción musical en Estados Unidos, de grabación en estudio; me puse a trabajar en un estudio, en el que hacía turnos y asistía y aprendía el oficio. Estando en eso, tenía unas canciones y había escogido otras para que un tercero las cantara. Era un proyecto que queríamos presentar a una casa disquera, a ver si nos lo compraba. Pero ese personaje nunca apareció. Entonces las canté. Fue una casualidad. Ya estaban hechos los ‘demos’ y todo. Les pusimos la voz y se las presentamos al señor de la disquera que, casualmente, me había oído cantar en una fiesta un par de canciones de esas. Luis Miguel Olivar, mi mánager, le llevó el proyecto, hicieron un negocio y sacaron ese disco: Sé morir. Y entonces, de un momento a otro, me tocó comprarme una ropa y salir a defender el disco. Como no teníamos pretensión alguna, no tener ningún interés resultó una gran posición de negociación. Y terminamos siendo partners, fifty fifty, con ese disquero, pero él prestaba la plata. ¡Buenísimo! Así empezó nuestra relación con FM, que duró 12 discos.

 

LA BOHEMIA EN FAMAS Y CRONOPIOS

Cuando se termina la banda, entro en ese circuito bohemio a buscar plan y también oportunidades para cantar. Con un amigo, que se llama Miguel Ramón, nos aprendimos un ‘chorro’ de boleros viejos, porque estábamos enamorados del ‘cuento’, con el disco de Buena Vista por ahí en la cabeza. Hicimos unos arreglos propios inspirados en el filin, y nos acompañaba en el saxo Pacho Dávila. Era una cosa muy loca, porque si has escuchado tocar a Pacho sabes que es un tipo completamente libre. Entonces eran los arreglos de Miguel en la guitarra, yo tratando de cantar los boleros y Pacho proponiendo unas cosas loquísimas en el saxofón. Pues era perfecto para ir a tocar a Famas y Cronopios y a El Bulín. ¡Ahí sí nos recibían! Allí pude hacer los primeros experimentos de cantar los boleros y encontrarme con ese sentimiento. Más encima cargaba una ‘tusa’ de esas que uno no suelta sino que arrastra y arrastra por gusto. Y va muy de la mano como con la música. Fue como un estilillo de vida que me duró un par de años y que derivó de la posibilidad de hacer ese tipo de música cuando se acabó la banda. Porque andaba muy despistado. Tocaba en esos mismos lugares con otra banda que tenía, La Banda del Gusano, con César López, una chica en la batería que se llamaba Copo y Juan Camilo Valencia. Era de hard rock. Hicimos un disco e incluso estuvimos en varios Rock al Parque. Estaba como en esa búsqueda, pero entonces me empecé a identificar con el tema de los boleros y los sentimientos. Los boleros me encauzaron, porque cuando estaba haciendo esto fue que empezamos en el estudio a tratar de hacer un disco para que otro lo cantara, y vino esta gran casualidad. 

 

DE CUBA Y OTRAS INFLUENCIAS

Yo me había pegado una ‘encarretada’ con el disco de Ry Cooder Buena Vista Social Club, y tenía ese sonido cubano en la cabeza. Era completamente familiar por la música que oía en la casa con mi papá. Sé morir tiene mucha influencia de esa musicalidad. Era lo que quería con ese proyecto, que fuera muy acústico: contrabajo, guitarra, de pronto el tres, algo de percusión y ‘sale’. Así hicimos los dos primeros álbumes. A medida que avanzaba la carrera, me di cuenta de que eso me gustaba mucho, pero sentía nostalgia del pop que hacía con estos ‘manes’ de Poligamia. Y se empezaron a mezclar los ritmos. En Cepeda en tablas el artista es narrador y protagonista de la obra en la que cuenta las historias que inspiraron sus grandes éxitos. John Alex Toro y Yuri Vargas las representan. Cuando uno hace una playlist (lista de reproducción), sabe que no todas son para lo mismo. Hay una que pones cuando va a empezar la fiesta. Otra para más adelante, cuando la fiesta ya está chévere. Otra para cuando ya se está yendo todo el mundo. Otra para el ‘desenguayabe’. Otra para estudiar. El caso es que cuando uno escoge una playlist, son las canciones que realmente le gustan a uno. Esas canciones por lo general tienen algo en común, y es que le hablan a uno de uno mismo. Cuando encuentro eso en una canción que me gusta, va para mi playlist, porque me habla de mí mismo y eso significa que la puedo cantar y que alguien me va a creer cuando se la cante. No importa si esa canción es compuesta por otro.

