17 de Mayo de 2016
Por:
Paola Ochoa*

¿Qué son los paraísos fiscales? ¿A quiénes benefician? ¿Por qué tienen tan mala fama? Recorrido histórico para entender el escándalo Mossack Fonseca. 

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Los dueños del paraíso

Son unos antros paradisíacos: Panamá, Delaware, Luxemburgo, Dubai, Islas Caimán, Islas Vírgenes Británicas. Deliciosos paraísos fiscales donde la plata queda escondida y desvanecida como por arte de magia. Madrigueras donde mafiosos, ricos y poderosos lavan dinero o lo ocultan para no tener que pagar impuestos. Escondites donde bancos y abogados se dedican a sepultar los orígenes de la plata y la verdadera identidad de sus dueños. Mejor dicho: ratoneras de malos maridos, lavadores y evasores de impuestos.

Esa habilidad para esconder el dinero quedó al descubierto con los Papeles de Panamá. Un escándalo que involucró a la firma Mossack Fonseca, la cuarta oficina de abogados más grande de la nación caribeña. La empresa se dedicaba a ocultar activos, cuentas bancarias, ganancias y sociedades que pertenecían a deportistas, políticos y financistas. No todo el que tenga cuenta en un paraíso fiscal es culpable, pero es sospechoso. Y la razón es que toca pagar una cuota anual de entre 1.000 y 5.000 dólares por el solo hecho de tener una cuenta allí. Es una "cuota de manejo" muy alta. Nadie bota ese dinero a la basura porque sí. A la luz salieron nombres como Lionel Messi, Pedro Almodóvar, Sean Connery, Mauricio Macri y hasta Vladímir Putin. Y claro: 850 colombianos, incluidos los dos jefes negociadores de paz del gobierno de Juan Manuel Santos.

Hoy ninguno está encarcelado, ni siquiera emproblemado. La excepción es el Primer Ministro de Islandia, quien fue derrocado tan pronto como se divulgó el listado y el ministro de Industria de España, José Manuel Soria, que tuvo que salir de inmediato. Pero el resto de clientes de Mossack Fonseca aún están a la espera de su suerte en todo este escándalo. Y la razón es que Panamá –y el resto de paraísos fiscales– tienen una franquicia llamada secreto bancario. Probar los ilícitos no será sencillo.

Se trata de una legislación especial que obliga a las entidades financieras a proteger y mantener confidencial la información sobre su clientela, así la pida la mismísima Virgen María o el santo de sus velas. Gracias a eso, las autoridades de impuestos del mundo entero se están viendo a gatas para desentrañar la verdad de lo que aparece en la filtración de documentos de Mossack Fonseca. El secreto bancario sujeta a la aprobación de un juez toda posibilidad de cruzar información entre gobiernos y Panamá solo colabora con ciertos países poderosos de su interés. Es probable que nada quede totalmente al descubierto.  

Es la clásica maniobra de los ricos para evadir impuestos: crear sociedades en paraísos fiscales para esconder el dinero. Así se inventan deudas, consultorías y pago de regalías por ventas en el extranjero. Se prestan plata a sí mismos, como lo hizo Víctor Maldonado con el Fondo Premium de Interbolsa en Curazao. O se venden las marcas de sus empresas a sociedades en el exterior para pagarse cuantiosas regalías que les permitan sacar la plata del país sin pagar un solo peso. O se reaseguran ellos mismos por primas escandalosas, como hacen docenas de empresarios latinoamericanos.

¿Por qué existen los paraísos fiscales? ¿Quién los creó? ¿Cómo nació este imperio de sociedades ocultas, cuentas bancarias cifradas impenetrables, veladas, ocultas y secretas que hoy involucra a poderosos y millonarios de diferentes lugares del planeta? 

El origen del edén

La creación de los paraísos fiscales se remonta al hombre más rico en toda la historia: John D. Rockefeller, uno de los grandes multimillonarios norteamericanos del petróleo y el kerosene. Rockefeller ocultó su propiedad sobre múltiples refinerías a través de un esquema oscuro (‘trust’ en inglés) a nombre de tres ciudadanos desconocidos. Esta depredadora empresa sería conocida más tarde como Standard Oil y se convertiría en un ícono mundial de los abusos de los carteles y monopolios.

Rockefeller creó ese entramado para enredar a la justicia y evitar que relacionaran su nombre con las alzas injustificadas de precios en esos negocios, así como con la quiebra de varios competidores por medio de guerras de precios.

Nueva Jersey fue el primero en relajar sus normas societarias para hacerle el juego al multimillonario y ganarse una comisión por hacerle el cuarto. La corrupción y alcahuetería de la política local se combinaron con un ejército de sofisticados abogados y brillantes contadores que estaban al servicio del petrolero. En 1879 se creó Standard Oil y la historia empresarial de los Estados Unidos se partió en dos.  

