Archivo Particular
5 de Enero de 2018
Por:
Ana Catalina Baldrich

Cinco pruebas nucleares y más de seis millones de militares, ¿qué tan peligroso es el régimen de Kim Jong-un? 

¿Hay que temerle más Donald Trump o a Kim Jong-un?

Ante los asistentes a la conferencia de la organización One Young World en 2014, Yeonmi Park definió a su país, Corea del Norte, como un lugar difícil de imaginar. Dijo que solo hay un canal de televisión, que no hay internet y que sus habitantes no son libres de ver, pensar o vestir lo que quieran. Contó que allí se han ejecutado personas por hacer llamadas internacionales no autorizadas y que no hay libros, reportajes, canciones o películas sobre historias de amor. “No existe Romeo y Julieta. Todas las historias son propaganda para promover a los dictadores Kim”.

El discurso en el que Park describió cómo escapó, cuando tenía 13 años, del régimen del entonces líder supremo Kim Jong-il, padre del actual gobernante Kim Jong-un, ha tenido más de 500.000 reproducciones, solo en el canal oficial de la organización en YouTube, y otras miles en otros canales y plataformas. Y se ha sumado a varios testimonios de quienes, como ella, han logrado escabullirse y contar al mundo la realidad de un país en el que las comunicaciones, la prensa, la educación y el pensamiento son controlados por el gobierno de una dinastía que suma 69 años en un poder heredado de Kim a Kim: Kim Il-sung, de 1948 a 1994; Kim Jong-il, de 1994 a 2011, y Kim Jong-un, desde 2011 y contando.

Muchos han sido los llamados para ayudar a los refugiados de Corea del Norte y a quienes purgan condenas en los campos de concentración (o de trabajos forzosos, como los llama el régimen), por infringir las leyes o por ser familiares de alguien que ha sido sentenciado. Como también, muchas han sido las sanciones internacionales, contra el país y sus dirigentes, tanto por las violaciones de los derechos humanos como por sus pruebas nucleares.

Sin embargo, para los norcoreanos estas noticias, como la realidad del resto del mundo, suele ser moldeada por el régimen que no permite el libre acceso a internet y los informa a través de los medios de comunicación oficiales: la cadena de televisión KCTV ─cuya programación se enfoca en la promoción del Partido de los Trabajadores de Corea, el Ejército Popular de Corea y los dirigentes Kim─; el periódico Rodong Sinmun, que se exhibe en carteleras ubicadas en lugares públicos, y la radio La Voz de Corea.

Y es que el hermetismo es tan fuerte, que a pesar de que se permite la llegada de visitantes, estos tienen varias restricciones y obligaciones, tal y como lo han documentado varios periodistas que ocultan su profesión para poder viajar como turistas: visitar el monumento a los líderes muertos y rendirles homenaje; no tomar fotos ni grabar videos, al menos de que el guía, que no los desampara, lo autorice; hablar solo con el guía o con quien este permita, y no salir sin compañía oficial del hotel. De ahí que la cotidianidad de la República Popular Democrática de Corea siga siendo un misterio para el mundo, y que dudar de la información que llega desde el interior de sus fronteras no sea del todo inverosímil.

El profesor honorario del Centro de Estudios Internacionales de Seguridad de la Universidad de Sidney, Peter Hayes, reconoce que este secretismo impide que Occidente conozca a ciencia cierta lo que ocurre en Corea del Norte, aunque dice que los análisis internacionales pueden dar una idea muy acertada de, por ejemplo, el gran número de sus tropas.

Según el Ranking Global Firepower de fuerzas militares de 2017, Corea del Norte está ubicada en el puesto 23 ─entre 133 países, por encima de Canadá (26), España (27) y Colombia (40)─ por tener 6’445.000 integrantes, 458 aviones de combate, 5.025 tanques y un presupuesto de defensa de 7.500 millones de dólares.

“Es posible que lo que los norcoreanos y lo que sus enemigos dicen sea en efecto incorrecto, pero tenemos una estimación razonable sobre el tamaño del Ejército de la República Popular Democrática de Corea a partir de los análisis demográficos en relación con los datos del censo, la observación directa de las bases, los ejercicios militares y por los medios de comunicación norcoreanos”, dice Hayes, aunque aclara que las informaciones disponibles apuntan a que muchas de las tropas del Ejército Popular de Corea no se dedican a labores militares sino a trabajos de tipo económico en fábricas, minas y granjas, y que muchas de estas participan en proyectos de construcción de infraestructuras y monumentos para glorificar a sus líderes.

