Fotografías | Esteban Rodríguez | Cortesía
25 de Noviembre de 2016
Por:
Alejandro Cuéllar

Doce cocineros colombianos nos reunimos para comprometer a la academia, a los restaurantes y a las instituciones del sector a ser embajadores de los productos autóctonos del campesinado colombiano, como contribución a la paz que intenta construir el país. 

La cocina y la paz

Pocas veces nos detenemos a pensar de dónde provienen los alimentos que consumimos. Lo usual es preocuparnos por los contenidos calóricos, las harinas, el gluten, el contenido graso, la fibra y los mil y un cuentos más que los medios pregonan sobre las frutas, proteínas y verduras que normalmente encontramos en el mercado. No pensamos en averiguar el origen de los productos, el entorno social donde se cultivan, la mano campesina que los recoge, los cuida y los lleva hasta el consumidor final.

 

Si no tenemos tiempo para pensar en la fuente, mucho menos en las personas que los producen, en sus historias de vida y en las tierras que deben labrar a diario; los largos caminos de trocha y los trabajos que deben pasar para que su producto no se dañe y llegue rozagante y vigoroso a sus compradores finales. Es como entregar al hijo bien bañado, bien peinado y con el traje limpio para su primer día de clases.

 

En realidad, a pocos les importa ese maravilloso día a día de los campesinos de Colombia, esa entrega diaria al cuidado de su cosecha, de su rebaño, de su terruño. Pero, he aquí una interesante reflexión: ¿qué pasaría si un día estas manos laboriosas decidieran abandonar sus campos y salir rumbo a las ciudades? Peor aún: ¿qué pasaría si todos estos productos que tenemos en Colombia se acabaran y tuviéramos que importarlos de otros países, a precios hasta cinco veces más altos de lo que hoy pagamos?

 

Lo importante de esta reflexión es que hay buenas noticias. Hoy día más de 60.000 familias, que en el pasado estaban dedicadas a la coca y a otra serie de cultivos ilícitos, están trabajando muy comprometidos con otra serie de cultivos lícitos y de pancoger para que con esa entrega y cuidado tengamos cada vez productos de mayor calidad en nuestra mesa.

 

Gracias a la invitación de la Oficina de Prosperidad Social y a la Dirección de Gestión Territorial, tuve la grata oportunidad de conocer a algunos de estos campesinos auténticos. Y he quedado gratamente sorprendido al ver el gran esfuerzo que han hecho, sus historias de vida, en su gran mayoría dentro de un contexto muy fuerte de violencia, con un resultado sorprendente reflejado en productos agrícolas de muy alta calidad.

 

Fue así como un grupo de colegas cocineros nos aliamos con las oficinas de Prosperidad Social y Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) para editar el libro de recetas Cocina y Paz con los productos mencionados, cultivados por nuestros campesinos, afrocolombianos, indígenas y raizales en nuestros campos, en especial en zonas anteriormente azotadas por el narcotráfico.

 

En el libro buscamos resaltar una variedad de aromas y sabores del campo colombiano y, al tiempo, contribuir con la paz de nuestro país. Según el Sistema de Monitoreo (SIMCI) de las Naciones Unidas, de los 310 municipios que fueron reportados como afectados por cultivos de uso ilícito, entre el 2003 y 2015, el Desarrollo Alternativo que lidera Prosperidad Social ha intervenido en 236, lo que equivale a un 76%. La directora de Prosperidad Social, Tatyana Orozco, dice que para alcanzar la inclusión y la reconciliación en todos los rincones de Colombia, al igual que en una buena receta, es preciso elegir cuidadosamente los ingredientes y acompañarlos del ingrediente secreto. Que en este caso no es otra cosa que el anhelo de todos los colombianos para alcanzar la paz.

 

Este libro es una muestra de que la receta para la paz está en las manos de todos los colombianos. Apoyar los productos de desarrollo alternativo es decirle ¡sí! a las miles de familias colombianas que le apostaron a la sustitución de cultivos de uso ilícito como medida para reintegrarse a la vida formal y superar la miseria y pobreza social que trae consigo el cultivo ilícito y el narcotráfico.

 

*Publicado en la edición impresa de octubre de 2016