Foto | Pinguin Random House
25 de Abril de 2016
Por:
Ana Catalina Baldrich

La historiadora, que estará este 6 de mayo en la FILBo, publicó un libro sobre los movimientos de los años sesenta, que incluye banda sonora. Confesiones de una hippie que llegó tarde al mundo en el que quería vivir.

“Woodstock no fue un concierto sino un manifiesto”: Diana Uribe

La idea comenzó siendo su tesis de grado de Filosofía, luego fue un curso en el Externado y finalmente se convirtió en este libro. ¿Cuánto tiempo ha trabajado en el tema?

Esa tesis es una mezcla de historia y filosofía porque es una reflexión filosófica sobre un fenómeno histórico. En esa época, en Filosofía eso no se consideraba un tema de tesis, entonces pasó mucho tiempo antes de que me la valieran y yo pudiera encontrar a una persona como Daniel García-Peña, que fue mi director de tesis y cogió todo lo que yo tenía, lo estructuró y me dio el rigor y la formalidad para poderlo sacar. Empecé a trabajar en esto como en 1983 y me gradué en 1990. El curso de contracultura y posmodernidad que dicté durante 10 años se volvió un fenómeno. El primero lo dicté con 4 personas, las más comunicativas de la universidad porque el siguiente se abrió con 30, y de ahí en adelante nunca volvió a haber cupo.

En el año 1968 surgieron los grandes movimientos estudiantiles. Usted tendría alrededor de 9 años. ¿Cómo recuerda ese momento?

Me crié en Chicago, en donde estuve entre los 2 y 10 años. Me tocaron esas cosas allá. Era muy chiquita, pero tenía un hermano, seis años mayor, y fue el primero que me habló de The Beatles, el que llegaba a la casa con las carátulas de los discos de los Rolling Stones, el que me habló de Woodstock. Mi contacto con todo ese mundo va a ser mi hermano. Durante mucho tiempo de mi vida tuve la idea de que yo había nacido 10 años después de la época en la que hubiera querido vivir. Pero cuando vi The Doors se me quitó ese problema porque dije: si hubiera vivido en esa época, me habría lanzado de cabeza en ese fuego en un concierto de The Doors.

Muy pocas personas que vivieron esto tienen una visión de conjunto de lo que pasó. Mucha gente se quemó en el intento porque la vida era un experimento. Es una generación que se fue lanza en ristre por una transformación planetaria y muchos pagaron costos altísimos. Por eso, cuando uno llega después, esa vuelta ya se había dado y ya puede estudiar lo que hicieron. Ese margen de tiempo permitió que esos derechos por los que luchaban, se volvieran realidades y que uno naciera en un tiempo en donde esos derechos ya existían.

¡Pero usted tiene ‘pinta’ de haber sido miembro efectivo de esos movimientos!

Es que mi espíritu se forjó ahí. A veces uno forja el espíritu en un tiempo, tenga la edad que tenga. No sé por qué pasa, pero hay gente que es del romanticismo, como William Ospina; él podría haber nacido en esa época. Creo que los espíritus son universales, no están sujetos a los tiempos, y las personas forman parte de ellos simplemente.

¿Qué tan hippie es?

En la postura ética profunda frente a la vida. No en el pelito ni en la formita, no. Eso es una trivialización y banalización de una crítica profunda. Una de las maneras como el capitalismo invalida sus críticas es convirtiéndolas en comercio. Cada uno de estos movimientos fue desprestigiado por el sistema, pero los más desprestigiados fueron los hippies. Ellos quisieron mostrar cuál era su proyecto e hicieron tres días de experimento para vivir como querían vivir. Woodstock no es un concierto ni un festival. Es un manifiesto. Es el ensayo general del hippismo, por eso no es repetible.

El libro tiene su propia banda sonora. ¿Cuál de todas esas canciones es la suya?

No. Eso sí es muy difícil. El rock fue como un cronista. Todo lo que estaba pasando estuvo cantado antes de ser contado. La guerra de Vietnam aglutinó a todos los grupos que se movilizaron en un mismo objetivo común: parar la guerra. El movimiento antiguerra es el corazón de la contracultura y la conciencia de que la guerra no es un proyecto para una nación. De la misma manera que la guerra de Vietnam es el aglutinamiento político, el rock es el aglutinante cultural. El rock es la banda sonora de todo eso. Cuando nadie sabía para dónde iban las cosas, Bob Dylan las cantaba, se convirtió en un profeta y en un referente. John Lennon decía “dele a la paz una oportunidad hombre”, “give peace a chance”, y es tan vigente que we still try to give peace a chance (nosotros seguimos tratando de darle una oportunidad a la paz). Me gustan mucho los Beatles y los Stones. Haber visto a los Stones en mi ciudad es un sueño de vida. Los hippies decían: hoy es el primer día del resto de tu vida. Para mí el día después del concierto fue el día uno, del año uno, del resto de mi vida.

Sorprenden eventos como la elección de Trump como presidente. ¿Hemos retrocedido en todo lo que consiguieron esos movimientos?

No. Esa pregunta uno se lo hace mucho. En 1815, cuando derrotan a Napoleón, se hace la Santa Alianza. Todo lo que tiene que ver con la Revolución Francesa, con la autodeterminación de los pueblos, con los derechos del hombre y la ilustración desaparecen. Los meten en una caja. En 1815 piensas que todo terminó, que no existió la revolución, y resulta que esa generación es la que va a hacer el movimiento del romanticismo, uno de los más importantes y liberadores de Europa. Cuando se nace en una generación en donde se piensa que todo retrocedió, esa es la generación que comienza los cambios. Nada se acaba y nada se impone definitivamente. Las utopías nacen en los días más oscuros.

Estamos hablando de los espíritus de la libertad del hombre, que siempre están amenazados y siempre vuelven a surgir. La contracultura es la narración colectiva del espíritu de la libertad, y eso no depende de una época, es parte de la naturaleza humana.

 

 

*Publicado en la edición impresa de diciembre de 2016.