 

MIL CANCIONES QUE COMPRARTE

Eso me pasó con Alfredo Nodarse. Lo cuento en el libro. La noche que lo conocí, cantó como tres o cuatro canciones con un lenguaje musical y unos versos que me encantaban. En particular, Tengo ganas. Me pareció buenísimo cómo plantea esa conquista. Y muy elegante. Fue la primera canción que me hizo pensar “rico grabar esta canción”. Fue despojarme del ego de compositor para decir “es más importante la canción que quien la escribió”. Y esa combinación ha sido muy importante porque el tigre no caza todos los días. Es muy difícil. Muy poca gente logra hacer varias veces un muy buen álbum con solo canciones suyas. Es una ‘vaina’ muy berraca. Valerme de obras de otras personas me ha ayudado a mantener cierta frescura en la propuesta.

 

COMPOSICIÓN A CUATRO MANOS

La otra cosa que me ha ayudado mucho en la carrera es escribir con otra gente. Es un ejercicio delicioso: un par de aguardientes, la guitarra, el cuaderno y… a pelear los versos. Eso es divertidísimo porque es una disputa amistosa que puede durar horas o días en la lucha por defender un verso mientras el otro trata de imponer el suyo. A veces se tiene una melodía o una armonía sobre la cual se ‘camina’. Hay gente que lo hace al revés: primero escribe versos y luego mira a ver cómo resuelve el tema musical. Pero a mí me gusta partir de una idea musical armónica e ir desarrollando melodía y verso simultáneamente. Hay gente con la que compartes esa química, y es muy rico.

 

EL POSTERGADO DISCO DE BOLEROS… EN ACETATO

Hice un disco lindísimo con una big band de puros boleros clásicos, inspirado en esos héroes de siempre: Benny Moré, Tito Rodríguez, Rolando Laserie. Lo tiene la disquera. Armé la banda, conseguí los arreglos, escribimos la ‘cosa’ y grabé los shows en vivo. De los shows que realicé sale el contenido del disco. Pero ahora tengo que convencer a la gente que me publica de que lo publique. Porque a veces, y tienen razón, hay que enfocarse un poquito. Es un tema de tiempos. Yo lo quería lanzar el año pasado, pero realmente no era el momento. Ahora aspiro a que podamos liberarnos de nuestro nuevo lanzamiento y encontremos un espacio, porque no es un disco para la radio, no es un disco para todo el mundo tampoco, pero creo que tiene un público. De hecho, una empresa privada nos acaba de comprar un tiraje grande. Y tiene una particularidad muy bonita. Es un acetato doble. Tiene todo el romance de la nostalgia. Es un proyectazo. Parece que fuera una inmadurez de mi carrera, porque se supone que son travesuras que no debería estar haciendo. Pero la madurez creo que consiste en darse cuenta de que si se tienen las posibilidades, el tiempo, la salud y la capacidad de hacerlo, estaría mal no intentarlo.

 

CEPEDA EN TABLAS

Fue muy divertido. Cuando tuvimos que hacer el libro, tuve que volverme a conectar con una cantidad de ‘vainas’ y revivir una cantidad de cosas. Y pasó lo mismo ahora, al llevarlo a las tablas. Ver eso con el tiempo y mirarlo con otros ojos, cambia mucho la ‘película’. Dice uno, por ejemplo: “No, eso fue culpa mía absolutamente, qué tonto”. Y se ríe uno de eso. Con la distancia del tiempo encuentra uno otras maneras de verse a sí mismo en esas situaciones. Eso se ve en la obra de teatro, la oportunidad de reírse de todas esas tonterías en las que uno creía profundamente o a las que les apostaba profundamente y que, al verlas hoy con el tiempo, eran ciegas y apasionadas. Reírse de eso es lo que le da sentido a Cepeda en tablas.

 

LA TENTACIÓN DEL ROCK

Me encantaría tocar de nuevo rock. A veces, cuando viene Juan Camilo de España nos reunimos un momento y nos conectamos, ¡hacemos una bulla! No lo vemos como un proyecto sino como algo recreativo. Incluso hicimos una gira con Poligamia y nos fue muy bien. Pero cada uno tiene su vida muy enfocada. Volvernos a comportar como nos comportábamos para hacer eso hoy no es tan viable, porque la música no es solo la partitura, sobre todo en el rock. No solo hay que parecer la parte, hay que ser la parte. Y a estas alturas de la vida hay cosas que no debemos hacer. 

 

 

*Publicado en la edición de mayo de 2018.