Fotografías | Andrés Mauricio Rozo
6 de Marzo de 2020
Por:
Gustavo Tatis Guerra

El restaurante interno, que atienden las reclusas de la carcel de San Diego, en Cartagena, es uno de los instrumentos que utiliza la fundación de Johana Bahamón para reconciliar a los reos con la sociedad y a la sociedad con los reos. 

"Los presos me transformaron": Johana Bahamón

Todo empezó cuando la actriz caleña Johana Bahamón entró por primera vez a una cárcel, invitada como jurado en 2012 del concurso de belleza del Buen Pastor, y escuchó la historia de una mujer que mató a su marido porque abusaba sexualmente de su hijo. Este es solo uno de los 4 mil dramas que ella ha escuchado en 25 cárceles del país en donde ahora multiplica su proyecto, único en América, de dar una segunda oportunidad de vida a hombres y mujeres privados de la libertad. 
 
Ella es artífice de esta propuesta singular de resocialización en todo el continente, a través de su Fundación Teatro Interno. Hace apenas un año vio en una cárcel de Milán la creación de In Galera, el primer restaurante que se abrió dentro de una cárcel, atendido por cinco presos. Y esta idea complementó las que ya había diseñado en Colombia: el restaurante Interno en la cárcel de mujeres de San Diego, en el corazón amurallado de Cartagena, abierto al público el 15 de diciembre de 2016, luego de dos meses de adecuaciones y capacitaciones a las mujeres internas.
 
Lo primero que hizo Johana fue sentarse a conversar con Ramiro Cuadro García, director de la cárcel, quien no solo apoyó la iniciativa, sino que propuso al gobernador de Bolívar, Dumek Turbay, ampliar la pequeña huerta del penal en un terreno del parque Espíritu del Manglar, para consolidar una huerta en gran escala. 
 
Durante estos meses, las internas han recibido de la fundación de Johana Bahamón capacitación en panadería, huerta, emprendimiento, biblioteca, grupo de teatro, creación de empresas, servicio al cliente y educación financiera, entre otras, que permitirá que las internas  que participan en este proyecto reciban certificados laborales, reducciones a su condena (un día de libertad por un día laboral) gracias a un convenio con el Banco Interamericano de Desarrollo. 
 
El antiguo pasillo oscuro y sórdido que era el ámbito absoluto de los gatos, es ahora el restaurante Interno, cuyos muros fueron pintados y embellecidos. Una franja de pared está desnuda con el color de sus piedras. Otro, son enormes vegetaciones de hojas y flores pintadas. Cojines artísticos, sillas de madera y macetas con palmeras. El color rosado fue elegido por las internas, quienes se dieron a la tarea de limpiar y pintar los pisos manchados de tantos años de cautiverio y olvido. Y en un respiro del día, todas estuvieron de acuerdo en que la imagen de la Virgen de Guadalupe estuviera entre la decoración del restaurante, que abre por solicitud de sus clientes y por sistema de reservas, de 7 a 11 de la noche, y a las 5 de la tarde los viernes, con tres entradas fuertes y dos clases de vinos, todo diseñado por los mejores chef del país e invitados internacionales.
 
Cada plato tiene un valor de 80 mil pesos, que son destinados al proyecto integral de la fundación y para beneficio de las internas: los fondos recaudados se invertirán en adecuaciones para la institución carcelaria, bonificaciones, mercados, ropa, implementos de aseo, entre otros, decisión concertada entre la fundación y las directivas de la cárcel. 
 
“Es una iniciativa que no tiene ningún interés comercial. Su objetivo es que se convierta en un lugar de reconciliación y encuentro”, dice Johana Bahamón, quien ha contado con un gran apoyo colectivo de Cartagena. “La ciudad ha respondido a esta propuesta humanística, sus empresarios, hoteleros, autoridades y ciudadanía en general: el alcalde, el gobernador, el defensor del pueblo, Umata, Hotel Santa Teresa, Hotel Las Américas, Sena, Unibac, entre otros. La fundación donó 15 camarotes y Bellas Artes 170 colchones. Ha sido clave y fundamental el apoyo del director de la cárcel, Ramiro Cuadro García. Mi padre, Héctor Bahamón, y mi madre, María Mercedes Gómez, apoyan esta causa”.
 
