19 de Febrero de 2020
Por:
Ana Catalina Baldrich

La escritora bogotana, autora de Camino de hielo, presenta su novela Correr la tierra, una historia sobre el valor de buscar respuestas a preguntas pendientes. 

"Los libros me han dado las mejores cosas que tengo, el feminismo no es excepción" Catalina Navas

  • Hasta el momento, su pluma se había destacado en la literatura infantil y juvenil. ¿Cómo se sintió con esta novela para adultos?
Llevo mucho tiempo escribiendo para mí misma, pero en 2018 hice el taller de novela corta en el Fondo de Cultura Económica con Miguel Ángel Manrique. Miguel, que también es editor, leyó mi manuscrito y me invitó a escribir mi primer libro para niños: Camino de hielo. Aunque Correr la tierra fue el primer libro que escribí, es el último que he publicado. Así que realmente escribí primero literatura para adultos.
 
  • Correr la tierra está titulada como el nombre de una ceremonia muisca. ¿Por qué?
Paulina, la protagonista de la novela, lee sobre la ceremonia muisca que consistía en recorrer lagunas sagradas y hacer ofrendas en ellas. De ahí el nombre. Esta novela es sobre una mujer que quiere recorrer las montañas en soledad y probarse a sí misma en la naturaleza, sobre el valor de las causas
inútiles y sobre volverse adulta.
 
  • Todo colombiano conoce las historias de El Dorado, pero poco las demás  ceremonias indígenas en torno a la vida, el agua, la feminidad y la masculinidad. ¿A qué cree que se debe esto?
La historia de El Dorado es la más famosa porque nos conmueve que vengamos de un pueblo en el que el valor espiritual del oro era superior a su valor comercial. Nosotros –que estamos inmersos en la cultura de la productividad y el trabajo incesante– queremos volver a apreciar la belleza de las cosas sobre su utilidad. La imagen del Zipa cubierto en oro lanzándose a la laguna es muy poderosa, por eso hemos olvidado todas las demás.
 
  • La protagonista fantasea con varias historias del santoral católico, algo no muy común en estos tiempos. ¿Conocía antes estas historias o investigó para darle esta característica al personaje?
Siempre me ha conmovido la riqueza dramática del cristianismo. Fui una lectora ávida de hagiografías y adaptaciones infantiles de la Biblia. El personaje literario de Jesús, ese desequilibrado que andaba gritando que era hijo de Dios, me conmueve mucho. Cuando era niña soñaba con ser santa y ahora soy más bien una atea débil. De todas maneras, sigo pensando mucho en la religión y el cristianismo como detonante creativo.
 
  • La historia gira en torno al abandono de un padre a su hija. Sin embargo, no se centra, como es usual, en destacar la valentía de la madre sola que lucha por sacar adelante a la familia. ¿Cree que es hora de poner la lupa en quien abandona y no en quien se queda?
Hemos glorificado la figura de la madre que provee ella sola por sus hijos. No quiero quitarle ese mérito a nadie –aquí saludo a mi madre que trabajó más horas de las que era justo– pero es importante ver que detrás de esas historias hay muchas veces un abandono paterno. Un hijo no es únicamente una historia de amor, sino también una responsabilidad económica, y decidir abandonarlo es una violencia contra las mujeres, a quienes les toca trabajar el doble para cubrir el vacío. Eso hablando de lo económico, el daño emocional es inconmensurable.
 
  • Verónica, otro de los personajes de la historia, critica a Lolita, la novela de Vladimir Nabokov. ¿Cree que todavía se romantiza la idealización de las relaciones de hombres maduros con niñas?
Estamos en un momento en que estamos haciendo públicos los acuerdos colectivos sobre la sexualidad y las relaciones afectivas. Todos estamos de acuerdo en que esos vínculos deberían ser horizontales y esa es la razón por la que una relación afectiva o sexual entre dos personas entre las que media una asimetría del poder es cuestionable: un profesor y su alumna, un hombre muy mayor y una mujer menor, un jefe y su subalterna. Aunque algunas de estas prácticas están consignadas en la ley o en los reglamentos de las instituciones, es necesario que todos conozcamos la razón de esos acuerdos. Esa discusión que se está dando en las calles y en las redes ha hecho que esa relación esté dejando de idealizarse, afortunadamente.
Lolita es un libro que no romantiza una relación de pedofilia, todo lo contrario: es una narración brutal y bellísima en boca de un victimario. Nadie que lo haya leído podrá desdeñar el daño que sufre una niña que es violada por su padrastro. Justamente por eso Lolita es un libro fundamental para estos tiempos: nos recuerda que la literatura del victimario es necesaria y todos los temas –incluidos los que nos repugnan– pueden ser detonantes de una obra de arte impecable.
 
  • Esta novela demuestra el despertar al feminismo de la protagonista. ¿Cómo y cuándo fue su despertar?
Creo que una no se hace feminista cuando aprende qué es el feminismo, sino cuando entiende que habita en un mundo en el que por ser mujer recibe un trato distinto y empieza a incubar rabia por ese trato desigual. Rabia y voluntad de cambio. En mi caso ese despertar me lo trajo la literatura. Antes de saber que era feminista leí Mujercitas y descubrí la maravilla de encontrar personajes femeninos complejos que retan el estado de cosas. Descubrí a mi heroína literaria en Jo. Los libros me han dado las mejores cosas que tengo, el feminismo no es excepción. ◆
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
*Publicado en la edición impresa de febrero de 2020.