9 de Junio de 2016
Por:
Redacción Credencial

Mientras los mundos del arte y la farándula en Colombia celebraban en abril la visita del fotógrafo neoyorquino para tomar sus famosas fotos de desnudos en Bogotá, nosotros entrevistamos a la crítica mexicana Avelina Lésper, autora del libro El fraude del arte contemporáneo, para que nos contara, entre otras cosas, qué opinión le merecía Tunick. Esto fue lo que nos respondió.

Y a todas éstas, ¿qué opina Avelina Lésper de Spencer Tunick?

En su libro hay muchas referencias sobre lo que no es arte, pero no hay alguna que aclare qué es arte. Si el arte contemporáneo es un fraude, ¿cuál es el auténtico? Dicho de otra forma: usted escribe “Necesitamos arte, no creencias”. Sí, pero, entonces, ¿qué es el arte?

Antes que nada quiero puntualizar: estas preguntas no son una entrevista. En cada párrafo hay hasta tres preguntas distintas, que además tratan de dirigir las respuestas a los puntos de vista del entrevistador. 

El arte es una manifestación creativa e intelectual de la inteligencia humana, que se manifiesta en obras que tienen autonomía estética y conceptual. Es decir no dependen de agentes externos para existir como obras artísticas.

 

Usted evidencia una animadversión manifiesta contra el arte contemporáneo en general. En particular, ¿hay artistas contemporáneos que le gusten?  Ai Weiwei, Doris Salcedo o Cildo Meireles, solo por poner algunos ejemplos, ¿poseen para usted algún valor? ¿No será que hay demasiado arte contemporáneo malo que oculta el bueno?

La crítica no es una cuestión de gustos, no se trata de que algo me agrade o no. Esto como periodista usted lo debería saber. Ai Weiwei es un propagandista, no es artista. Es un empleado de intereses políticos que lo usan para generar una falsa controversia. Doris Salcedo es el típico ready-made panfletario sobreexplotado por miles de artistas. Cildo Meireles es la obviedad panfletaria.

Y para la tercera pregunta: el arte contemporáneo es uniforme porque es un arte colonizador, que rechaza la expresión individual, así que la calidad inferior de pensamiento y factura es parte de su presencia.  

 

Si el arte debe ser la expresión de su tiempo, ¿no es el arte contemporáneo la manifestación de ello?

El arte contemporáneo no denuncia un problema, es parte de él. De la misma forma en que existen los fraudes bancarios, existe este arte, son parte de un código de conducta corrupto.

 

Y en cuanto al performance: ¿no será que el performance debería pelearse (o codearse) con el teatro más que con las artes plásticas? Lo digo porque usted escribe: “Un artista es un ser que medita y plantea sus propias teorías y propuestas, y que esto se traduce en su obra. Toda obra tiene tras de sí un método, esto es, un pensamiento ordenado con un objetivo claro; pese a la dosis de inspiración que pueda tener la obra se plantea y se resuelve a través de un método”. ¿No posee el trabajo de Marina Abramovic, por ejemplo, todas estas características?

La palabra performance significa desempeño o actuación en vivo. Todas las artes interpretativas o escénicas son performativas: la danza, el teatro, la música en concierto, etcétera. El arte contemporáneo se apropió de un término para usarlo sin el rigor y sin la disciplina que exigen las artes escénicas. Marina Abramovic no tiene un método, tiene una fundación para recaudar fondos y dar recibos libres de impuestos. En ella explota becarios y empleados sin sueldo y nunca ha generado un libro didáctico que defina su método como tal.

 

Por último: usted escribe: “En el trabajo artístico creativo es donde el arte encuentra caminos para la investigación y evolución”. ¿Habrá obras contemporáneas que tengan algo de esto más allá de los formatos tradicionales?

El arte contemporáneo no evoluciona, desde los inicios en el arte conceptual, hace prácticamente lo mismo. La pintura no ha dejado de evolucionar y lo puede ver con las primeras obras rupestres hasta nuestros días. El arte contemporáneo es básicamente un ready-made y es imposible que un objeto evolucione a algo más que no es. Lo mismo sucede con los videos, que no llegan a los avances del cine; y con la instalación, que no deja de ser una escenografía con deficiente uso del espacio.

 

A propósito: Spencer Tunick ha confirmado que tomará una de sus célebres fotos de multitudes desnudas en Bogotá. ¿Qué opinión le merece él como artista?

Tunick explota el exhibicionismo colectivo, esta enfermedad contemporánea de negar la privacidad.

 

*Entrevista publicada en la edición impresa de mayo de 2016