  • TRABAJAR DENTRO DE LA CÁRCEL
Luz Adriana Díaz, quien gerencia el proyecto de la Fundación Teatro Interno, pasa todo el día en la cárcel. “Es como una interna más”, dice sonriente la interna Isabel Bolaños, quien cuida la huerta, trabaja en el restaurante y fomenta la lectura de la recién creada biblioteca en la cárcel de San Diego. “Cartagena y su gente han respaldado la tarea de resocialización que se hace dentro de la cárcel, y los vecinos del barrio San Diego ven con nuevos ojos lo que se ha logrado, al generar nuevas formas de confianza entre la institución carcelaria, el entorno y la fundación”, dice Luz Adriana, quien es docente y profesional en alimentos y bebidas. “Creemos que todos tenemos que ver con este proceso de resocialización, en la medida en que no sigamos mirando a los seres humanos por sus errores, sino por sus procesos de transformación. Es bueno que el mundo vea y conozca a estas mujeres maravillosas que cometieron un error en la vida, pero tienen la segunda oportunidad de restaurarse con sus dones y capacidades”.
 
 
El equipo lo integran Luz Adriana Díaz, Daniel Botero, quien hace el registro de la memoria audiovisual; Victoria Altamiranda en la coordinación de Educación; Cristina Urquiola en Arte y Cultura; Paula Álvarez en  Emprendimiento; Dayane Cueto en Recreación; Luz Enith Genes en Huerta; Mileidys Julio, Lina González y María Eugenia Arellano en Medio Ambiente; Marta Visbal en la pintura de murales internos, Joyaira Castro y Adela Basedo en el Taller de Panadería, entre otros. “Todo es posible siempre y cuando haya voluntad”, reafirma la interna Isabel Bolaños. 
 
  • DE INTERNAS A MESERAS
Noreidys Batista Correa, una de las meseras de Interno, fue la reina de Las Mercedes en 2016. Tiene 28 años, nació el Día de los Inocentes, el 28 de diciembre, y es de San José del Playón en María la Baja. Tiene nueve meses de estar en la Cárcel de San Diego. Participa en el grupo teatral “Devolviendo Humanidad”. Le gusta actuar, danzar y modelar. Dice que cuando salga de la cárcel, con todo lo que ha aprendido en la Fundación Teatro Interno, hará su propio restaurante en su casa. Tiene dos niños, de 5 y 10 años, y está feliz porque el día de la inauguración del restaurante atendió al gobernador, al alcalde, al hijo del presidente, al cantautor Andrés Cabas y a actores y actrices de Hollywood que vinieron a la apertura.
 
Karen María Paternina Benítez, interna en San Diego, una sincelejana de 28 años, es técnica en cocina del Sena desde 2012, y es otra de las meseras de Interno. Dice que ha aprendido mucho junto a los chefs invitados de la fundación de Johana Bahamón, y espera tener su propio restaurante al salir de la cárcel. “Le debemos mucho a Elías Pardo, instructor del Sena, y a los profesores que vinieron a capacitarnos”. 
 
Con la paciencia y la dulzura con que la interna Lucelys Correa teje sus manillas con nailon, cuerina y murano, así se hilvanan los sueños de la Fundación Teatro Interno en la Cárcel de San Diego. Es la dulce y recia obstinación de Isabel Bolaños, quien siembra albahacas, jengibres, yerbabuenas en la huerta del patio de la cárcel. Y ahora este cronista ha traído una semilla de la campánula de color púrpura que ella sembrará para que crezca ascendiendo sobre los muros y busque la luz, bajo el resplandor del cielo cartagenero. “Todos los sueños son posibles –dice  con una sonrisa en los labios– si ya uno tiene sembrada la voluntad en el corazón”. 
 
