Foto de Ruven Afanador / Archivo particular
30 de Enero de 2015
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La oculta, la nueva novela de Héctor Abad, lleva al lector al corazón de una familia a través de tres hermanos con personalidades, anhelos y estilos de vida diferentes, una historia de amor, nostalgia, colonización, violencia, pero sobre todo, esperanza, que se teje alrededor de una casa heredada por generaciones.

Por Ana Catalina Baldrich

En Entrevista Héctor Abad

 

La novela da la idea de ser una biografía familiar, ¿qué significan para usted estos recuerdos, estos sucesos, estas vidas?
Tal vez todas las novelas sean una biografía familiar; a veces sucede que la familia tiene un solo miembro y son monólogos de un personaje aislado. Es raro, pero para mí estas vidas, estos sucesos, son como recuerdos inventados, pero me he metido tanto en ellos que a veces me parece que sí son recuerdos vividos, recuerdos míos y no cosas ajenas. Creo que a veces algo que no pasó, pero que uno repite como si hubiera pasado, empieza a tener tanta realidad en la cabeza como lo que sí ocurrió efectivamente.
La descripción de “La Oculta”, con su lago, senderos y piedras parece sacada de la fantasía, sin embargo, en los agradecimientos hace referencia a una vereda. ¿Cumple con todas las características o solo el nombre le sirvió de inspiración?
Existe una finca que se llama “La Oculta”, entre Támesis y La Pintada, abajo de Jericó. Esa finca tiene un lago oscuro que da mucho miedo y está en las manos de unos primos míos desde hace tiempos. Esa finca, y otras fincas de la región de Jericó, que conozco desde mi infancia, son la materia prima de la novela, pero no son la novela. La novela toma elementos de la realidad, pero luego los mete en la licuadora de la imaginación, y sale esto. El nombre mismo sí me sirvió de inspiración, porque uno pronuncia ese nombre, “La Oculta”, y ya hay una evocación de algo que se esconde, de algo que no se puede contar ni decir completamente, porque está más allá de las palabras.
Cada uno de los hermanos es completamente diferente, tanto que sus relatos podrían formar cada uno una novela diferente e individual, ¿por qué elegir esta forma de narración que parece que en vez de una novela se leen tres simultáneamente?
Ah, eso sería un buen gancho publicitario, como si fueran botellas de vino: pague una y lleve tres. Y además uno blanco, uno tinto y otro rosé. No se me había ocurrido que pudiera verse así, pero se lo agradezco. Aunque, ¿no le parece que a veces las tres novelas se tocan, se cruzan, se intersecan? Es como un plato de pescado, arroz con coco y yuca: tres cosas que se mezclan bien aunque vengan de reinos diferentes.
En uno de los apartes Antonio habla de peones y capataces. ¿Cree que esa es una de las causas de la realidad colombiana?
Sí me parece. Creo que aquí todavía hay mucha gente que vive como si llevara por dentro uno de esos dos papeles inexorables: capataz o peón, obedecer o mandar. Lo bonito de la colonización antioqueña de la que yo hablo (y un poco mitifico) es que era una colonización de iguales, que se trataban de tú a tú, o de vos a vos, horizontalmente, y no miraban de arriba abajo. Hacían trabajos conjuntos, pero no mandando y obedeciendo, sino poniéndose de acuerdo.
Con el panorama actual, ¿para usted resultaría posible una repartición de tierras parecida a la que se dio en su momento en Jericó, como documenta Antonio, basada en el esfuerzo, el sudor y el tesón?
Repartir la tierra es siempre un problema muy complejo porque todo el mundo se cree con más derechos que el otro: el que tiene la tierra, porque la tiene desde antes y se siente dueño, amo y señor; el que no tiene tierra, precisamente por no tener tierra, exige que al menos le cedan un poco. Uno dice: yo estaba antes aquí y esto es mío. Otro dice: yo no tengo nada y necesito que me venda o me ceda algo, o si no se lo quito. El problema de la tierra es uno de los más antiguos problemas del hombre: ocurre entre las tribus, entre los individuos, entre los Estados, entre las naciones. No hay que repartir el aire, pero la tierra sí se reparte, y está mal repartida, y nos pasamos la vida discutiendo en cómo debemos repartirnos la tierra.
La novela da muchos datos históricos reales, pero a veces algunos datos dan la idea de ser producto de la ficción, lo cual no permite asegurar ni lo uno ni lo otro. ¿Alguna pista para saber quién es o quién inspiró al presidente de Eva?
A mí se me ocurrió una picardía: ¿será buen amante un presidente de la república? Uno cualquiera. Y a partir de ese mal pensamiento me imaginé a un presidente acostándose con una de mis protagonistas: Eva. Le juro que yo no sé si los presidentes son buenos o malos amantes, buenos o malos polvos. No tengo ni idea. Les he preguntado a algunas mujeres que deberían saberlo, de primera mano, pero se ríen y no me contestan. No cuentan, y tienen razón: es su vida íntima. Como nadie me cuenta, tuve que imaginármelo así. Si no es así, que me perdonen los señores presidentes y expresidentes.
La novela destaca la labor de la mujer antioqueña fuerte, bien sea de carácter libre como Eva o entregada a la familia como Pilar. ¿Es este un homenaje del autor a ellas?
Creo que una novela no hace homenajes, ni lo contrario a homenajes (que no sé qué será, ¿diatribas?). Yo en esta novela cuento cómo son estas mujeres: cada una es muy ella a su manera, y creo que cada una de estas mujeres existe, no solo en Antioquia sino en muchas partes del mundo. Me interesa ver el cambio, que la generación de mis padres vio, de la mujer tradicional a la mujer actual. Es fascinante cómo la mujer ha venido ganando espacios de libertad casi impensables antes del maravilloso y denigrado siglo XX.
¿Cuál es su lugar de paz, de recuerdos (malos y buenos), de infancia y juventud, su “La Oculta”?
A mí me parece que todos tenemos una ‘Oculta’. Un sitio privado, nuestro –así no sea nuestro en el sentido de propietarios–, en donde nos sentimos cómodos, plenos. Para los antioqueños, muchas veces, ese sitio coincide con un lugar del campo, porque nosotros somos muy montañeros. Mi abuelo, Antonio Abad, nos dejó una finca, “La Inés”, que había sido de su padre, que se llamaba como él, que había sido de su abuelo, que se llamaba igual. En Jericó los Aurelianos de Macondo podrían llamarse Antonios. Por las leyes de la herencia esa finca ya no es casi nada en términos de extensión, pero para mis hermanas y para mí es muy importante en términos de memoria y experiencia de vida.
Yo tengo una cabaña en La Ceja, donde hay un terraplén frente a un pequeño lago, y ahí, mirando hacia el lago, una banca de madera. Cuando yo me siento ahí, solo y en silencio, puedo hablar con la hierba, con el agua y con los pájaros, y ni siquiera tengo que hablar, porque me siento igual a ellos, soy parte de ellos: del mundo, una cosa más, integrada al mundo. Algo de lo que siento en ese sitio, lo trasladé a La oculta.
Esta pregunta sería para Pilar. ¿En realidad existió esa petición del padre de no vender “La Oculta”? ¿Valió la pena tanta lucha para que terminara como termina?
A veces los padres no miden sus palabras y dicen frases que son como martillazos en la conciencia: maldiciones, bendiciones, mandatos, órdenes. Y los hijos tenemos metido muy hondo una especie de irremediable acatamiento. Por eso los padres deberían medir muy bien sus palabras. Pero como la pregunta es para Pilar, ella le manda decir esto: “Sí, Jacobo, mi padre, poco antes de morir, me dio la orden de no vender nunca ‘La Oculta’, pasara lo que pasara, y por eso estoy condenada a vivir en ella hasta que me muera”.

