Fotografía | David Rugeles
19 de Marzo de 2019
Por:
Catalina Uribe Tarazona

Un grupo de franceses, un chileno y varios bogotanos se juntaron, hace seis años, para disfrutar de vino y buena comida. Ahí fue cuando se encendió la Burning Caravan, una banda cuyo gypsy jazz ha sorprendido hasta a los más entendidos. Los integrantes de la agrupación hablaron con REVISTA CREDENCIAL sobre su nuevo álbum, Ciudad Faro.

Ahí va una caravana en llamas

¿Cómo se conocieron?

Nos conocimos con un grupo de amigos franceses de Olivier, nuestro bajista. Con ellos nos reuníamos en un plan social y, en vista de que el gypsy jazz estaba siempre presente, nos comenzamos a involucrar con el género. Ahí se empezó a tocar música. Se fueron sumando varios colombianos, como Tomás Pinzón, que es el clarinetista; Javier Ojeda, el guitarrista –aunque él ya estaba antes, así como Francisco Martí, el chileno vocalista de la banda–, y Diana Osorio, la acordeonista, quien entró a grabar dos canciones de nuestro primer EP y se terminó quedando. El primer año hubo un trompetista ruso, un guitarrista pastuso, y cómo olvidar a ‘El Duque’, que había sido baterista de Aterciopelados. Ahora nos acompañan Pablo Muñoz en el saxofón –que nos tiene completamente alucinados y felices–, y Mario Romero, nuestro baterista desde que ‘El Duque’ no pudo seguir tocando con nosotros.

 

¿Por qué el nombre Burning Caravan?

Todo ese ‘parche’ de franceses era fanático de Django Reinhardt, el más grande exponente del gypsy jazz en el mundo y uno de los más grandes guitarristas de los años veinte y treinta. Reinhardt, siendo un adolescente, sufrió un incendio en su caravana –vivía en un carromato gitano– y perdió la movilidad en dos dedos de la mano izquierda, lo que para un guitarrista es como el final de su carrera. Tiempo después, se recuperó y transformó en un guitarrista verdaderamente especial. En honor, entonces, a la caravana incendiada de Django Reinhardt surge Burning Caravan, que significa caravana en llamas. 

 

¿Qué beneficios le ha traído a la banda la multiculturalidad de sus integrantes?

Más que beneficios es la esencia. Trabajar con gente de diferentes partes del mundo es todo un proceso. Al comienzo, pudimos tener choques culturales y estas cosas, pero poco a poco nos volvimos una familia y fuimos conociendo, como decimos nosotros, ‘las pulgas’ de los demás. Cada uno tiene diferentes hábitos. Ese es el lado humano. Se trata de adaptarse y armonizarse, es como hacer vibrar una nota con la otra. Así tiene que ser dentro de una banda. Ahora, en el lado musical es aún más interesante porque cada uno tiene influencias musicales muy distintas. Los colombianos aportan la riqueza sonora de esta tierra, el vocalista es chileno, con todo lo que eso conlleva a nivel musical, y los franceses la parte del jazz gitano.

 

¿Cuáles son sus referentes musicales más fuertes?

Eso va cambiando todo el tiempo, pero uno de ellos es el cineasta y músico Emir Kusturica. Nosotros compartimos escenario con él en dos ocasiones, en México y Colombia, y ahí tuvimos un contacto significativo con la música de los Balcanes. Esta última tiene una estrecha relación con el jazz gitano, al que nosotros apuntábamos. Sin embargo, cada vez nos alejamos más de tener una referencia clara. Al contrario, estamos tratando de encontrar nuestro propio sonido. En el proceso de composición, cada vez estamos menos ligados a un género en particular y, más bien, experimentamos y estamos abiertos a los requerimientos particulares de cada canción.

 

Y, ¿cómo es ese proceso de composición?

No todas las canciones tienen el mismo proceso. Hay varias que empiezan siendo una composición de Javier, quien crea los primeros acordes o alguna frase melódica. Luego, Francisco escribe una letra y los dos componentes se encuentran. Una vez hay una estructura, una letra, unos acordes y una armonía, llega a la banda y ahí cada uno desde su instrumento propone. Hay otras canciones que han surgido de momentos especiales. Por ejemplo, una noche en la playa en Barcelona nació la cumbia que ahora es Martínez. Tomás y Javier, improvisando riffs (melodías que se repiten en la guitarra), crearon lo que hoy es esta canción. Otras como Suburbia, que es de este tercer álbum, surgió de una creación colectiva.