  • ASOMO A LA LIBERTAD
Un soplo de esperanza fluye desde diciembre en la Cárcel de San Diego. A veces, cuando las internas están atendiendo a sus clientes, se olvidan por unas horas de que están encarceladas, y los resplandores del Sol y la Luna que llegan hasta el pasillo les devuelve la fe en el porvenir, pese a que después de las 11 de la noche retornan a sus celdas.
 
El espacio entre el restaurante y la calle es una frontera pequeña, solo distanciada por una esperanza que puede durar años y meses: el día en que abandonarán la cárcel. Pero mientras eso ocurra, el deseo de libertad es como la semilla que se siembra en la huerta o los tarros de vinilo de todos los colores, para embellecer más de 30 metros de muros altos que enjaulan la luz del patio del penal.
 
 
 
Johana Bahamón
“Yo era artista, ahora soy... Yo no sé qué soy, pero ya trabajo para ellos"
 
 
“EN 2012 HACÍA un protagónico en RCN, Tres Milagros. Era Milú, una de las tres Milagros. Por ese personaje me llamaron para ser jurado en el certamen de belleza que el Buen Pastor celebra en octubre, en el día de Las Mercedes. El ofrecimiento me llamó la atención porque yo no conocía una cárcel. Y entonces fui y me encontré con lo que ya sabía y con lo que no sabía. Cualquier periódico y cualquier noticiero le cuenta a uno del mal estado de las cárceles en nuestro país. Pero no cuentan los seres humanos que hay ahí adentro. Ese día me encontré con esos seres humanos.
 
“Cuando salí de ahí, fue imposible permanecer indiferente. Coincidió con que tenía tres meses de vacaciones en el canal, mientras empezaba mi siguiente proyecto en televisión. Tenía un viaje programado a Nueva York para estudiar teatro. Lo cancelé. Quise estar con ellas más tiempo. No sabía por qué, ni para qué. No sabía qué quería hacer, pero quería que me dejaran conocerlas más, sin guardias a los lados. Se me ocurrió una obra de teatro. Llamé a mi profesora de teatro de ese momento, Victoria Hernández, y ella me sugirió montar La casa de Bernarda Alba, de García Lorca, una obra perfecta porque participan solo mujeres y habla del encierro pero también de la libertad del espíritu.
 
“La ensayamos hasta que la presentamos en la cárcel. A los tres meses de haber empezado a ensayar, estas 12 mujeres, ya viéndolas en un escenario –una tarima que hay en la cárcel–, eran totalmente diferentes. No sé si es el teatro o la oportunidad o el aplauso, o yo qué sé. Algo las había transformado. Entonces tomamos la decisión de presentarlas por fuera de la cárcel para que el resto de la sociedad pudiera ver el proceso de transformación en estas personas. 
 
“Nos demoramos ocho meses consiguiendo la autorización para sacar a las actrices de la cárcel. Lo que yo no había estudiado ni en el colegio, ni en la universidad ni en ningún lado, lo estudié en el Código Penitenciario. Me lo aprendí de la A a la Z, de la primera página a la última. Ahí encontré justificaciones para hablar con el director del Inpec, en ese entonces el general Ricaurte, y exponerle lo que yo quería hacer. Me lo autorizó. Hablé con la directora de la cárcel. Me autorizó. 
 
“Sacamos la obra, por fin. En la primera fila pusimos a las familias de las reclusas y a las entidades que las ponderaban a ellas, encabezadas por el ministro de Justicia y el director del Inpec. Cuando se acabó la obra, todo el mundo estaba transformado. Hubo una reconciliación. El hecho de que estuvieran en primera fila las personas que las condenan y que las juzgan; el hecho de que estuvieran sus familias, que tampoco es que sean muy amables con ellas, armó la reconciliación con aplausos y con abrazos. Pensé: esto es lo que hay que hacer: generar un espacio de encuentro. Es lo que falta: que se encuentren después de... Pero como los aíslan y los olvidan y los borran y los rechazan... Cuando hay este encuentro con sus familias y con la sociedad civil, después de que se han reconciliado con ellos mismos por medio del arte, se nota un avance real de reconciliación.
 