 

David Safier
28 días

Seis Barral
412 páginas

¿Qué clase de persona quieres ser? Esta es la duda que acompaña al lector durante una novela que se sumerge en la resistencia judía en el güeto de Varsovia. Una historia narrada a través del sentir de una joven que, tras perder a su familia a manos de los nazis, decide luchar para, al final, entender que ella quería ser de la clase de personas que siguen vivas.

 

 


Tomás Eloy Martínez
Tinieblas para mirar

Alfaguara
164 páginas

“Aunque vislumbrado por él poco antes de su muerte, este volumen no es el reflejo de un libro que Tomás Eloy Martínez haya llegado a preparar como tal”, aclaran los editores de esta publicación en la que el lector paseará por “Confín”, “Bazán”, “Colimba”, “El Lugar”, “Exilio”, “Purgatorio” y otros cuentos, cuentos y relatos.

 

 


Mario Mendoza
Paranormal Colombia

Planeta
301 páginas

Mundos paralelos, explicaciones que sobrepasan a las del común, piedras antiguas que hacen peticiones macabras, videntes que encuentran aviones perdidos y ermitaños convencidos de un pronto colapso mundial, son algunos de los protagonistas de los relatos con los que Mario Mendoza muestra otra realidad, una desconocida por la masa, pero común para aquellos que hacen parte de un mundo al filo de la realidad.