Fotografías: Roberto Africano
5 de Julio de 2012
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Llegó la hora de que saque la ropa que tiene guardada hace tres décadas y de que desempolve el baúl de sus abuelos. El estilo de años atrás está más de moda que nunca. Y no sólo en el vestuario, sino también en la decoración. Mejor dicho, bienvenido a la temporada ‘vintage’.

 Por Angélica Garzón

La onda ‘vintage’: Todo tiempo pasado fue mejor…

Aunque la palabra vintage es conocida en el país desde hace pocos años, el hombre y, aún más, la mujer siempre han sentido cierta fascinación por los objetos, prendas y decoración que estuvieron de moda en épocas pasadas. Ciudades bohemias como Nueva York, París, San Francisco, Londres, Buenos Aires y La Habana han destacado, por medio de reconocidas tiendas, esta tendencia que cada vez toma mayor fuerza en nuestro país.

El término vintage se refiere a los vinos cuyas cosechas han sido las más sobresalientes; tiene que ver, entonces, con un antiguo producto de calidad. El vintage está relacionado con artículos usados o representativos de otra época (así sean nuevos).

Lo cierto es que todo se resume en sólo una cosa: la moda es cíclica. Cada vez hay más personas que siguen la tendencia de vestir o decorar con prendas y accesorios que estuvieron de moda en el pasado, con objetos de primera o segunda mano o, sencillamente, con buenas imitaciones de clásicos.

“Creo que vine de fábrica con el fetichismo del ‘vintage’”
Andrés Ospina, escritor

Andrés asegura que su gusto por el vintage proviene de su anhelo de un pasado que nunca vivió. “Desde pequeño yo iba a un sitio y veía algo que no respondía al periodo en el que estaba viviendo y me seducía; casi todo lo que he ido adquiriendo ha sido así. De hecho, toda mi vida la vivo en un pasado, siempre estoy pensando en otros tiempos, no me interesa mucho lo que está sucediendo actualmente en música, ni siquiera en deportes, no es uno de mis intereses fundamentales”, cuenta.

Para sorpresa hasta de él mismo, en las casas de sus familiares nunca se acumularon cosas antiguas. “Las pocas que estaban en la casa de mis bisabuelos o abuelos las fui recopilando para no dejarlas perder. Es una vocación de salvar objetos de la muerte, de salvarlos de la desaparición”.

En 2004, Andrés ―junto a su amigo Vladimir Mosquera, diseñador y programador― decidió crear el Museo Vintage en Internet. “Un día, mirando la decoración de la pizzería 1969 de la calle 85, conformada por latas y publicidad de aceites, estaciones de gasolinas, bebidas y alimentos de los años 50, se nos ocurrió crear un espacio en internet para exponer recortes de revistas, fotografía y objetos de cada década del siglo XX. Lo que actualmente se encuentra en la página lo hicimos en dos semanas, pero lamentablemente tuvimos que dejarlo porque no producía ninguna rentabilidad”.

“Lo más atrayente para mí de lo vintage es que uno vive en un mundo paralelo como en otras situaciones o dimensión. No soy un experto, ni un profesional, pero me doy cuenta de que al andar metido en tantos vejestorios, me es fácil identificar su autenticidad, su valor y procedencia”.

“Aprendí del ‘vintage’ por necesidad”
Constanza Duque, actriz

La artista manizaleña se vio obligada a heredar las prendas que iban dejando sus numerosos hermanos. “Éramos una familia grande, mi papá era contador y no había dinero suficiente para que usáramos todos ropa nueva, de modo que yo debía ponerme lo que me dejaran así no me gustara. Por lo general yo las cortaba, lo arreglaba y lo adaptaba a mí”.

En aquella época, cuando el concepto de Vintage ni existía en Colombia, Constanza empezó a estudiar teatro en Bogotá y, debido a que se trataba de una estudiante y requería tener distintos vestuarios, llegó a la primera ‘guaca’, como les dice ella a los lugares para obtener ropa usada y a buen precio.

Las Cancino, unas hermanas famosas por tener un anticuario en Bogotá, tenían una casa al lado de la catedral Primada, en la Plaza de Bolívar; el último piso estaba lleno de prendas de vestir. “El director del teatro donde yo estudiaba fue quien nos habló de ese lugar. Literalmente, me sentí como un niño cuando va a Walt Disney. Allí compré cosas que aún conservo”, cuenta Constanza. Su gusto por estos artículos la llevó no sólo a comprarlos para las obras de teatro sino para usarlos ella en la vida diaria.

La segunda ‘guaca’ que descubrió estaba situada en Teusaquillo y era manejada por ‘Mañita’, una polaca. “Era muy barato. Recuerdo que había habitaciones llenas de ropa acomodada estrechamente en ganchos, así que sólo sacaba aquellas de las que me gustaban su material y color. No soy agüerista, pero trato de limpiar las energías de esta ropa. Son piezas muy únicas y originales, que aún con el pasar de los años no se deterioran. La ropa de hoy es desechable”. La artista aún guarda en los baúles prendas heredadas de sus familiares.

“Lo que en una época fue bueno, siempre será bueno”
Germán Arrubla, artista plástico

Con el pasar de los años, este paisa ha desarrollado su gusto por el vintage. Ha adquirido objetos nuevos y usados en distintas parte del mundo, lo que le permite, dice, saborear el añejo de las prendas, los accesorios, la decoración y los muebles. “Creo que uno siempre vive evocando generaciones anteriores o momentos de la memoria que te hacen recordar otras cosas”, asegura.