“Decidimos crear una fundación para generar estos espacios de encuentro entre la población carcelaria y la población civil. Por ejemplo, el restaurante Interno, en Cartagena, que propicia un encuentro de las mismas internas con el público al que atienden, con sus familias y con quien quiera comer ahí. Es una preparación para la libertad.
 
“Es necesario ese encuentro. Al fin y al cabo, somos una sociedad. Que unos estén aislados y castigados, listo; que otros estén afuera, ok. Pero somos la misma sociedad.
 
“Primero hay que encontrar el vínculo para que ellos se reconcilien con ellos mismos; luego, uno con sus familias; luego, con su entorno y, por ende, con la sociedad. Eso es lo que trabajamos desde hace cuatro años.
 
“Tenemos tres líneas de acción: una, crecimiento interno, que es toda la parte de introspección, de aceptar que se está ahí y que hay que echar para adelante. En esta línea de acción también tratamos rehabilitación de adicciones. La segunda es el arte interno, en la que entra el teatro, la música las artes plásticas, para que los reclusos exterioricen esos sentimientos previos. La tercera es trabajo interno, que es toda la parte de productividad, para que las cárceles no solo sean centros de reclusión sino centros productivos. No hay nada más maravilloso que levantarse y sentirse útil para algo.
 
“Hace año y medio montamos, en comunión con el Ministerio de Justicia, el Inpec y Colsubsidio, la Casa Libertad, en Bogotá, donde atendemos a la población de pospenados, o sea, los exreclusos que acaban de salir de la cárcel. El objetivo es ofrecerles oportunidades de reintegrarse de una forma digna a la sociedad: les damos capacitaciones, becas, oportunidades laborales. La fundación trabaja con las mismas líneas de acción que trabaja en las cárceles, pero con la gente que sale de estas.
 
“Hay muchos artistas involucrados. En teatro está Bruno Díaz. En música está Andrés Cabas. El año pasado hicimos un concierto de reconciliación y resocialización con Cabas cantando y todos los músicos de La Modelo acompañándolo. Fue divino.
 
“La realidad es esta: a la persona la cogen cometiendo algún delito. La meten a la cárcel. Pasa un tiempo en la cárcel. Supuestamente se resocializa. Es la finalidad de la pena. Cumple su tiempo de condena. Sale a la libertad. Busca una oportunidad y no la encuentra. ¿Qué hace? Reincide. Es un círculo infinito. Creo que ese círculo se acaba si cuando ellos salen nosotros les damos una oportunidad para que hagan algo diferente. Pero si les pedimos el pasado judicial y, por ese pasado judicial, les cerramos las puertas, hasta ahí llegó. Justamente por eso acabamos de firmar una alianza con las cadenas de restaurantes Charlie’s Roastbeef y Sr. Wok, para que contraten pospenados. La vocera de esta iniciativa es la periodista Adriana Arango, quien también pasó por la cárcel. 
 
“Se trata de convertir a los reclusos en artistas, en empresarios, en lo que sea. Es una transformación. A mí me transformaron. Yo era artista, ahora soy... yo no sé qué soy, pero ya trabajo para ellos”.
 
“Hace cuatro años le dije a mi mánager: ‘estos tres meses de vacaciones los voy a dedicar a la cárcel’. A los tres meses, que tenía que empezar a grabar, cancelamos contrato, pagamos una multa gigantesca por incumplirlo, y dije: me quiero quedar aquí en la cárcel. Al año, le dije: ya no quiero hacer nada más, me quedo aquí. Y ya lo tengo decidido. Es lo que quiero hacer para el resto de mi vida.
 
“Ahorita grabé algo en televisión, pero es un programa en la cárcel, donde yo no soy la protagonista, son ellos los protagonistas de sus historias.
 
“Empezamos trabajando con mujeres y la gente se quedó con esa idea. Pero también trabajamos con hombres en La Modelo, en La Picota, en las cárceles de Bogotá. De hecho, empezamos a trabajar con hombres porque era lo que había. ◆
 
*Publicado en la edición impresa de febrero de 2017.