Archivo Particular
27 de Marzo de 2018
Por:
Redacción Credencial

Nació en Lima, Perú, en 1979, pero vive en Noruega. El año pasado fue seleccionada en la lista de escritores latinoamericanos Bogotá 39. Hace poco publicó en Colombia el libro de cuentos 'Pajarito'.

Claudia Ulloa: “Suelo empezar desde el final”

A los 17 años ganó su primer concurso. ¿A qué edad empezó a escribir y cuánto tiempo le tomó convencerse de que valía la pena dar a conocer sus textos?

Empecé a escribir a los trece años. Cuando escribo, no tengo la certeza de si lo que estoy haciendo vale la pena. El proceso de escribir es complejo y emocional. A veces puedo estar muy satisfecha con lo que escribí, pero siempre llega la duda y la inseguridad. No siempre estoy convencida de que valga la pena dar a conocer un texto, pero sigo escribiendo y espero. 

 

¿Por qué se inclinó por los relatos cortos de ficción?

Porque mis primeras lecturas fueron cuentos y poemas; a partir de esas lecturas empecé a escribir. No es algo que haya escogido de forma consciente. 

 

Recientemente en Colombia se abrió el debate sobre la subvaloración de la crítica hacia las escritoras. ¿Cree que Latinoamérica valora a sus escritoras?

Creo que estamos empezando a hacerlo, pero esto solo es el inicio, un pequeño paso después de mucho tiempo de haber sido invisibles. 

 

Vivió en España y ahora reside en Noruega. ¿Por qué decidió emigrar de Perú?

Por circunstancias personales. No hubo una intención definida, salvo la necesidad de un cambio. Sucedió en un momento de mi vida en el que me planteaba cómo sería mi futuro y qué quería.  Emigrar fue una especie de empezar a hacer camino.

 

En varias entrevistas ha dicho que el español Juan José Millas es uno de sus referentes. ¿Por qué?

Mis textos parten de situaciones cotidianas, y muchas son en apariencia insignificantes. Desde allí llega la extrañeza en mis escritos y quizás algún trazo de humor; leer a Millás fue una especie de escucharme en la voz de otro. Los cuentos de Millás parten de situaciones y elementos cotidianos que se transforman en fábulas maravillosas: un hombre que odia los domingos y decide dar un paseo por las calles de su barrio, y de pronto pasa a otra dimensión; o una familia que atesora una pierna de jamón muy fino para alguna ocasión, lo mantienen colgado en la cocina y al final nunca llega la ocasión especial y el jamón se pudre, se llena de gusanos, así que la familia decide hacerle un funeral; a un hombre que lo entierran con el móvil en el bolsillo y de pronto el aparato suena justo al momento de ser sepultado. Leer a Millás fue como haber encontrado a un amigo que me animaba a escribir. 

 

Sus relatos se centran en las sensaciones, los pensamientos y no en contar historias. Incluso muchos de sus relatos no revelan conclusiones para el personaje. ¿Cómo decide cuál será el punto final del relato?

Suelo empezar un relato desde el final, que siempre es una frase o una imagen. Cuando tengo definido ese final, inicio del proceso de escritura del relato. 

 

Sus cuentos se desarrollan en torno a animales, plantas, partes del cuerpo, asuntos en los que la cotidianidad usualmente no repara. ¿Por qué escribe sobre esto?

Porque las imágenes de la naturaleza son infinitas y están literalmente vivas, o sea en constante movimiento. De chica siempre me interesaron las lupas y los microscopios, las ilustraciones de anatomía y botánica. Me deslumbré cuando supe que teníamos ciento ocho huesos y que vivimos con seis litros de sangre en el cuerpo. Entender que todo puede desarticularse y descomponerse me da la posibilidad de obtener una infinidad de imágenes. Procuro ver esas cosas invisibles que están en la superficie y parto de esto cuando escribo. Si escribo sobre árboles seguramente le daría el protagonismo a la savia o a la clorofila.

 

 

*Publicado en la edición impresa de febrero de 2018.