Fotografía Jimmy Londoño / Archivo Particular
25 de Noviembre de 2016
Por:
Ana Catalina Baldrich

En diciembre Flora Martínez presentará en Bogotá “Soy Frida, soy libre”, una obra del mexicano Tomás Urtusástegui. Así es la artista mexicana que la actriz colombiana presentará en las tablas.

Frida según Flora

Flora Martínez tenía ocho años cuando su papá la llevó a una función en el Teatro Popular de Bogotá (TPB). “Las dos Fridas”, basada en la vida y obra de Frida Kahlo, le presentó la figura artística que admiraría desde entonces y el camino que años después decidiría seguir. Desde la oscuridad del público, la niña se maravilló con las emociones que veía en las tablas. El impacto fue tal que al cumplir 15 años lo tenía claro: sería actriz.

Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón tenía seis años cuando sufrió poliomielitis. Y 18 años cuando un accidente le fracturó el esqueleto. Quería estudiar Medicina, pero el destino la convirtió en artista.

Flora dice que desde su primer acercamiento a la obra de la artista mexicana, la amó. Fue coleccionando libros, piezas, imágenes, cosas que la evocaran. No pensó que algún día la interpretaría, pero la oportunidad llegó. Los siete monólogos de “Soy Frida, soy libre”, con los que el dramaturgo mexicano Tomás Urtusástegui habla de las percepciones de la artista, fueron la excusa para que la actriz colombiana pudiera ver a Frida desde los ojos de la misma Frida. “Lo que admiro me atrae magnéticamente. Me gusta meterme en esos zapatos y ver desde donde ven ellos. Solo así puedo tener la real dimensión de qué es lo que ven”.

La actriz dice que la mirada de Frida es íntegra. Sin tontería. Impacta. Atraviesa. Y que sus manos parecen estar agarrándose a la tierra. A partir de estas características está creando el personaje. Se está aproximando. Intelectualmente ha intentado entender su vida. Biografías, documentales, cartas y pinturas le sirvieron para adaptar los libretos. Considera que la obra –como muchas otras sobre Frida escritas por hombres– adolece de la mirada femenina.

Ahora quiere fundir su cuerpo con el de Frida. Empieza el trabajo físico, con muletas, con quietud. Inicia el acercamiento a su pintura. “Creo que Frida está viva en sus cuadros. Su fantasma nos ronda. Pretendo acercarme lo más honestamente a su humanidad, a su integridad”. Dice que Flora aguantará todo lo que Frida le pida. “Si no lo vives, te robas esa experiencia. Ahí está la riqueza. Uno toma todo por sentado. Cuando empiezas a quitarle cosas a tu cuerpo, te cambia todo”.

Del amor, el sexo y la libertad

La obra plantea siete monólogos sobre las diferentes facetas de la artista, que nació en el México de 1907 para revolucionar a la sociedad y el arte con su vida y su pintura. El reto de Flora será proyectar la fuerza de esa mujer inquebrantable en cada una de esas facetas:

“Su amor era íntegro. Universal. Como de santo. Un santo trasciende el dolor. Ama a hombre y mujer. Ama su tierra. Quiere la igualdad. El dolor es de las sensaciones más purificadoras y eliminadoras de ego que hay. Era un ser humano por encima de muchas bobadas.

“Su sexualidad era libre. Limitada por sus dolores, por supuesto, pero plena. Tuvo unos amantes divinos. Y un amor absoluto y devoto por Diego.

“Siempre fue revolucionaria. Incluso antes de conocer a Diego. Era rebelde. Se vestía como hombre. Pensaba como hombre. Tenía cabeza de hombre revolucionario.

“Decía que pintaba para que no la olvidaran. Tenía esa necesidad de que la gente se llevara algo de ella. Eso es lo que hace que su obra siga viva. Como artista fue muy honesta. Pintaba su realidad. Asombra ver cómo se pintaba ese dolor con estoicismo. Le caen lágrimas, pero su cara no se deforma nunca.

“En su mente era libre. La primera libertad se alcanza en la cabeza, sobre todo para vencer el dolor. Ella puso la libertad en todo. Las relaciones entre mujeres eran como engendrar esa libertad en ese momento histórico. La fuerza interna que debía tener era muy grande.

“A pesar de que en Latinoamérica hay una tendencia a negar las raíces y a recriminar que ella era de padre europeo, siempre tuvo necesidad de reafirmar su tierra mexicana.

“Todo esto con un eje: el dolor. El tubo que la atravesó, la ancló a la tierra haciendo que todo en ella fuera más. Cuando uno encierra algo que tiene fuerza y creatividad, eso explota. Ella vivía explorando en sus pinturas, en su sentir. Pero lo hacía de una manera controlada. Algo que heredó de su padre. Sus cuadros tienen todo el sentir, pero son organizados. Hay un control del dolor que es impresionante”.

Esa es la Frida que Flora presentará en las tablas en septiembre. La que aconseja observar en silencio en “Las dos Fridas”. La misma que le tendió una gran trampa: “Es el personaje más dramático y más complejo que haya hecho en mi carrera. Pero para hacerlo bien, no se puede ver complejo ni dramático”.

 

*Publicado en la edición impresa de agosto de 2016.