Archivo Particular
12 de Mayo de 2017
Por:
Carolina Sanín

Una extraordinaria serie que se pregunta por la manera como la interacción entre las mujeres determina el carácter de una comunidad.

'Big Little Lies', la serie de apenas siete capítulos recomendada por Carolina Sanín

Algunas telenovelas latinoamericanas de los años 80 se alargaban conforme ganaban audiencia, se estiraban como con el único propósito de que pudieran seguir viéndose. La trama se enmadejaba, daba vueltas sobre sí misma, y no era ni siquiera que el argumento se complicara, sino que surgían nuevos ejemplos de un mismo obstáculo y revelaciones sucesivas de un mismo secreto, y se insistía en las reacciones de los personajes, ya conocidas por el televidente. Lo que sucedía, mientras se sucedían los capítulos, era que se ahondaba en la familiaridad. Y de repente, en el último día, pasaba de todo. Se hacía justicia y cada quien quedaba en su lugar. Cuanto ocurría, aunque ocurriera con precipitación, era exactamente lo que el espectador esperaba desde hacía tiempo.

Algo de larga telenovela hay en la extraordinaria miniserie Big Little Lies, de HBO, que sin embargo tiene solo siete capítulos. De hora en hora, la historia avanza como una explicación antes que como un desarrollo; como la explicación del tormentoso capítulo final. La previsibilidad en ella es una virtud, y está en todos los aspectos del drama. Con los primeros dos minutos de ver actuar a un personaje, el televidente conoce el carácter y el conflicto del personaje. Antes del tercer capítulo, adivinamos cuál es el esclarecimiento del misterio que solo se hace explícito en el último.

En el primer día del año escolar, en Monterrey, California, ocurre un encuentro entre cinco madres: tres son maduras, ricas, rubias y espléndidas (Nicole Kidman, Reese Witherspoon y Laura Dern). Son personajes nobles, de altura trágica. La cuarta (Zoë Kravitz) es afectada, marginal y antipática. La quinta (Shilene Woodley) es joven, pobre, soltera y forastera, y su llegada ─de otro lugar, de otra estética, casi como de otra obra─ da inicio a la historia. A través de los intercambios entre las cinco madres, el guión explora la solidaridad y la feroz rivalidad femeninas, y se pregunta por la manera como la interacción entre las mujeres determina el carácter de una comunidad. En el elemento central de su intriga, que es la búsqueda de un padre desconocido, la serie también recuerda las telenovelas.

La acción principal se intercala con fragmentos de entrevistas que tienen lugar en un momento posterior al desenlace y que aluden a él. Son los parlamentos de un coro de tragedia moderna, conformado por personajes feos y grises, que juzgan a los personajes principales. Estos parlamentos, basados en el miedo, la envidia y la tergiversación, son inútiles para interpretar el final, pero prometen que este llegará. A través de ellos, el espectador se entera de que se cometerá un crimen pero no de quiénes serán la víctima y el victimario; solo sabe que estarán entre los protagonistas, quienes, mientras muestran su vida, fraguan inadvertidamente una ejecución.

Los diálogos son inteligentes. La dirección de actores es magistral. La serie está llena de escenas que uno podría ver una y otra vez. Los pocos acontecimientos contrastan con los muchos gestos, a cuyas repeticiones el espectador se aficiona como si viera una comedia. De fondo está el océano Pacífico; sus accidentes aparecen como contrapunto a los diálogos y como advertencia del desenlace. La edición logra una composición de texturas y tonos entre los que el espectador quiere permanecer, a pesar de que son ominosos. Por otra parte, la banda sonora es una delicia.

 

 

*Publicadoen la edición impresa de mayo de 2017.