García Márquez y Balcells en Madrid. Foto EFE.
García Márquez y Balcells en Madrid. Foto EFE.
21 de Septiembre de 2015
Por:
Fernando Gómez Garzón, editor.

Carmen Balcells (1930-2015) no solo se inventó el oficio del agente literario en Latinoamérica sino que profesionalizó el oficio de escritor. 

El luto por la Mama Grande de Gabo

Lee uno que murió Carmen Balcells (Barcelona, 1930-2015) y piensa de inmediato que el “boom” latinoamericano ha quedado desamparado. Pero segundos después cae uno en cuenta de que del “boom” ya no queda sino Vargas Llosa, curiosamente el que le dio vida en 1962, con la publicación de su primera novela, La ciudad y los perros, a la edad de 26 años. O sea que el que ha quedado desamparado es Vargas Llosa; desamparado del “boom” y de Balcells. Con razón se apresuró a escribir: “La noticia me ha caído como un rayo”.

Así de poderosa fue Carmen Balcells para esa pléyade de genios de la literatura (Vargas Llosa, Julio Cortázar, García Márquez, Carlos Fuentes, Pablo Neruda) que se sirvieron de ella para no ser ya más una manada de desarrapados, que era como eran descritos los escritores en general, de Dostoievski a Poe, de Baudelaire a Kafka. En compensación, Balcells se sirvió de ellos para consolidar su negocio, forzar un cambio en los contratos con las editoriales y, de paso, hacerlos millonarios.

No ha habido coincidencia más notable que ésta en el ámbito de las letras. Porque, según se ha visto, los jóvenes que habrían de cambiar la historia de la literatura latinoamericana quizás no habrían disfrutado de su auge sin el cerebro frío y despiadado de una mujer que supo, desde la fundación de su agencia, en 1956, defender los derechos de los autores hasta las últimas consecuencias frente a las editoriales, y sacarle provecho monetario a un talento que los escritores solían desperdiciar, por el acostumbrado desprecio por las cosas materiales.

Carmen Balcells, según se ha escrito, no sólo convenció a sus escritores de que era posible dedicarse en exclusiva a la literatura, sin sufrimientos ni vicios de por medio, sino que además era exigible vivir de escribir. Y vivir bien. Por supuesto, también los puso a trabajar. Según cuenta Xavi Ayén en una entrevista para Arcadia, Balcells quiso incluso que sus escritores vivieran en el mismo barrio en Barcelona, para poder controlarlos y evitar las distracciones.

También se aprovechó, de acuerdo con Ayén, del enorme éxito de autores como García Márquez y Vargas Llosa para amarrar a sus contratos la publicación de escritores menos reconocidos pero igual de meritorios.

Quizás por eso García Márquez la bautizó con el sabio nombre de “La mama grande”, porque fue Carmen Balcells la que los convirtió en adultos. Y si, de cualquier forma, se iban a ganar el corazón de los lectores, ella movió cielo y tierra para que la industria de los libros los tomara en serio. Al final, todos terminaron ganando. Y ella más que cualquiera. Si un Nobel de literatura solo se recibe una vez en la vida, ella recibió seis, los de seis de sus protegidos, que acertadamente rememora el periódico El País: Pablo Neruda, Camilo José Cela, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Miguel Ángel Asturias y Vicente Aleixandre). Un privilegio difícil de repetir.