Fotografía | Dani Pozo - Cortesía Alfaguara
30 de Noviembre de 2020
Por:
Ana Catalina Baldrich

La escritora española presenta La Buena Suerte, una novela sobre el bien y el mal que, con meticulosidad, guarda un gran misterio hasta el final.

“Hay que actuar frente al mal”: Rosa Montero

  • Tengo entendido que marcó el punto final de esta novela en enero de este año. Sin embargo, el ambiente oscuro y casi apocalíptico de las primeras páginas parece trazado por la incertidumbre del confinamiento. ¿Qué inspiró esta tonalidad?
La literatura tiene esas coincidencias increíbles. Esta novela nació el 29 de abril de 2017, ese día se me ocurrió la idea germinal. La terminé a principio de enero, en efecto, antes de que supiéramos nada de la pandemia, y sin embargo tiene muchas cosas coincidentes con este tiempo que vivimos. No solo el comienzo oscuro que dices, sino muchas más cosas. Por ejemplo, el protagonista en realidad se confina en un piso… ¡Y se pasa toda la novela usando toallas desinfectantes (risas)! Además, el personaje ha sufrido una desgracia, ha sido herido por una catástrofe inesperada que le ha desbaratado por completo la vida y se ve en la necesidad de volver a ponerse en pie, de reconstruir su existencia, y eso es exactamente lo que nos está pasando a todos.
 
  • Pablo Hernando, el protagonista de la historia, escapa de su vida y crea una totalmente diferente. ¿Valentía o cobardía?
Ni lo uno ni lo otro, porque yo creo que ni siquiera escapa voluntariamente de su vida. Como he dicho antes, es un hombre herido por el rayo de la desgracia. La catástrofe que ha sufrido le ha sacado directamente de su vida, como si le hubieran dado una patada. Cuando se baja del tren, se baja de su existencia. Está despojado de todo y tiene que volver a construirse desde abajo.
  • La historia hace énfasis en esas familias que, lejos de ser un resguardo, son lugares dañinos, ¿por qué?
Es que esta novela trata sobre el bien y el mal, y sobre cómo el bien acaba ganándole al mal, pese a todo. Y me refiero al ‘Mal’ con mayúsculas, al mal sin sentido, ese mal atroz que nos vuelve locos. En el libro, se dice que las religiones se inventaron para darle al mal un sentido, para que no nos destruya, porque nos aterra. Y creo que no hay una representación mayor de ese mal atroz que esas familias terribles, esos padres y esas madres que torturan, violan y matan a sus propios hijos. En vez de ser refugio y nido, son el horror. La inmensa mayoría de familias no son así, por supuesto, pero hay algunas así; y es tan terrible pensar en esos pobres niños, completamente indefensos, en el silencio y el encierro de lo doméstico. Estamos hablando de monstruos que pueden ser tus vecinos, sin que lo sepas. O quizá intuyendo algo, pero sin querer inmiscuirte. De eso también trata la novela; la novela nos dice que hay que actuar frente al mal, que hay que comprometerse.
  • De hecho, la historia aborda estos horrores con material periodístico y no con ficción, ¿alguna razón especial para no quedarse en el terreno de la imaginación?
Creo que el hecho de que sean noticias auténticas resulta más demoledor.
  • Felipe, uno de los personajes, habla de las buenas y las malas personas y afirma que, a veces, los buenos actúan como malos. ¿Está de acuerdo con él?
Sí, sí, estoy totalmente de acuerdo con Felipe. Hombre, todos hemos cometido alguna mezquindad, alguna maldad, pero tengo clarísimo que hay una frontera a partir de la cual la gente es de verdad mala, y es esa gente que es incapaz de sentir empatía y que solo utiliza a los demás para su propio provecho. Dicen los expertos que hay por lo menos un 1%, quizá un 2%, de psicópatas, que son gente malísima y peligrosísima. Luego hay entre un 4% y un 8% de narcisos y psicopatoides, que son también malísimos, y el resto de la gente creo que estamos en el sector de los que queremos ser buenos. Lo que sucede es que muchos, muchísimos, son cobardes, pasivos, perezosos éticamente, prefieren dejarse mandar y eludir sus responsabilidades, y por eso a veces son cómplices y apoyan a los malvados, como lo demuestran casos tan terribles como el nazismo o los jemeres rojos en Camboya.
 

  • Pablo Hernando dice: “Los muertos nunca se van solos: se llevan un pedazo del universo”. ¿Qué opinión le merece esta afirmación cuando los fallecidos, por ejemplo, por la pandemia, son reducidos a meras estadísticas?
Hemos manejado fatal esta pandemia, la estamos manejando todos fatal, me siento muy desconsolada porque no estamos a la altura de esta dura prueba; ni los gobiernos en general, ni los medios, ni la sociedad. Desde luego me parece un terrible error añadir más dolor al dolor, minimizar la pena enorme de la muerte de un ser querido manejando estos datos tan fríamente.
  • A pesar de los malos momentos de la historia, el último bocado deja un sabor a buena suerte. ¿Esto podría ser una esperanza para quienes se lamentan por un año 2020 que consideran digno de olvidar?
La buena suerte es sin lugar a dudas mi novela más luminosa, y eso es gracias a Raluca, que es un personaje lleno de fuerza y de amor por la vida que se comió la novela. Al principio iba a ser menos importante, pero luego creció y terminó iluminando todas las sombras. Estoy sorprendida porque muchos lectores me dicen que terminan la novela con una sonrisa y que su lectura les ha dado consuelo y paz. Yo sé que es un final esperanzador, pero aun así me ha sorprendido ese efecto. He pensado bastante sobre ello y quizá sea porque no es un final feliz tópico. El final de la novela nos dice: el mal sigue ahí, el dolor sigue ahí, pero pese a ello tenemos la posibilidad, la capacidad, e incluso, la obligación de intentar ser felices.
 
  • En el aparte final, reconoce que el escritor Ignacio Martínez de Pisón le ayudó a dejar a un lado la inseguridad frente a la novela. ¿Con la publicación y buena acogida cómo se siente frente a ese temor?
Estoy pasmada. En España lleva seis ediciones en mes y medio. Hace muchos años que no tenía un éxito tan fulminante. Me siento muy agradecida con los lectores y también con Raluca, que salvó su mundo y mi mundo de la oscuridad. ‹
 
 
*Publicado en la edición impresa de noviembre de 2020