Archivo particular
15 de Diciembre de 2018
Por:
Diego Montoya

Bienvenidos a un crisol musical en el que confluyen las más diversas tradiciones. África, el Caribe, Estados Unidos y Europa forjan, juntos, un género cuyas orquestas son combos multirraciales de instrumentos.

La salsa, reina mestiza

Vamos a escuchar un fragmento de una canción. Pero ojo: a escucharlo de verdad, en vez de oírlo, pues no haremos únicamente –como indica la Real Academia de la Lengua– eso de “percibir con el oído los sonidos”. Tampoco lo bailaremos, aunque cada célula de nuestro cuerpo desee sumarse al jolgorio. Lástima, pues el tema logra arrancar a la gente de sus sillas y empujarla a la pista de baile. No. En cambio, pondremos atención a la cascada de códigos que nos saltan encima durante los primeros segundos de la pieza. Con ello veremos cómo la salsa resguarda, en cada compás, una complejidad compartida solo con géneros que trascienden a los caprichos de la moda. ¿De qué canción hablamos? De Llorarás, con la que el venezolano Oscar D’León llena auditorios en el mundo entero aún hoy, 43 años después de que el público la conociera por primera vez.

 

Los primeros protagonistas son un contrabajo y un piano, que pareciera que danzaran –ellos sí– en un malecón caribeño. Lo hacen a la vez que avanzan hacia delante, en un patrón de saltitos en el que, de vez en cuando, se da un paso coqueto hacia atrás. “El mismo ‘tumbao’ se mantiene a lo largo de toda la canción”, sostiene Sergio Mejía, desde su estudio en Bogotá. Hace 17 años, el bajista y su hermano Santiago –pianista–, fundaron La 33, una orquesta salsera que hace sentir orgullosos a los capitalinos y que condimenta fiestas en los cinco continentes.

 

Al piano y al contrabajo los acompaña un combo de golpeteos que parece ir mucho más rápido pero que, en realidad, va en sincronía. ¿Insectos? ¿Bichos coloridos que vuelan a plena brisa?, es la percusión, compuesta por timbales –golpeados en sus costados exteriores en la técnica conocida como el ‘cascareo’–, maracas, güiro y congas. Pasan poco más de 10 segundos y al conjunto se suma un cuarteto de trompetas y trombones que suelta una frase, una robusta. Es corta, pues es apenas un puente melódico entre la introducción y la primera estrofa, porque cuando irrumpe el canto de “Sé que tú no quieres que yo a ti te quiera”, los vientos metálicos y el ‘cascareo’ de los timbales callan. “Lo raro que tiene es que en las estrofas suena una campana”, sostiene Sergio, y luego nos confunde: “La estructura de la canción es normal: introducción, mambo introductorio, estrofas, brake, el ‘tumbao’ un poco más agresivo y un coro pregón con mambos al final”.

 

No entender el dictamen técnico de Sergio es legítimo. Lo que no lo es, sin embargo, es evitar contagiarse por un conjunto de instrumentos de razas diversas que conviven –valga la redundancia conceptual–, en armonía.

 

Los capitanes

No es gratis que el bajo y el piano sean los protagonistas en Llorarás. Según Sergio, es común que sea alrededor de estos dos que orbite el resto de la orquesta pues, dice, plantean “la base armónica y rítmica” de cualquier obra. El bajo es un punto intermedio entre la melodía y la percusión, y el piano, por su parte, lo es todo: “la columna vertebral, el elemento de composición más importante en cualquier tipo de música”, sentencia el músico. Esto se puede atestiguar en cualquiera de los ensayos en los que, semanalmente, La 33 pule cada frase, corrige cada imperfección y condimenta esa melodía que sonó desabrida para convertirla en puro sabor. Los músicos, dispuestos en un círculo, miran hacia el bajo de Sergio y el piano eléctrico de su hermano Santiago.

