Foto Cortesía Editorial Random House
17 de Noviembre de 2017
Por:
Redacción Credencial

En su novela La venta, Juan Sebastián Gaviria cuenta la historia de un comerciante de piezas robadas que, de repente, recibe las manos del ‘Che’ Guevara.

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“En su aceptación de los valores establecidos, el hombre demuestra más fe que en la devoción a sus dioses”: Juan Sebastián Gaviria

Usted es un escritor que ha ido aprendiendo el oficio sobre la marcha, ¿cómo ha sido este camino?

Largo. Siempre me negué a aceptar que el juego de la literatura tuviera reglas, y por eso me mantuve a raya del mundo académico. Y aunque es cierto que no hay reglas, sí existen ciertos atajos. Al principio no tomé ninguno. Luego aprendí a abstenerme de darle explicaciones al lector, y esto me brindó la economía en el lenguaje, que caracteriza casi todas mis novelas. A fin de cuentas, hay grandes autores que vienen del mundo académico, así como otros que han sido autodidactas. Pero, personalmente, a la hora de adentrarme en la obra de cualquier autor, prefiero prescindir de los intermediarios. Hay gente obsesionada con la gramática, que se pega de detalles fútiles para criticar libros que en el fondo son brillantes. Aunque me he vuelto extremadamente meticuloso al momento de detectar cacofonías cuando estoy editando mis libros, puedo pasarlas por alto si estoy leyendo una buena historia. El oro está mucho más abajo. Hay que concentrarse en lo que realmente importa. 

 

Su primer libro fue de poemas. ¿Por qué decidió incursionar en la novela?

Fue por accidente. Mi esposa estaba escribiendo un blog sobre nuestro viaje en moto por América, y le dije que me dejara redactar un pequeño capítulo. De ahí nació la novela Brújulas rotas. Seguí con algunos cuentos, y después me embarqué en mi primera novela de ficción. Desde ese momento he escrito sin parar, no por vivir embargado por buenas ideas, sino por tener presente que la inspiración es un carro que prende empujado. Rara vez sé cómo va a terminar (o a desarrollarse) la novela que empiezo; si la vida es algo que improvisamos, no veo por qué debamos emplear un método distinto a la hora de contar historias.

 

¿Cuál fue la idea inicial que lo llevó a escribir sobre el mundo de la compra y venta de piezas robadas?

 

Hubo una intención inicial de explorar los nexos que existen entre nuestros valores morales y nuestros valores económicos, pero luego todo eso pasó a segundo plano. Las cosas se salieron de control, y tanto yo como Ronnie (el protagonista) nos vimos enfrentados a hacer lo que estuviera en nuestro poder para sobrevivir a la historia. Se podría decir que salimos bien librados. 

 

¿Por qué el Strativarius, los cuadros elegidos y las manos del ‘Che’?

 

En La venta los objetos tienen un papel tan protagónico como los personajes. La mayoría de los que aparecen en la historia efectivamente fueron robados, y actualmente se desconoce su paradero. Esto hizo más verosímil incluirlos en la trama. Todos son objetos con un valor que trasciende lo económico, un valor estético, artístico o histórico. Pero lo importante es cómo a lo largo de la historia esos valores se van volviendo relativos, revelándonos los alcances del poder de nuestra convicción. En su aceptación de los valores establecidos el hombre demuestra más fe que en la devoción a sus dioses. Resulta liberador, y a la vez terrorífico, ver cómo se borran los precios que les hemos puesto a las cosas. 

 

Pese a tratarse de una novela de ficción, describe con detalle el periplo de las manos del guerrillero. ¿Se basó en las historias populares para ello, o esta descripción es producto de una investigación? 

 

Investigué todas las versiones sobre el periplo de las manos del Che y usé en la novela la que tenía mayor valor dramático. Que hubiesen sido transportadas a Europa en una valija diplomática (esa es una de las versiones) no se me antojó tan divertido como que hubieran viajado en el equipaje de mano de un miembro del Partido Comunista, a lo largo de varios países, con repetidas escalas y gran riesgo de ser detectadas por las autoridades de Occidente. También es posible que esas dos versiones sean falsas, y que las manos hayan viajado directamente de Bolivia a Cuba. Me tiene sin cuidado. Creo que los novelistas de ficción no deben sentirse en deuda con los hechos históricos, sino con la esencia que se esconde tras dichos hechos. 

 

Llama la atención que la novela narra un apretón de manos en La Habana entre el jefe de las Farc y el presidente de Colombia como parte de un proceso de paz. ¿Fue una premonición?

 

No. Podría no haber sucedido. Cuando escribí la novela, el proceso de paz hasta ahora comenzaba a andar. Aún era algo novedoso e incierto. Timochenko y Santos se dieron la mano después de la publicación de La venta, pero también podrían haberse dado una bofetada. Esto no aumenta ni disminuye el valor de la novela. 

 

Julio, el secretario del protagonista, se obsesiona con las consecuencias que pueda tener si las Farc llegan a adquirir las manos del ‘Che’. ¿Le preocupa que las ideas del personaje se materialicen? 

 

Sí, seguro. ¿Cómo no? Lo imposible ya sucedió en Venezuela. Y aunque el miedo, el rencor, el idealismo y las falsas ilusiones estén aportando en igual medida al periodo de desinformación colectiva por el que estamos pasando, no hay que subestimar la inocente credulidad de ningún pueblo. 

 

¿Qué haría si encontrara las manos del ‘Che’?

Mirar hacia otro lado y seguir mi camino.

 

 

*Publicado en la edición impresa de noviembre de 2015.