Fotografía | European Southern Observatory/M.Kornmesser
29 de Marzo de 2019
Por:
Germán Puerta Restrepo*

Expertos del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian contemplaron la posibilidad de que un inmenso asteroide interestelar sea, en realidad, una sonda enviada por alienígenas. El Director del Planetario de Bogotá nos guía en torno a este debate.

El enigma de Oumuamua

EL DOCTOR Robert J. Weryk (1981) es un físico y astrónomo canadiense, que saltó a la fama el 19 de octubre del 2017 cuando anunció el descubrimiento del primer asteroide interestelar observado. Utilizando los telescopios Pan-STARRS, en Hawái, Weryk captó un débil punto de luz que se movía por el cielo. Inicialmente parecía un pequeño asteroide de rápido movimiento, pero las observaciones adicionales permitieron establecer su órbita con bastante precisión, lo que reveló, sin lugar a dudas, que este cuerpo no se originó en nuestro Sistema Solar, sino que provino del espacio interestelar. Aunque originalmente se pensó en un cometa, después de que pasara más cerca del Sol, en septiembre del 2017, las observaciones no revelaron signos de la típica actividad cometaria –el desprendimiento de gases y polvo por acción de la radiación solar–. El objeto, entonces, se reclasificó como un asteroide interestelar con el nombre 1I/2017 U1 Oumuamua.

 

La propuesta del equipo Pan-STARRS para nombrar el objeto interestelar fue aceptada por la Unión Astronómica Internacional, entidad responsable de otorgar nombres oficiales a los objetos celestes. El nombre Oumuamua proviene de un vocablo hawaiano que significa algo así como “el mensajero distante” y refleja la característica de este objeto que viene de un lugar muy remoto. Observaciones más detalladas revelaron que Oumuamua es alargado, tiene entre 100 y 500 metros, es de color rojo oscuro, metálico o rocoso, rota sobre su eje y es muy diferente de cualquier otro objeto en nuestro Sistema Solar.

 

Los cálculos orbitales indican que Oumuamua proviene de la dirección aproximada de la brillante estrella Vega, de la constelación de Lyra, a una velocidad vertiginosa de unos 95.000 kilómetros por hora, y también que ha estado vagando durante millones de años hasta encontrarse con el Sistema Solar.

 

Sin embargo, en junio del año pasado los astrónomos descubrieron que Oumuamua, de regreso al espacio interestelar, se está alejando del Sol y de nosotros más rápido de lo esperado. Utilizando datos del Very Large Telescope de ESO y del Telescopio Espacial Hubble de la NASA/ESA, los investigadores concluyeron que este comportamiento necesariamente se debe a que Oumuamua se está desgasificando por la presión de la radiación solar, y la causa de esta aceleración se debe a la emisión de gases como lo haría un cometa. Así que este enigmático visitante es más bien un cometa interestelar y no un asteroide.

 

  • Una tesis ‘vendedora’

El asunto de Oumuamua tomó tintes de escándalo cuando, el 8 de noviembre pasado, en la prestigiosa revista científica The Astrophysical Journal Letters, fue publicado un artículo de los físicos Shmuel Bialy y Abraham Loeb, ni más ni menos que del Harvard Smithsonian Center for Astrophysics, titulado: “¿Podría explicar la presión de radiación solar la aceleración peculiar de Oumuamua?”.

 

Los expertos afirman que su análisis les lleva a concluir que Oumuamua no es un cometa activo. Además, por la aceleración observada y para que el viento solar pudiera impulsarlo de tal forma, el objeto debería ser muy delgado, extremadamente delgado, unos cuantos milímetros. Y preguntan: ¿cómo un objeto tan delgado puede sobrevivir a un viaje interestelar y soportar colisiones con gas y granos de polvo, así como a las tensiones por la rotación y las fuerzas de marea? Y afirman, textualmente como aparece en su artículo: “Alternativamente, un escenario más exótico es que Oumuamua puede ser una sonda totalmente operacional enviada intencionalmente a las proximidades de la Tierra por una civilización alienígena”.

 

Un tema “tabú” entre la comunidad científica es el asunto de la vida extraterrestre, por lo que no fue extraña la reacción de muchos científicos y de los medios a esta afirmación. En el mismo artículo los científicos aseguran: “Discutimos los posibles orígenes de tal objeto. Nuestros resultados generales se aplican a cualquier sonda de luz diseñada para viajes interestelares”. Y sobre la discrepancia observada en la trayectoria “se resuelve fácilmente si Oumuamua no sigue una trayectoria aleatoria, sino que es más bien una sonda dirigida”.

 

Rayos y centellas cayeron sobre los expertos luego que los medios difundieran profusamente la noticia, ni más ni menos, de que los científicos de Harvard confirmaban que una civilización alienígena distante envió una sonda, un velero solar, para espiarnos. Este asunto colocó a los expertos en una incómoda posición frente a sus colegas y los puso a dar explicaciones sobre la opción inteligente, una opción exótica, como escribieron en su artículo.

 

El 25 de enero pasado, la Universidad de Cornell publicó una nueva interpretación que deja a los alienígenas a un lado. Zdenek Sekanina, un astrónomo del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, propone que Oumuamua es más bien un enorme agregado de polvo producido por un cometa interestelar en desintegración. Basado en las observaciones de cometas que se rompen a medida que se acercan al Sol, su núcleo podría desintegrarse por completo, incluso antes de que llegue a su punto más próximo al Sol. Y si es enorme, igualmente producirá un monstruoso agregado de granos de polvo sueltos. Esta explicación ofrece una nueva complicación: que Oumuamua no era realmente un cuerpo sólido cuando los científicos lo descubrieron por primera vez, sino que ya era un grupo de remanentes de material cometario muy compacto.

 

Los astrónomos estiman que un objeto interestelar similar a Oumuamua pasa a través del Sistema Solar interno aproximadamente una vez al año, pero son débiles y difíciles de detectar, por lo que se han perdido hasta ahora. Es solo recientemente que los telescopios espías, como Pan-STARRS, han sido lo suficientemente poderosos como para tener la oportunidad de descubrirlos.

 

Así es como, pronto, esperamos tener más noticias sobre visitantes que vienen de mundos muy lejanos.

 

* Director científico del Planetario de Bogotá, es conferencista y divulgador en temas de Astronomía. Miembro de la Asociación de Astrónomos Autodidactas de Colombia (Asasac), de la Asociación de Aficionados a la Astronomía de la Universidad de los Andes (Astroséneca), y de la Asociación Colombiana para el Avance de la Ciencia (ACAC). Además, fue presidente de la Red de Astronomía de Colombia (RAC). Asimismo, merecedor del Premio RED POP 2009/2010 - Red de Popularización de la Ciencia en América Latina y el Caribe - Categoría Especialista.

 

*Publicado en la edición impresa de marzo de 2019.