Germán comenzó a coleccionar publicidad de Palmolive con reinas como Luz Marina Zuluaga y Doris Gil Santamaría, también de Pilsen y de Coca-Cola, una gaseosa que le causa fascinación.

Este artista piensa que dejarse asombrar con el pasado tiene que ver con la educación y la sensibilidad por lo artesanal. “Hoy todo es hecho en serie y no tiene el mismo trabajo y terminado que tenía un objeto hace cuarenta o cincuenta años. Por ejemplo: antes los afiches eran hechos en litografía en piedra y, actualmente, los digitales, no tienen la misma impresión. El primero ya no existe y eso es precisamente lo que crea nostalgia y sensibilidad”, afirma Germán.

Este seguidor de lo clásico asegura que, para tener un objeto vintage se debe tener en cuenta el estado de la pieza. “Si tiene demasiado uso llegará a una etapa de decadencia y perderá la magia, porque lo bonito de esto es conocer de la historia, los diseñadores y publicistas de la época. De una manera u otra se vuelven como piezas de museo. Esta puede ser una ‘goma’ costosa. Yo he vivido de obsesiones y uno tampoco puede apegarse mucho a los objetos y a las cosas, pero es más por placer. Si encuentras gente que no tiene conciencia de eso, las cosas se pueden conseguir regaladas”, dice Germán, quien además de publicidad, conserva ropa, objetos de colección, afiches, películas, vinilos y muebles.

“Es una oportunidad de obtener cosas muy buenas a precios económicos”
María Paola Lara, empresaria

Luego de un viaje a Nueva York con su amiga y actual socia Ester Pérez y de entrar a algunas tiendas vintage de carteras, María Paola, admirada por el valor de los artículos, le propuso a su compañera abrir un local en Colombia con la misma idea. “Nos enamoramos de los precios. Eran carteras finas y en buen estado, pero que valían la mitad del precio de las nuevas. Entonces nos dimos cuenta de que teníamos bolsos de marca guardados sin usar”.

Empezaron reuniendo cincuenta carteras de las mamás, familiares y amigos de cada una. A pesar de que en Colombia la tendencia a comprar usado no había tomado fuerza, estas dos mujeres confiaron en el negocio, pero no sabían dónde obtener más carteras. “Luego de siete meses de haber abierto el local, hemos vendido alrededor de 170, pero nuestro miedo era venderlas todas y que en algún momento se nos acabara el acceso a la gente, pero ha sido un voz a voz muy eficiente el que nos ha permitido tener un stock de 150 bolsos más. Los bolsos son sólo de marca y en excelente estado. Cada vez que vamos a un centro comercial o a un restaurante y vemos bolsos bonitos y de marca, sacamos una tarjeta y le contamos a la gente de qué trata nuestra empresa. Funcionamos en consignación y establecemos el precio basándonos en páginas de internet de París, Londres y San Francisco”.

A pesar de que el fuerte de I love vintage son las carteras, también se puede encontrar ropa, gafas, cinturones, billeteras y zapatos. “Tenemos un vestido igual al que usó la actriz Olivia Wilde para los Golden Globs de este año”. Un venezolano se lo compró a su hija para sus quince años y después lo donó a la fundación Juan Felipe Gómez Escobar. Catalina, creadora de la entidad, se lo entregó a Lara para que el dinero de su venta sea donado a la fundación.

La cartera de mayor valor sentimental y económico de la empresaria ha sido un bolso Dior que era de su abuela. “Ella lo compró en París cuando Christian Dior vivía. Este artículo pasó por mi mamá y luego por mí, pero yo decidí ponerlo en venta en la tienda”.

Esther y María Paola piensan incursionar en internet, abriendo una línea para vender carteras vintage Hermès, Louis Vuitton, Prada, Chanel y Moschino.

“Las tiendas ‘vintage’ son lugares mágicos, verdaderos sitios turísticos”
Catalina Aristizábal, presentadora y actriz

La también modelo paisa decidió asociarse con la italiana Carla Sigismund, dueña del anticuario Novechento y especialista en art decó, para abrir su propia tienda de prendas y accesorios de épocas pasadas. La idea surgió cuando la colombiana llegó al local de antigüedades de Sigismund y le propuso que se asociaran. Carla viajó a Europa, y Catalina a Estados Unidos: cada una trajo prendas y así empezaron. “Simplemente unimos dos generaciones de ideas con artículos del siglo XX. Tenemos fantasía de época, hay piezas que tienen cien años, ochenta, cincuenta: mancornas, collares, cinturones, pañoletas, sombreros, ropa, carteras…”, dice Carla.

Catalina advierte que el concepto de este lugar no es vender ropa usada, sino nueva pero de época (guardada durante años, por ejemplo), prendas que estuvieron en furor en algún momento y sirvieron de inspiración para crear otras. Por su lado, Carla, quien fue modelo en Milán, explica que a pesar de que en el viejo continente el vintage, con unos casos excepcionales, es ropa desgastada, usada y de bajo precio, la idea de la tienda, que abrió sus puertas hace tres meses, es brindar el mejor estado y la calidad de primera mano que provienen de casas de moda cerradas en París.

Catalina confiesa que lo que la impulsó fue la necesidad de cumplir un sueño. “Así son los sitios que me gusta frecuentar en Estados Unidos y Europa. Creo que vestir es recordar ―dice la paisa―. Tener un sobrero, ponerse unos guantes, ponerse una cartera es lindo porque es jugar a sentirse en otra época”.

A estas dos mujeres de diferentes generaciones las une su interés por encontrar piezas únicas. “Yo creo que esta es una alternativa para que cada uno sienta que tiene algo distinto”, dice Catalina.