 

“Para llegar a ser pianista de salsa hay varias escuelas –explica Mejía–. Unos llegan desde la academia ‘clásica’ y otros más populares vienen de la tradición. Pero todos tienen claro el concepto del ritmo”. El neoyorquino Richie Ray está entre los pianistas más admirados por su educación musical y capacidades técnicas. No es sino buscar en YouTube los términos “Richie Ray” junto con “piano” para atestiguarlo. Es en la exploración de las texturas y armonías de este instrumento, junto con las del bajo, que la tradición salsera original –es decir aquella que llegó a Nueva York procedente de Cuba y Puerto Rico– se fundió con las texturas del jazz y, de vez en cuando, con géneros de la clásica universal. Ray ha sido claro en que tanto Stravinski como Chopin se colaron en su Sonido bestial.

 

Los otros dos bloques

“Por un lado está la percusión, cuyos músicos muchas veces son de tradición de calle más que académicos –dice Sergio–. Aunque de estos últimos también hay”. Este bloque de instrumentos está compuesto por la campana, comúnmente interpretada por el encargado del bongó y que, aunque pequeña, es protagonista en la base rítmica cada vez que aparece; por el timbal, espectacular en escenario y protagonista de ‘solos’ memorables como los de Tito Puente; por las congas –“sin congas no hay nada”, dice Mejía– y, finalmente, por la percusión ‘menor’, nombre injusto para instrumentos como el güiro y las maracas, frecuentemente interpretadas por coristas y cantantes. “El patrón de percusión que más se usa es el del son cubano o montuno (Cuba), así como los de la plena y la bomba (Puerto Rico)”, dice Mejía.

 

¿Y el otro bloque? “Los vientos, en los que son comunes la trompeta y el trombón”, dice Sergio tras indicar que, en La 33, las partituras de este grupo instrumental son escritas al detalle. “El saxo no es muy frecuente, y la flauta traversa es más de la tradición del son cubano”, sostiene. El músico niega con la cabeza ante la sola idea de incorporar una tuba: “pero, ¿para qué, si ya está el bajo?”

 

Existe otro fragmento de la orquesta que podría considerarse un bloque de instrumentos, solo que, en ella, no se usan artefactos sino partes del cuerpo humano: pulmones, cuerdas vocales y aire. “La mayoría de las voces en los coros viene de tradición ‘de calle’ ”, dice Mejía.

 

Mezcla de razas

La salsa, como dijo alguna vez Richie Ray, “es muchas cosas juntas”. Si se rastrean los orígenes de sus patrones de percusión, por ejemplo, se llega a África, pero es imposible negar su mestizaje con tradiciones caribeñas. O si, por el contrario, se analiza la genealogía de una trompeta, se alcanzan los pueblos de la antigua Mesopotamia. Hay que ver, sin embargo, lo que con ella hicieron los jazzistas del sur de Estados Unidos a principios del siglo XX, tras heredarla de la tradición europea. Asimismo, se identifica a la cítara –en el norte de África y el sudeste asiático– como el más antiguo antecesor del piano, pero fue con la evolución del clavicordio, a manos del italiano Bartolomeo Cristofiori, allá en el año 1700, que se dio a luz a Su Majestad. Pero si todo eso se deja al cuidado de las familias latinas inmigrantes en Nueva York durante la segunda mitad del siglo XX, el resultado es el ritmo con el que el mundo entero identifica a América Latina.

 

 

El 6 de La 33

La 33 regala a sus seguidores un par de singles nuevos, pertenecientes al sexto álbum de la orquesta. Este último se lanzará en su totalidad en el 2019, pero Sergio y sus 13 compañeros quieren ir ‘calentando motores’ con Salerosa –canción descrita como “un homenaje a las costas colombianas y a la raza negra”– y con Si tú quieres salsa, que, “escrita a la manera de los clásicos éxitos de la Feria de Cali, hace énfasis en el golpe de tambor y en inspirados arreglos de vientos”. El disco, aún de nombre incierto, estará centrado en arquetipos urbanos. “Queremos hablar de personajes característicos de una ciudad –sostiene Sergio, director de la orquesta–. Así que van a aparecer el vendedor ambulante, el oficinista, el boxeador, el comediante coqueto…”.

*Publicado en la edición impresa de diciembre de 2018