Se ha dicho que la idea de la Burning Caravan es evolucionar el gypsy jazz. Cuéntennos sobre eso.

Inevitablemente, nosotros comenzamos nuestra historia estudiando y tocando este género. Empezamos a componer sobre esa base y pertenecemos a ese nicho. Pero cada vez estamos menos limitados por sus fronteras, así que componemos rock, tango, cumbia, flamenco, entre otros. Estamos atravesando del gypsy jazz hacia muchos otros géneros musicales.

 

¿Cómo llegaron al concepto visual de la banda?

Todos hemos estado involucrados en las artes escénicas, además de nuestra carrera musical. Algunos han hecho teatro ‘impro’ para La Gata Cirko. Francisco es actor profesional y director de teatro. Para nosotros, en un escenario no solo cuenta lo que se oye sino también lo que se ve. Cuando te paras en un escenario, la música deja de ser solamente música y se transforma en un arte escénico, con el vestuario, las luces, el concepto gráfico de la banda y la forma en que comunicas las cosas. Actualmente estamos trabajando con Lucho Salcedo, un ilustrador, y todo esto que se ha visto reflejado es lo que buscamos. Estamos muy contentos porque vamos a hacer nuestra primera obra de teatro, nosotros solos, en el Teatro Colón. A partir de mayo tendremos dieciséis funciones de nuestra obra El dueño de todas las cosas. 

 

¿Tienen un escenario soñado?

Soñábamos, justamente, con estar en el Colón. Porque es precioso, tanto el escenario como todo lo que lo rodea. Es un escenario espectacular, diseñado por el arquitecto Pietro Cantini e inaugurado el 12 de octubre de 1892, en Bogotá. Estrenamos allí el 10 de mayo.

 

¿Cómo se proyectan de aquí a cinco años?

Después del lanzamiento del disco vamos a afianzar varias cosas en Bogotá, la ciudad que nos ha acogido todo este tiempo. De ahí esperamos una proyección más internacional, que la música se empiece a escuchar en países donde antes no sabían de nosotros. Que lleguen giras, festivales importantes del mundo, seguir haciendo nuestros espectáculos musicales y hacer un par de discos más. Tenemos que aprovechar este momento. El otro día, a propósito del lanzamiento del álbum, pensábamos que lanzar es justamente aventar la pelota sin saber dónde va a caer. Tú solo tratas de hacer lo mejor que puedas, y eso es lo que vamos a intentar con esto.

 

¿Se han sentido atrapados por “la conspiración mundial” hasta tener que buscar un Nuevo Orden?

El Nuevo Orden viene en Ciudad Faro. Nos encontrábamos en la casa de Francisco haciendo música y no nos salía nada, estábamos un poco bloqueados ese día, entonces nos pusimos a divagar por la Red y empezamos a leer sobre la conspiración. Las teorías sobre el nuevo orden mundial nos impactaron mucho, e inspirados en eso, salió esta canción.

 

Hablemos del nuevo álbum, producido por Mario Breuer, ¿cómo fue la experiencia de trabajar con él y qué podremos encontrar en este nuevo trabajo discográfico?

Mario Breuer es un maestro que ha trabajado con varios músicos que nosotros admiramos profundamente, como Charlie García y Mercedes Sosa. Empezó siendo sonidista, y a lo largo de su carrera ha sido productor de grandes como Los Fabulosos Cadillacs. Para nosotros es un orgullo que él haya conocido nuestra música desde Buenos Aires y que hubiéramos entablado una amistad musical de un día para otro. Breuer mezcló nuestros primeros dos discos. Recibía la música ya grabada y nivelaba los volúmenes de los instrumentos, los ponía en su lugar y agregaba los efectos. Para este disco quisimos que él fuera el productor. Eso implicó que ya tenía que venir a Colombia. Así que lo trajimos y estuvimos compartiendo acá, incluso conviviendo en la misma casa. Eso crea un vínculo más allá de que él fuera el ingeniero y punto. Se volvió un integrante activo dentro de la banda que, con su presencia y sabiduría, nos puso a nosotros una exigencia que lleva a un gran resultado.

 

 

Publicado en la edición impresa de marzo de 2019.