A la compañía de Rockefeller la desmantelaron 30 años más tarde en varios pedazos, pero su poder todavía se siente en todos lados: Exxon, Chevron, Mobil, Texaco, Amoco, son apenas algunos de los nombres de sus descendientes casi siglo y medio después.

Los fondos y las acciones al portador de Rockefeller fueron la primera piedra de los paraísos fiscales en todo el planeta.

El contagio

El siguiente pilar de los paraísos fiscales fue en la Primera Guerra Mundial. Una tragedia sin precedentes que obligó a los gobiernos a innovar en materia tributaria con la creación del impuesto a la renta y a la ganancia ocasional. Dos nuevos impuestos que levantaron ampolla entre los ricos ingleses y norteamericanos del momento, quienes buscaron refugio para sus patrimonios en los llamados territorios de jurisdicción especial. Son lugares donde no pagan impuestos los ingresos que hayan sido generados en cualquier otro lugar. Así nace Suiza, Luxemburgo y Liechtenstein, y otra gran cantidad de paraísos fiscales.

El lío era mayúsculo: los ricos del planeta descubrieron que con ficciones jurídicas era  posible ganar más dinero que fabricando productos. Evadir impuestos era más rentable que fabricar carros, ropa, aviones, construir carreteras o edificios. Así nació una de las industrias más prominentes de los últimos 150 años: la producción industrial de sociedades offshore o sociedades de papel, como las que existen hoy en Panamá.  

Cada estado decide si quiere convertirse en paraíso fiscal. Para eso expide una legislación que exime a los inversionistas internacionales de cualquier impuesto sobre ingresos que provengan del exterior (o extraterritoriales). Los países que deciden hacerlo se benefician cobrando una comisión por cada sociedad registrada. Esa comisión es de aproximadamente 350 dólares al año. En Panamá, para no ir más lejos, hay unas 600.00 sociedades. Eso le deja unos 200 millones de dólares al año al gobierno panameño. A las firmas de abogados les debe quedar una cifra similar.

La murga de Panamá

Panamá se convirtió en uno de los lugares del mundo preferidos para crear sociedades y ocultar impuestos desde la construcción del Canal. El istmo deslumbró a la humanidad con su maravillosa ingeniería y todo el mundo quería hacer negocios en ese lugar.

En 1922, el país legisló toda una serie de gabelas e incentivos para que las naves se abanderaran en Panamá. Los inversionistas y dueños de navieras con negocios en su territorio no tenían que pagar impuestos, ni llevar libros de contabilidad. Eso abrió un boquete del tamaño de la Luna, que años más tarde se fortaleció con el secreto bancario, las acciones al portador y las fundaciones de interés privado para el ocultamiento de fortunas en caso de divorcios de millonarios.

Al otro lado del mundo, los europeos encontraron refugio en Suiza, su paraíso más preciado. Allí se engendran la mayoría de demonios que hoy día más nos horrorizan: las cuentas cifradas, los sobornos de la Fifa, los reportes de giros internacionales con trampas para ocultar el verdadero nombre del destinatario. Los banqueros suizos son los genios de este arte, y por eso unos 2,7 billones de dólares de extranjeros descansan en sus arcas.

Los narcos también descubrieron que pueden hacer de las suyas en ese mundo oculto de propiedades y secretos bancarios. Hoy entran con maletines llenos de dólares –productos de la venta de cocaína– a bancos en Caimanes, Luxemburgo, Bahamas, Panamá y Anguila. Grandes empresarios de tabaco, cerveza, cemento y medicamentos evaden miles de millones de dólares en impuestos vendiendo sus empresas a través de sociedades de papel.

¿Hasta cuando el mundo va a tolerar que esto siga pasando? ¿Qué los ricos no paguen impuestos gracias a una nefasta combinación de firmas de abogados, banqueros y paraísos tributarios? En Colombia la deuda social es demasiado alta como para que no se sancione ejemplarmente la evasión de impuestos. En toda América ya se penaliza con cárcel a quienes cometan este delito. Nuestro país, como mínimo, debería hacer lo mismo. Ya es hora de acabar con este circo.

*Periodista económica, columnista de El Tiempo, ex directora de la revista Dinero

Fe de erratas: Por un error mecanográfico, el corrector automático del computador cambió la palabra Islandia por Irlanda y así salió publicado en la edición impresa de mayo de 2016. La frase correcta en el párrafo correspondiente debe ser:  “La excepción es el Primer Ministro de Islandia, quien fue derrocado tan pronto como se divulgó el listado”.