Archivo Particular
25 de Mayo de 2018
Por:
Carolina Sanín

Donde el maestro espiritual de la India intentó fundar un nuevo mundo.

'Wild Wild Country', la historia de Osho en Estados Unidos

El título de esta nueva serie documental de Netflix no parece puesto con justicia, y es preferible sospechar que no se debe a una simple ligereza, sino que se pretendía hacer con él una ironía (un tanto simple también), pues en la serie no se trata en absoluto sobre lo salvaje, sino sobre un caso histórico que solo fue posible entre los dobleces más sofisticados de la civilización y las leyes humanas.

Por ciertos problemas con las autoridades ─que el documental no hace suficientemente explícitos─ un maestro espiritual llamado Bhagwan Shri Rashnish, luego conocido como Osho, se ve forzado a salir de la India, donde dirige un ashram. Su secretaria ─o su lugarteniente, o su discípula más amada, o su más ferviente enamorada─, Ma Anand Sheela, negocia entonces la adquisición de una gran extensión de tierra en Oregón, Estados Unidos, a donde se mudan el maestro y sus seguidores. La nueva sociedad prospera a lo largo de cinco años: aumenta en tamaño, se hace autosuficiente, acumula mucho dinero y su estructura se complejiza. Muy pronto surgen agrias desavenencias con los habitantes del pueblo más cercano ─de solo cuarenta habitantes─, conservadores provincianos que sospechan de las costumbres y las creencias de los recién llegados. Escala entonces la lucha entre la comunidad espiritual, que se convierte en una ciudad llamada Rajnishpuram, y sus vecinos, que conforman un enemigo cada vez mayor: el condado que la circunscribe, y luego el estado de Oregón, y luego el Congreso de los Estados Unidos.

En el forcejeo jurídico, electoral y mediático entre los seguidores del Bhagwan y los poderes tradicionales se ponen a prueba no solo los límites de lo legal y el alcance de la protección a las libertades individuales, sino la definición misma de “país”: ¿puede establecerse dentro de un país otro, con aspiraciones culturales y costumbres radicalmente distintas? ¿Se puede fundar en la realidad una nueva sociedad, o es intrínseco a la utopía ─como lo indica la etimología del término─ el no tener lugar? ¿Hasta dónde tolera el capitalismo el éxito capitalista de una sociedad que se encuentra por fuera de la moral de las demás sociedades capitalistas?

Wild, Wild Country cuenta esta historia fascinante, que ocurrió en los años ochenta del siglo veinte y que, habida cuenta de su riqueza dramática y de su significación política, parece increíble que todos no conociéramos ya. El documental se sirve de imágenes de archivo y de entrevistas (a los seguidores más conspicuos del maestro y a sus opositores) para describir la tensión que se produce entre dos variantes del miedo: la envidia (por parte de los conservadores estadounidenses, que se oponen a la existencia de la nueva comunidad, que además de rica y aparentemente feliz es muy activa sexualmente) y la paranoia (de los seguidores del Bhagwan, que, previendo su aniquilación, se arman y atacan físicamente a sus enemigos y luego se atacan entre sí). 

El documental no contiene comentarios por parte de sus realizadores y carece de elementos ensayísticos. En su aspiración a la objetividad, en ocasiones sacrifica la claridad y la información. Para formarse una idea sobre lo sucedido, el espectador esperaría saber más sobre quién era Osho, sobre su prédica, sobre los sentimientos y los móviles de la desafiante Ma Anand Sheela, y sobre cómo era la vida dentro de aquel grupo que aspiró a convertirse en un nuevo mundo. Además, como sucede con otros productos de la nueva ola de documentales presentados en varios capítulos, la extensión resulta excesiva. Wild Wild Country tiene seis capítulos de más de una hora cada uno, en los que se explica más o menos lo mismo y en los que la trama se intensifica sin profundizarse.

 

*Publicado en la edición impresa de mayo 2018.