En el mismo sentido, el profesor en estudios coreanos y japoneses de la Universidad de Sheffield, Markus Bell, considera que, pese a que al hablar de Corea del Norte sea difícil separar lo verdadero de lo falso, lo cierto es que los archivos y testimonios de quienes han dejado el país dan cuenta de que su ejército, numéricamente hablando, puede ser el más grande del mundo, lo que para él no necesariamente representaría una amenaza: “De hecho, creo que el gran tamaño en una situación de combate trabajaría en contra de Corea del Norte debido a la enorme tarea logística de la gestión de una fuerza convencional”.

Un peligro llamado ambigüedad

El 14 de abril de 2012 la agencia estatal norcoreana de noticias, KCNA, informó: “el ejército de Corea del Norte lanzará inmediatamente un ataque nuclear, sin piedad, si una sola bomba estadounidense cae en territorio soberano”. Una amenaza que se ha repetido constantemente desde que en 2003 el país asiático anunció oficialmente que posee un arsenal nuclear y que ha cobrado fuerza con las últimas pruebas de misiles que el régimen de Pyongyang ha calificado de exitosas.

La más reciente fue la realizada precisamente el 4 de julio, día de la independencia de Estados Unidos. Según la agencia KCNA, ese día se lanzó el misil Hwasong-14 que alcanzó una altitud de 2.800 kilómetros y, tras viajar cerca de 1.000 kilómetros, impactó en aguas del mar de Japón. Corea del Norte ha insistido en que este tipo de misiles tienen una capacidad de desplazamiento de 8.000 kilómetros, por lo que podría llegar a Estados Unidos.

Y es que más allá de si ciertas noticias que emite Corea del Norte son falsas o no, lo cierto es que la comunidad internacional se toma muy en serio estos anuncios, ya que tanto la existencia del programa nuclear como sus ensayos son verificables. El profesor Markus Bell advierte que Pyongyang ha invertido más de 30 años y mucho dinero en un programa que en un futuro cercano le posibilitaría dotar a un misil balístico intercontinental de material nuclear, mientras que Peter Hayes recuerda que la Organización del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares es más que capaz de identificar la actividad sísmica producto de una explosión nuclear en cualquier parte del mundo.

Hayes considera que el mayor riesgo que se corre radica en un accidente nuclear y en que en un caso realmente extremo la República Popular Democrática de Corea decida atacar a Corea del Sur o a Estados Unidos, lo que, según él, solo ocurriría si el régimen de Pyongyang está realmente convencido de que estos países planean atacarlo primero. “Por eso es tan importante ser claros sobre las líneas rojas y las intenciones, y no simplemente esperar que el otro lado lea señales ambiguas a partir de su propio beneficio. La ambigüedad puede ser muy peligrosa”.

Amenazar para sobrevivir

Andrew Weber, exsubsecretario de Defensa de Estados Unidos para los programas de defensa nuclear, química y biológica, dice que Corea del Norte es un Estado temeroso y paranoico, que amenaza temerariamente solo para defenderse: “Corea del Norte necesita atención. Sus pruebas de provocación son realizadas para hacerse notar”.

Algo parecido piensa Yu Tao, profesor de estudios chinos en la Universidad de Australia Occidental, quien explica que unas de las razones del cambio de las relaciones entre Corea del Norte y China, su socio histórico, son  precisamente sus políticas internacionales.

La relación bilateral de estas naciones, dice Tao, se han enfriado en los últimos siete años debido a que ambos países se han vuelto más realistas y audaces al momento de abandonar algunos de los legados históricos asociados a sus ideologías políticas. “Para Corea del Norte, esto significa volverse más autónomo y estratégico a la hora de jugar sus propios juegos en el ámbito internacional. Para Beijing, esto significa distanciarse a veces de Corea del Norte, especialmente cuando se trata de cuestiones que importan a la estabilidad social y el desarrollo económico de China, como en el caso de las pruebas nucleares de Corea del Norte”.

Según el profesor Tao, Corea del Norte no ha mostrado mucho interés más allá de su propia supervivencia en el noreste de Asia. Por lo que no lo considera una amenaza real a nivel global. Sin embargo, tanto el profesor Peter Hay, como el exsubsecretario estadounidense insisten en la necesidad de calmar las tensiones entre Corea del Norte, Corea del Sur y Estados Unidos por la vía diplomática. “El potencial de error de cálculo ─dice Weber─ es muy alto. Corea del Norte tiene armas nucleares, químicas y biológicas, por lo que Corea del Sur y su aliado estadounidense deben permanecer vigilantes”.

Bien sea por la supervivencia de la que habla Tao o por buscar atención, como dice Weber, Corea del Norte continuará publicitando su poderío militar porque en el fondo lo que espera, según el profesor Markus Bell, es ser tratada como una potencia normal a la que se le tome en serio. “Necesitamos escuchar, tomar nota del precedente y actuar con una calma racional hacia Corea del Norte como lo haríamos con cualquier Estado soberano”.

 

 

*Publicado en la edición impresa de agosto de 2017.